De pequeño hotel a Palacio Real
Napoleón por Álava ·
José Bonaparte quiso establecer en Montehermoso su centro de mando y lo que consiguió fue la decadencia de todo el entornopatxi viana
Lunes, 1 de noviembre 2021, 01:16
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Napoleón por Álava ·
José Bonaparte quiso establecer en Montehermoso su centro de mando y lo que consiguió fue la decadencia de todo el entornopatxi viana
Lunes, 1 de noviembre 2021, 01:16
El palacio de Montehermoso, del que Stanislas Gerardin decía que «era realmente muy hermoso y bastante parecido al estilo de los pequeños hoteles del Chaussee d'Antin» de París, fue elegido en 1808 como refugio del rey José. La casa familiar de los Aguirre-Zuazo, ... que como describe Francisca Vives había sido «el lugar de reunión y parada de todos viajeros de importancia que transitaron por Vitoria en el siglo XVIII y primeros del XIX», pasó a constituirse en Palacio Real merced a la presión que Napoleón ejercía sobre su hermano.
José Napoleón Bonaparte, que fue proclamado rey en Vitoria el 11 de julio de 1808, comunicó al emperador que «el espíritu de los habitantes es muy contrario a todo esto»»y que «no hay un español que se me muestre adicto». Ante tal situación, el miedo se le fue metiendo en el cuerpo y se incrementó a medida que se acercaba a Madrid. Una vez allí, sus temores explotaron al enterarse del desastre de Bailén. Sin tiempo para «deshacer las maletas» y sin autorización expresa de Napoleón, inicia el 31 de julio la huida de la capital con destino a «no sé dónde». Buscando una línea de seguridad retrocedió hasta el Ebro y se instaló en la ciudad de la que había partido un mes antes. El embajador, Conde de La Forest, que le acompaña en su escapada, puntualiza que avanzado el mes de agosto «se instala en Vitoria» a la espera de los refuerzos prometidos por el emperador.
La insólita y desconcertante llegada de un rey con todo su gobierno creó un problema de infraestructuras sin precedentes en la ciudad. La ubicación de la autoridad suprema se convirtió en el tema principal porque necesitaba demostrar ante los españoles que su objetivo era asentarse de forma definitiva en el país. Se instaló en el palacio de Montehermoso y quiso ser propietario del mismo. Con esta filosofía se llegó a establecer el precio de compra del que se conocían dos versiones, la primera de 300.000 francos y la segunda de 2.080.000 reales de vellón. A las dos cantidades se les daba validez porque se desconocía la equivalencia entre el franco y el real de vellón. Pero, revisando el periódico nacido en Álava, titulado 'La Gazeta de Vitoria' cuyo único ejemplar ha sobrevivido en la Biblioteca del Seminario de Vitoria, hemos encontrado un dato esclarecedor. En él se nos dice que en 1808 el valor de un franco era de 3,75 reales de vellón. Es decir, que los 300.000 fr equivalen a 1.125.000 rv, cantidad significativamente inferior a los 2.080.000 rv mencionados.
Este revelador dato nos obliga a revisar la documentación existente en la que se observa que las dos cantidades mencionadas corresponden a dos momentos distintos. La primera cantidad, 300.000 fr, aparece al comienzo de la estancia del rey José en Vitoria y la segunda, al final de la misma, seis días antes de la llegada de Napoleón. Esto quiere decir que entre estos dos momentos hubo un tira y afloja en la negociación que se inició ofertando francos y finalizó aceptando una importante cantidad de reales de vellón. Porque el marqués de Montehermoso vendía, no sólo un palacio, sino que se desprendía del mayorazgo de Aguirre y sus pertenencias, de sus raíces, linaje, sentimientos, recuerdos y, en definitiva, su herencia familiar y el lugar donde residía su madre viuda. Algo infinitamente más valioso que el coste material de una casa grande. Los desdichados comentarios de Stanislas Girardin opinando que con «100.000 francos, indudablemente se pagaría más allá de su valor real» y, sobre todo, su impresentable frase de que «la marquesa tal vez no valga trescientos mil francos» fueron el trofeo sarcástico de una supuesta venta.
Decimos 'supuesta' porque tiene más lógica hablar de 'alquiler' del palacio que de 'venta'. Así lo expresó el Conde La Forest al comentar que en septiembre de 1808 el marqués «venía de alquilar ventajosamente su hotel al Rey por la suma de 300.000 fr». La situación generada fue que en un primer momento el rey José tomó prestado el palacio para iniciar después una negociación que culminó el 30 de octubre del 1808 con el desmantelamiento de la dinastía Montehermoso en Vitoria.
Para que un palacio de provincias se transformase en Palacio Real era necesario algo más que un simple edificio, se necesitaba todo un complejo de instalaciones para albergar las exigentes necesidades de la realeza y su gobierno. En la escritura de venta se incluyen las posesiones que la familia Aguirre-Zuazo tenía en lo alto de la ciudad. A la casa principal se le añadieron cinco construcciones más entre las que se encontraba la casa donde se encontraba la madre de Montehermoso. A las edificaciones se agregaron las huertas, con sus tejavanas y gallineros, el jardín del palacio y la plaza del Campillo. La tasación de los diez espacios ascendió a 2.186.000 rv que tras un acuerdo se concretó en la cantidad antes señalada. Tuvo que costarle mucho al marqués poner la firma en un documento que sólo le serviría como pasaporte hacia lo desconocido. Promesas fantasiosas dieron paso a delirios de grandeza y con ellas la familia Aguirre inició un camino sin retorno. El vendaval llamado Napoleón arrastró hacia Madrid a José y su corte dejando el palacio vacío y sin apenas conexión con la sociedad vitoriana. La desconexión será total tras la batalla de 1813. Wellington y sus ejércitos forzarán la huida de su regio propietario y se militarizará con nuevos propietarios. La familia Montehermoso dejó de existir en Vitoria y el palacio pasó de ser un símbolo de la ciudad a sufrir el rechazo más destructivo, el olvido.
Los acontecimientos posteriores los recoge Juan Vidal-Abarca y son desalentadores. Con el regreso de Fernando VII se anuló la venta del inmueble, por lo que nunca se consiguió el valor de tasación. La que fue marquesa de Montehermoso, asentada en Francia, tuvo que devolver al Estado galo la cantidad de 100.000 fr que abonó para evitarse más complicaciones.
El palacio pasó a compartir el mismo destino que sufrieron los afrancesados, el desprecio más absoluto. La ciudad lo repudió y pasó a la fase abandono. Poco a poco las paredes se fueron desmoronando anunciando una ruina total. El arrendamiento en 1862 como Sede Episcopal evitó su desaparición.
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