![González de Aspuru y Herráez, en la entrada de la Escuela Superior de Diseño, en Betoño, donde tuvo lugar esta larga charla.](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201912/15/media/cortadas/ala-entredos-kCXG-U90962212713SDI-624x385@El%20Correo.jpg)
![González de Aspuru y Herráez, en la entrada de la Escuela Superior de Diseño, en Betoño, donde tuvo lugar esta larga charla.](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201912/15/media/cortadas/ala-entredos-kCXG-U90962212713SDI-624x385@El%20Correo.jpg)
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Top-top-top. Los pasos devuelven un eco seco en las salas del Artium. Retumban entre la modernidad. Pom-pom-pom. En el Bellas Artes suenan más hondos, con más aplomo, como si las pisadas fueran conscientes de estar escoltadas por siglos de ... tradición pictórica alavesa. Los pasos de Beatriz Herráez y Sara González de Aspuru, los pasos de la directora del Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo y de la responsable de la pinacoteca foral, convergen hoy en el antiguo convento de Betoño. La resucitada Escuela de Arte y Superior de Diseño hace las veces de lienzo en blanco para una conversación, sin marcos, entre las dos mujeres que más pintan en la cultura alavesa. Su sintonía es total. Tienen muy claro que la crisis laminó el tejido cultural alavés. Hasta convertirlo en un retal, hecho jirones, de lo que algún día fue.
– Sara González de Aspuru: Siempre y, muy en especial durante los últimos años, Cultura se ha visto como la hermana menor en los presupuestos. Y durante la crisis se pusieron otras prioridades muy por encima: el apoyo a los desempleados, lógicamente, y los servicios sociales, como no podría ser de otro modo. El problema es que esto se planteó como un trasvase de partidas, sin respetar el trabajo que se había hecho antes con los programas. No se tuvo en cuenta que las sociedades más avanzadas son las que mantienen los programas culturales más avanzados. Fue un retroceso a todos los niveles.
– Beatriz Herráez: Está claro que la cultura fue una de las grandes damnificadas de la crisis. No sólo aquí, si no en todos los lugares donde los presupuestos se adelgazaron. El problema es que aquí ya eran muy exiguos, lo que terminó por extinguir muchos programas. Y yo, de verdad, creo que difícilmente vamos a recuperar ese momento de la precrisis.
– Sara: Te veo poco optimista, pero, sí, el sitio en el que estamos, esta escuela de diseño, es un buen ejemplo de lo que ocurrió. Este fue el escenario de uno los más rotundos y más radicales recortes. A quince días de su inauguración se dijo que no, que Krea no era necesario. Y lanzar la idea de que la cultura es innecesaria, es tremendo.
1. «Aquí se ha trasladado la idea de que la Cultura es innecesaria. Y eso es tremendo»
2. «Esta es una ciudad inquieta, pero habría que coordinar mucho mejor los programas»
3. «Las políticas públicas tienen que apoyar a las galerías y a las iniciativas culturales privadas»
– En otras ciudades se ha apostado por la colaboración público-privada para la cultura. ¿Por qué aquí no?
– Sara: En el caso del Artium es algo distinto, pero en el Bellas Artes tenemos un gran problema. Dependemos totalmente de la Diputación. Es una institución muy cerrada. Para nosotros buscar un mecenazgo es casi imposible. Estamos cerrados a esas vías.
– Beatriz: Tú tienes ese gran hándicap. Nosotros sí tenemos unos patronos privados que durante la crisis han soportado y mantenido su pertenencia al patronato.
– Sara: Que no es poco.
– Beatriz: Sí, pero también es necesario que esa parte privada crezca. Lo necesitamos. Las empresas, las instituciones privadas tienen que impulsar los proyectos culturales de ese territorio. A la vez, y esto lo recalco, lo privado nunca puede sustituir a la responsabilidad pública con la cultura. El patrimonio es de todos y ha de ser conservado, investigado y difundido desde lo público.
– Sara: No sé qué te parecerá a ti, pero yo siempre he defendido que la cultura puede ser deficitaria. Si, por ejemplo, la sanidad lo es, ¿por qué siempre se transmite la idea de que los museos tienen que tener superávit?
– Beatriz: Es que, para empezar, habría que definir qué es ser deficitario: cuáles son los parámetros, si sólo hablamos de un rédito económico... Lo importante de verdad de Artium son esas 2.500 piezas que son patrimonio público. Eso no lo tiene ningún otro museo, ni del territorio, ni de Euskadi, ni de toda la cornisa norte. Lo importante de verdad de un museo es la colección. La gente tiene que saber que tenemos esto, que es patrimonio nuestro.
– Sara: Yo viví la génesis del museo, en pleno 'efecto Guggenheim'. Cuando se decidió sacar adelante el proyecto, la Diputación decidió, y creo que con buen criterio, que no era necesario traer a uno de esos arquitectos que ya entonces estaban haciendo edificios que refulgían por todo el mundo. Se apostó por el arquitecto provincial. Y eso, precisamente, fue uno de los elementos de crítica a todo el proyecto porque, en aquella época, algunos políticos veían el museo como un simple tractor turístico, un mecanismo para incluir a Álava en los circuitos que se estaban ya creando. Pero el planteamiento era otro muy distinto.
– Beatriz: Claro, es que este es de los pocos museos dedicados a lo contemporáneo en el que la colección precede al edificio. Si tú haces 'zoom' sobre lo que sucede en el entorno, te encuentras con un mapa con el Bellas Artes de Bilbao, el Guggenheim, San Telmo y Tabakalera, Chillida Leku, la Fundación Botín con un proyecto potentísimo. Y ahí es donde nosotros tenemos que reivindicar nuestro espacio, formar parte de esa circulación de públicos. Pero no sólo en turismo, también en investigación. Esa es nuestra oportunidad y tenemos que aprovecharla.
1. «Difícilmente vamos a recuperar los presupuestos culturales de antes de la crisis»
2. «Artium y el Bellas Artes tienen que trabajar en red con los museos de nuestro entorno»
3. «Aunque se nos olvide, esta fue una ciudad pionera, aquí tuvimosuna época apasionante»
– Sara, como el resto de museos de la red foral, el Bellas Artes de Álava no cobra entrada. ¿No cree que la gratuidad hace que el público valore menos la cultura?
– Sara: Lo que ocurre es que en el periodo que fue de pago descendió de forma radical el número de visitantes. Y eso demuestra algo. Primero, que a la gente aquí le cuesta pagar por la cultura. Pero, no, no es cierto eso de que, lo que no se paga no se valora. Porque, de este modo, con este modelo se llega a un público muy amplio.
La mu
La Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV) organizó hace unas semanas un foro en el Artium que ponía el dedo en una llaga supurante: la escasa presencia femenina en los centros expositivos. Los dos grandes museos alaveses están dirigidos por mujeres, sí, pero, ¿su representación en las colecciones es suficiente?
– Sara: En los últimos tiempos, veo en el libro de visitas comentarios sobre la poca presencia de las mujeres expuestas. Pero es que hay que conocer la historia del arte. Y me gusta recordar que fuimos los primeros del País Vasco que incorporamos mujeres a la colección, que compramos obra a Juncal Ballestín, Eva Lootz, Esther Ferrer, Susana Solano, Concha Jerez... Aquí se iba a los estudios, a las galerías. Se compraba obras de mujeres cuando nadie lo hacía.
– Beatriz: Yo ya sabes que soy defensora de aplicar la ley de igualdad. En lo contemporáneo no hay otra opción y no hay excusa. En cuanto te despistas, programas todo un año con todo hombres. Pero en nuestras colecciones hay mujeres. Eso sí, no es paritario, para nada. Pero, estos mitos que hay por ahí de que tenemos obras de mujeres relegadas, escondidas, en los almacenes es mentira.
Vitor
Que Vitoria está aletargada. Que esto es un páramo cultural. Que es un soberano tostón. Vale. El diagnóstico está más o menos claro y es más o menos compartido. Pero, más allá del victimismo lastimero, ¿qué se puede hacer para sacar a la ciudad del ostracismo cultural?
– Sara: Antes de nada tendríamos que poner de acuerdo a los políticos. No puede ser que cada vez que hay un proyecto sobre la mesa se eche abajo. Y, ojo, que no hablo tanto de grandes proyectos, en ningún momento. Hablo de aprovechar recursos y rentabilizarlos. Me gustaría que hubiera más coordinación entre actividades porque, sí, a mí sí que me parece que esta es una ciudad inquieta. Hay música, hay teatro, hay literatura, hay exposiciones...
– Beatriz: Es que cuando hablamos de qué se debería hacer en una ciudad como la nuestra, lo primero sería ver lo que ya está y pensar en reforzar, analizar cuáles son los puntos fuertes de nuestros museos, de Montehermoso, de los proyectos autogestionados que funcionan. Y, a partir de ahí, concluir cómo potenciarlos. A partir de ahí, tenemos que tener claro qué espacio cultural queremos ocupar y, sobre todo, reflexionar bien sobre cómo se cuenta todo esto. Porque, ya sé que este es un tópico que se repite, pero somos muy malos contándonos, tenemos que mejorar nuestra narrativa como ciudad.
– Pero les invito a soñar. Imaginen que cuentan con presupuesto ilimitado para transformar la cultura en la ciudad.
– Beatriz: Lanzo una idea. Últimamente pienso mucho en los espacios vacíos en el centro y pienso en proyectos que funcionan en otros lugares, donde se habilitan lonjas para talleres de artistas. En París, por ejemplo, hay un programa muy interesante que permite el acceso de artistas a estudios. Y esto en una ciudad con unas rentas muy elevadas. Con ese programa se ha conseguido que el tejido creativo se instale, se fije y se quede. Facilitar estudios de trabajo con visibilidad es algo con lo que fantaseo...
– Sara: Es interesante, sí, pero sigo pensando que hay que potenciar lo que ya tenemos porque difícilmente se puede ir más allá cuando hemos llegado a una situación como la que tenemos ahora.
– Beatriz: Claro. Pero también es importante saber de dónde venimos. Investigando toda la parte de colección del 77, resulta llamativo que hubo un momento que Vitoria tuvo un liderazgo indiscutible en música, en escritura, en arte... Fue una ciudad pionera y eso tiene que ver mucho con quiénes habitaban la ciudad, con quiénes creaban en la ciudad. Hay que hacer que la gente creativa vuelva a trabajar y vivir la ciudad.
– Sara: Y que la gente se sienta orgullosa de Vitoria. El gran problema es que no tenemos ese orgullo, no nos valoramos.
– Beatriz: Por eso incidía tanto en la necesidad de mejorar cómo nos contamos fuera, tenemos que saber armar una narrativa. Aquí hubo una época apasionante, con músicos, escritores, pintores... Eso pasó aquí y parece que se nos olvida.
– Sara: ¡Los buenos tiempos de la Sala Amárica!
– Beatriz: ¡Y de Trayecto! Yo jamás estaré lo suficientemente agradecida a aquella galería. Es que aquí pasaban cosas que no iban a Madrid.
– Sara: Y venía gente de fuera a visitarla.
– ¿Qué podemos hacer para recuperar aquella época dorada?
– Sara: Trabajar de manera coordinada, con algo más de recursos y con más visibilidad.
– Beatriz: Pero también es importante reivindicar nuestra historia, porque eso abre espacios para que la gente pueda poner en marcha proyectos. No sólo desde lo público, también desde lo privado.
– Sara: Es que yo estoy convencida de que las políticas públicas deben apoyar la iniciativa privada. Como cuando se daban ayudas para que las galerías pudieran ir a Basilea o a Arco.
– Beatriz: Y nos tenemos que relacionar más con nuestro entorno. Yo no concibo Artium sin pensar en Tabakalera, en San Telmo, en el Guggenheim, en el Bellas Artes o en el Centro Botín. Debemos pensarnos en red.
Estudió Histora del Arte, aunque a ella lo que le ponía de verdad era el rollo egipcio. «Veía las pirámides, las tumbas y aquello me apasionaba», dice. Pero la primera vez que se le pusieron los pelos como escarpias (sic.) ante una obra fue en una exposición en el Reina Sofía, ante las Constelaciones de Miró, «con esos azules infinitos, con pequeños puntos como de bóveda estrellada».
Aquello le sacudió. Lo que demuestra el enorme poder que puede tener una exposición. «Me impactó muchísimo 'Burlas expresionistas' de María Luisa Fernández en la galería Trayecto», asegura sobre una instalación «increíble para los años 90», que consistía en «unos burladeros con fotografías de artistas de distintas épocas, que parecían bandas de rock. Y todos eran hombres».
IDarte. El arquitecto Roberto Ercilla transformó el viejo convento de Betoño en Krea, la fábrica de artistas. Languideció durante años, hasta que este curso los alumnos de la escuela de diseño le devolvieron la vida al fantástico complejo. Esta conversación tuvo lugar en la antigua capilla, un espacio inmaculado y luminoso donde hoy se enseña dibujo.
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