La pastora y el aprendiz
DE SOL A SOL CON MAIDER ·
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DE SOL A SOL CON MAIDER ·
Alberto dejó la enfermería para aprender con Maider los secretos de un sector diezmado por la falta de relevo generacional. El 60% de nuestros ganaderos tiene más de 60 añosJorge Barbó y rafa gutiérrez (fotografía)
Domingo, 20 de febrero 2022, 00:50
U na madre presume de tener un hijo con carrera, con una de esas de las buenas que te garantizan un puestazo. Viste mucho, da caché, que el vástago te salga ingeniero, arquitecto o enfermero. Al fin y al cabo, inventar, construir cosas y salvar vidas se percibe como algo importante. Pero hay pocos que vayan por ahí henchidos de orgullo por ordeñar a un porrón de latxas, limpiar bostas enormes y pasarse el día entre balidos, sin confundir churras con merinas. Pero aquí están ellos, reivindicando su profesión. Aquí están Maider, la filóloga convertida en pastora y Alberto, el enfermero que dejó una buena profesión, una de esas que te garantizan los garbanzos para ser aprendiz de ganadero.
Alberto es el becario de nuestra Maider Martínez, a la que estamos siguiendo durante todo un año de trabajo, de sol a sol. Resulta que el meritorio es un señor de 45 años, hecho y derecho, que cambió lo de vacunar a diario a un atajo de pacientes por meter en el redil a su rebaño. ¿Cómo alguien deja una buena profesión para ser ganadero?, le preguntas. Yél se encoge de hombros. «¡Anda, como si lo que hacemos los ganaderos no fuera importante!. ¿Qué hay más valioso, más básico, que alimentar a la gente?», te suelta. Y lleva toda la razón del mundo.
Alberto Royo es uno de los alumnos de esta promoción de Artzain Eskola, en la que, allá en Oñati, forman a los pastores vascos. El guipuzcoano está aprendiendo el oficio en la explotación de Maider Martínez, en Legutio. Junto a ella ha podido comprobar que poner sondas y catéteres es –quién lo iba a decir– bastante más sencillo que colocarle a una oveja tozuda las mangueras de la ordeñadora en las ubres, con sus dos pezones estirados y sonrosados.
No son ni las ocho de la mañana y aquí están, la pastora y el aprendiz, en el establo, entre balidos, en la sala de ordeñado donde los animales en fila aguardan a que les vacíen los senos cargados. Sólo se ven culos de oveja y la operación de los ganaderos, con guantes verde quirófano, recuerda a la de un ginecólogo (o un proctólogo) en plena revisión. De cada animal se obtiene más o menos un litro de leche, «pero esto no es nada exacto, hay algunas que te dan medio...», ilustra Maider. Sus ovejas solo comen el pasto de sus fincas, apenas algo de grano, pero ni un miajita de esos piensos preparados, que estimulan la producción.
2.304 personas figuran como titulares de explotaciones ganaderas en Álava según los últimos datos del Eustat. Solo un tercio, 729, son mujeres.
Envejecido El sector teme por la falta de relevo generacional en Euskadi. Según el Instituto vasco de Estadística, sólo 125 de los ganaderos vascos tienen menos de 30 años.
7.746 euros cuesta una hectárea de pastizal en la provincia. El precio del prado natural se dispara hasta los 9.279.
Entre balidos, Maider y Alberto reflexionan sobre el futuro de una profesión que a ellos no les ha venido impuesta, ni muchísimo menos. Han elegido dedicarse al ganado. Han emprendido el camino de vuelta de todos aquellos que percibían este como un oficio del que escapar sin mirar hacia atrás para buscar la prosperidad al calor de una fábrica. Formados y convencidos, representan a una nueva generación que lucha por revitalizar la ganadería alavesa. Buena falta hace.
Los datos son aplastantes. Según las últimas cifras del Eustat, el 60% de los titulares de una explotación ganadera en Euskadi tienen más de 60 años. De los 14.580 ganaderos que el Instituto vasco de Estadística tiene registrados en toda la comunidad, tan solo 125 tienen menos de 30 años. Yun bajísimo 17% del total (14.580 personas) se encuentran en esa extensa franja que va los 30 a los 49 años y que, a tenor de los datos, en un sector tan sumamente envejecido, se podrían llegar a considerar, incluso, como jóvenes.
Hay una brecha de edad pero también de género. Solo un tercio de las granjas en Álava tienen a una mujer al frente. Son 729. Maider representa a una minoría entre los 2.304 titulares de una explotación que hay registrados en el territorio –siempre, con los últimos datos del Eustat– que, como la Maider, en una apabullante mayoría, son familiares.
«Este oficio no es desde luego para hacerse rico, pero creo que se puede sacar un proyecto de vida muy interesante», sostiene Alberto, con las manos sumergidas en el suero, mientras Maider le explica los pasos para elaborar los quesos. Ambos comparten que el gran problema es el acceso a la tierra de los jóvenes ganaderos. «Meterte en esto, desde cero, sin tierras, es imposible», razona la pastora. Lleva razón. Según los últimos datos del Gobierno vasco, el precio medio de una hectárea de pastizal alcanza los 7.746 euros en Álava. Y el de prado natural se dispara hasta los 9.279 euros.
Para tratar de poner remedio al imparable envejecimiento del sector, la Diputación de Álava ha sacado esta misma semana una línea de ayudas de 1,55 millones de euros con los que se espera de salvar la enorme brecha generacional que se abre en nuestro sector primario y asegurar su continuidad. La agricultura y la ganadería mueven cada año más de 241 millones de euros en la provincia. Para alimentarnos. Gracias al trabajo, de sol a sol, de Maider, Alberto y el resto de nuestros ganaderos.
Y por pura vocación. Maider dejó de enseñar el verbo 'to be' a sus alumnos a escuchar todo el santo día el 'beee', el balido de sus 180 ovejas latxas. Filóloga inglesa de formación, decidió dejarlo todo, aprender pastoreo y poner en marcha en Legutio una pequeña explotación ovina, un proyecto de ganadería extensiva y restaurativa que compagina enfocado a la elaboración de sus propios quesos.
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