«El picor en la garganta era abrasivo»

Se investigan aún las causas que provocaron el incidente, aunque todo apunta a un bidón que entró en combustión por el calor y generó humo y esa «nube tóxica», aunque no se detectaron llamaradas. Pese a todo se tomaron medidas preventivas «porque en esa fábrica trabajan con productos tóxicos». Fuentes de los bomberos limitaron el alcance del humo a la propia Urbaser, a los vecinos de Amézaga y a los transportistas de un parking cercano, a los que se les pidió que «por precaución» desplazasen sus camiones a otro lugar.

A las 06.00 horas los bomberos consiguieron contener la humareda y los vecinos ya pudieron salir de casa. Sobre el terreno, al mediodía aún persistía el peculiar olor de esa combustión en los aledaños de la fábrica de Urbaser, donde había trabajadores con mascarillas quirúrgicas, y aún se podía ver el hueco abierto en la valla del recinto por los bomberos. En la instalación, según empleados de la compañía, trabajan nueve personas. A lo largo de la mañana acudieron a ella técnicos del Gobierno vasco y de la propia compañía.

No se trata de la primera vez que esta instalación de Urbaser pasa por situaciones similares. De hecho, en 2016 un incendio provocado por un cortocircuito en la misma planta ya generó problemas en el polígono de Araia y quejas entre los vecinos.

Eugenio Ocáriz, presidente de la Junta Administrativa de Amézaga, explicó que fue hacia las cuatro de la madrugada cuando la Ertzaintza se personó en el concejo a avisar a sus vecinos. «Han ido puerta por puerta llamando a los timbres pidiendo que cerrásemos las ventanas. Yo no me he enterado, así que si había algo malo que respirar me lo he respirado todo».

Los vecinos, según Ocáriz, «están inquietos». El precedente del incendio de hace ocho años, cuando «los contenedores volaron a más de 50 metros de altura», permanece en la retina de los residentes. Así ocurre con José María Ruiz de Egino, vecino del concejo y que nada más abrir la puerta a la Ertzaintza en plena madrugada notó «picor en la garganta», la misma sensación que en aquella tarde del 25 de abril de 2016.

«Nos dijo que mantuviésemos las puertas y las ventanas cerradas. Esa empresa emplea productos químicos para desinfectar los envases y no sabemos si eso era muy tóxico o no», narraba ayer en conversación a este periódico. «Después a la mañana, cuando me he levantado, ya no había ni olores ni nada».

Ainara Mugeta también es vecina del concejo. Aunque no vivía en Amézaga en 2016, ella y su familia llevan ya unos años residiendo en el pequeño núcleo, que en verano alcanza el medio centenar de vecinos. «No hemos recibido mucha información veraz. Primero pensábamos que era un incendio. El picor era abrasivo. No tuvimos ni idea hasta las 04.00 horas, que fue cuando la Ertzaintza vino llamando puerta a puerta», explicaba. Mugeta también mostró su incomodidad con la presencia de las empresas cerca del pueblo. «Nos sorprende no saber qué ha pasado, qué industria hay aquí al lado y con qué productos se trabaja», lamentó.

La intervención también generó malestar entre los cuerpos policiales. Según el sindicato Euspel, cuatro ertzainas tuvieron que ser atendidos ayer por inhalación de las sustancias tóxicas. La central ha denunciado al Departamento de Seguridad ante la Inspección de Trabajo.