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Respondía al teléfono cada vez que sonaba, aunque siempre desconocía dónde se encontraba. Durante las doce frenéticas horas que se alargó el rescate de Pedro, un octogenario vitoriano, su terminal hizo de improvisado hilo con sus rescatadores.
«Primero hablaba de Elorriaga y luego que ... sólo veía campos de cereal», cuentan miembros del equipo de búsqueda, que le encontraron ayer, jueves, minutos antes de las nueve de la mañana, en una zona de matorrales y arbolado grapada al río Zapardiel, muy cerca de Gardelegi. Tras avistarle el helicóptero de la Ertzaintza, dos agentes de este cuerpo y un subinspector de los bomberos le localizaron «sano y salvo, aunque algo desorientado».
Pedro salió a pasear el miércoles. A eso de las 21.30 horas, su familiares alertaron de su desaparición a la Policía Local y, en medio de la desesperación, aportaron un dato que se revelaría determinante. Portaba su teléfono móvil y respondía a las llamadas. Sin embargo desconocía por dónde paraba.
Con mucha paciencia, la Policía Local trató de arañarle cualquier detalle. «Pedro, dígame, ¿qué ve a su alrededor?». Sus explicaciones, por desgracia, siempre resultaron «bastante vagas», quizá producto de los nervios o de una enfermedad degenerativa que padece en su fase inicial. Pronto se agregaron a la búsqueda efectivos de la Ertzaintza, bomberos, DYA y Cruz Roja. Todos juramentados para devolverle sano y salvo con su familia y entorno, quienes solicitaron ayuda a través de las redes sociales.
Su móvil no dejaba de sonar. Aparte de las policiales, le entraban llamadas de los suyos. «Es una reacción lógica. Querían ayudar. Hubo que decirles que cesaran porque temíamos que se le acabara la batería», indican miembros del operativo.
Según pasaron las horas y los progresos se empantanaron, los contactos telefónicos se compasaron. Noche cerrada. Las patrullas encendían de vez en cuando sus rotativos y enchufaban sus sirenas, por si el desaparecido les oía o veía. «¿Escucha algo?». Pedro tan sólo creyó percibirles una vez. Insuficiente.
Con las primeras luces del día, un helicóptero se unió. Desde los cielos creyeron verle cerca del Zapardiel. En tierra, dos ertzainas y un bombero avalaron el buen ojo de los pilotos. «Ha habido mucha suerte. No ha hecho frío por la noche y Pedro ha mantenido la calma ayudado por las llamadas».
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