El estreno en las salas de cine de su primera película se espera «para comienzos de 2018». Pero de momento, 'Errementari' ya goza de una exitosa carrera. Se estrenó en Sitges con buenas críticas y seguidamente logró el premio del público en ... la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Resulta de una lógica aplastante, por tanto, que su director, Paul Urkijo (Vitoria, 1984), se sienta en una especie de éxtasis y que haya recibido con todo merecimiento el galardón de 'Alavés de octubre' de EL CORREO. Tras quince años de trabajo y con una trayectoria repleta de cortos premiados, el realizador vitoriano ha dado el paso al largometraje como él quería: manteniendo su estilo de cine fantástico, oscuro, de monstruos y leyendas.
-Del corto al largometraje. ¿Ha notado mucho la diferencia?
-En los cortometrajes tienes un tiempo limitado para hacer un trabajo más pequeño. Puedes grabar en una semana, mientras que en 'Errementari' estuvimos siete de rodaje. Además, sentí una gran responsabilidad. Tanto con los productores como con las personas a las que dirigí. A diferencia del cortometraje, donde se puede tirar de la ilusión, en el largometraje el tiempo es dinero. Si hay dos tomas planeadas y decides hacer siete, debes recuperar eso por algún lado.
-Al final del día, ¿es mayor el estrés o la satisfacción?
-Bueno, grabar 'Errementari' ha sido lo más estresante que he hecho nunca. Al final, la película es el resultado de un trabajo intenso de años. Ha requerido una resistencia psicológica y física importantes. Pero también es lo más satisfactorio que he vivido jamás. Llevo quince años peleando por llegar a este momento, a esta meta, así que el dolor se convierte en placer.
-¿Cómo vivió el rodaje?
-Con mucha intensidad. Como director, debía reaccionar a cada imprevisto. Comenzó en diciembre y, por ejemplo, si se echaba a llover, eso podía significar medio día de rodaje perdido, con la consecuencia de tener que rodar algo de catorce planos, en seis. Adaptar una historia que llevas preparando durante años en un día es muy duro. Tienes que confiar mucho en ti. Fue un rodaje complejo, porque incluía muchas variables que podían dificultar la dirección: niños, animales, efectos digitales, barro, monstruos protésicos, fuego, secuencias con peleas... Pero lo disfruté mucho, también.
-¿Y la primera vez que se proyectó la película?
-En Sitges se proyectaron tres pases, el primero sólo para prensa, a las ocho de la mañana. Yo no estaba invitado a asistir pero me colé sin que se dieran cuenta. La sala estaba llena. Hasta entonces no había estado nervioso, pero cuando empezó me puse muy tenso. De repente me aterró que la gente lo viera. Lo pasé francamente mal. Más tarde, en el segundo pase, el que fue el verdadero estreno, ya estaba más tranquilo. De nuevo la sala, el auditorio de Sitges, que es enorme, y estaba llena. Fue increíble, la gente aplaudió en mitad de la película y a la salida hubo reacciones muy bonitas y comenzaron a llegarme mensajes de personas felicitándome.
-'Errementari' pinta a los humanos más malvados que los demonios.
-Patxi Errementari pertenece a un compendio de cuentos europeos en los que los demonios quieren llevarse el alma de los humanos, pero donde al final resulta que los humanos son peores que los propios monstruos. Yo en la película he desarrollado el personaje del herrero, que es tan malvado que los diablos lo temen, y me he preguntado por lo que piensan los demonios cuando se encuentran a un ser así.
-¿Qué tienen los monstruos para que le sean simpáticos?
-Siempre me ha gustado el género fantástico, los cuentos. Pero, sobre todo, dibujar monstruos, cuanto más feos mejor. Cuando era niño no era consciente, pero con el tiempo me he dado cuenta de que los monstruos realmente representan aspectos de nosotros mismos. Suelo hablar del monstruo incomprendido, de los prejuicios que tiene la sociedad hacia ciertas criaturas. Canalizo el mensaje a través de historia de género fantástico porque me parece muy divertido diseñar los monstruos e interesante plantear escenas surrealistas.
-¿En qué se inspira para crear las atmósferas oscuras de sus películas?
-Soy producto de todo lo que he consumido. Relatos oscuros, novela gótica, terror, la mitología, las fábulas. Siempre me ha gustado más, siempre he tendido más hacia la oscuridad que hacia la luz, me parece más bonito, más atractivo. Empatizo más con el lado incomprendido.
-En anteriores cortos incluye humor negro, ahora graba en euskera alavés. ¿Es arriesgado alejarse de lo convencional?
-La primera decisión es intuitiva, mía. Personalmente, me hace gracia el chiste negro, me gustan las reacciones inesperadas, me interesa que se caigan los prejuicios, que el público se sorprenda. El euskera le da un valor diferente a la película. Yo creo que el 'mainstream' tolera esto, estoy convencido de que hay un público para lo diferente. Lo principal es que haya una buena historia.
-¿Es Álava un buen plató de cine fantástico?
-Tiene una zona rural maravillosa, con algunos de los bosques más bonitos de europa, como el hayedo de Izki. Y un montón de iglesias románicas, que son un tesoro, cascos medievales, montañas... Elementos que a mí me gustan, así que para mí, sí; es un buen plató.
-En el cine hay mucho talento y poco presupuesto. ¿Dónde está el límite del amor al arte?
-Yo tenía claro a dónde quería llegar. Así que me he ganado el pan de otras maneras mientras hacía cortos para demostrar que valía para hacer películas. Para convencer a productores de que dejen su dinero en tus manos para hacer algo poco creíble, una película de demonios. ¿Ha sido sacrificado? Sí, mucho. Ha habido momentos desesperantes y he tenido que dejar aspectos de mi vida de lado por alcanzar mi sueño.
-Ha demostrado ser capaz. ¿Cuál es el siguiente paso?
-Me quiero dedicar a esto. Tengo muchísimas historias que contar y espero que me dejen. Tanto los productores, porque esto es un negocio, como el público, que es sabio.
-¿Está pensando en los siguientes proyectos?
-Sí, hay varios de largometraje y una serie en los que estoy trabajando de forma paralela. Hay que tener siempre opciones y yo no sé parar de hacer cosas.
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