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El 19 de Febrero de este mismo año publiqué, aquí, no la primera parte de un artículo, sino un todo. Dije lo que tenía que decir sobre el asunto de la cabecita de Baco aparecida en Arcaya, la anomalía de que la tuviera un particular ... y la oportunidad de que la devolviera.
Al margen de mi comentario, se abrieron diligencias judiciales para esclarecer lo sucedido con la cabecita, hubo sus declaraciones ante la judicatura y, en el transcurso de las mismas, quien la tenía reconoció que la tenía y la entregó.
Como era de esperar, tratándose de una pieza arqueológica, la cabecita fue a parar al Museo de Arqueología de Álava. Todos/as los que tuvimos que ver con el asunto nos dimos por satisfechos. Fin de la historia. Pero... De ahí que, aunque no estuviera previsto, haya segunda parte.
Sigo tirando de lo que puedo saber porque se ha hecho público. Pues resulta que la parte judicial decidió exigir a la responsable legal de su custodia, la Diputación Foral de Álava, que ya se preparaba para presentarla al público con todos los honores y dignidades, que la enviara, bien custodiada por la Ertzaintza, al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. Según parece se trataba de que los investigadores de la institución estatal decidieran sobre, no sé, si sobre si era de mármol o no, si era romana o no, si representaba al dios Baco o no... solo faltaba que se les pidiera que demostraran que había aparecido en Arcaya.
Como persona que estuvo metida en el lío en el momento de su aparición, antes de que desapareciera, persona algo experta en el mundo romano en aquellos momentos, no tuve la menor duda, habiéndola tenido en mis manos, que se trataba de una pieza de mármol. Un mármol muy bonito por cierto. Nada que ver con el mármol blanco más habitual y presente, por ejemplo, en la cabecita del personaje senil, también de Arcaya, o en la famosa 'Dama de Iruña'.
Adviértase que no hago ni mención a la procedencia de los mármoles porque no es mi terreno pero sí puedo aportar que los geólogos del CUA y más tarde de la UPV, que la vieron en aquel momento y más recientemente, tenían sus opiniones al respecto y las tienen ahora mismo. Como no se han puesto por escrito me callo, pero las tienen. Y son profesores muy prestigiosos en su mundo.
Tampoco dudé, dudamos nadie de quienes la conocimos en directo, de que fuera una pieza romana. Por el contexto, había sido extraída, aunque no de forma técnica, del cogollo del yacimiento romano de Arcaya. Y luego estaba su aspecto. Yo aposté, desde mi ignorancia, que era una imagen del emperador Juliano, dicho 'el Apóstata', pero fue a vuelapluma. El profesor Alberto Balil, una eminencia en el campo de la 'romanización', y otros muchos, me escribió para que, como titular del yacimiento, le autorizara para estudiarla, junto con la otra cabecita. Acepté lógicamente, aunque no pudo ser. Pero lo que sí pudo ser es que se encargara de publicarlas el investigador y profesor de la Universidad de Oviedo, José Ignacio Sáez de San Vicente González de Aspuru: «Dos cabezas romanas de mármol en el yacimiento de Arcaya, (Álava). VELEIA, 1993».
Él fue quien, desde sus conocimientos, muy superiores a los míos, les puso nombre a las dos. La figura senil se trataría de una cabeza-retrato del filósofo Sócrates, según un 'icono' sobradamente conocido y repetido en el imperio. La otra cabecita, media cabecita en realidad, formaría parte de lo que eran conocidas como 'estipite/s' en el mundo griego y romano y representaba al dios Dionisios/Baco, según imagen bien conocida también. El asunto, desde mi punto de vista, quedaba zanjado. De ahí que, en adelante, la figurita 'diademada' fuera conocida como el 'Baco' de Arcaya.
Bien, si esto era así es muy difícil de entender a qué viene el que una persona en absoluto versada en el tema que le había caído entre manos, salvo lo que respecta a su capacidad profesional de dirigir una instrucción para tratar de conocer dónde estaba, de un salto no sé si de calidad en su trabajo y se meta a redentora, como se suele decir.
Sin dudas
Si al aflorar la cabeza tuvo alguna duda de que era la original que apareció en 1976 no tenía más que habernos preguntado. Se lo habríamos dicho. Lo mismo que contestamos a las preguntas que nos hicieron los agentes de la Unidad de Patrimonio de la Ertzaintza (Sección Central de Medio Ambiente y Urbanismo), por cierto con una discreción, diligencia y eficacia muy reseñables. A partir de ahí, no se entiende nada.
Como tampoco se entiende que no se haya escuchado una sola voz que se alzara para explicar que las competencias de Álava, en este terreno, son suficientes como para que, incluso la judicatura, hubiera tenido que contar con sus representantes técnicos y políticos a la hora de tomar semejante decisión. Y se hubiera podido ganar un 'se obedece pero no se cumple', tan antiguo, tan fuerte, como todas las ocasiones en las que, a lo largo de quinientos años de historia propia, nuestros antepasados supieron defender la independencia de Álava, cayera quien cayera.
Por eso he retitulado 'No perder la cabeza' pensando en que no ocurra que una vez en Madrid no vuelva y pensando también en que nuestras autoridades no la pierdan y se mantengan firmes asumiendo las responsabilidades de salvaguardar nuestro patrimonio.
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