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Bien agarraditos por Ortiz de Zárate, pocos hubo ayer tan radiantes como Fernando e Isabel. Andaban de celebración dorada. 50 años se cumplían de su 'sí quiero' en el santuario de Nuestra Señora de Estíbaliz. Ni sus más de cuarenta días confinados, ni la ... anulación de su viaje de aniversario a Almería importaron. Su mejor regalo fue salir a la calle, respirar aire fresco y estirar las piernas juntos.
«¿Que si teníamos ganas de salir?Buffff, esta mañana he sacado la bici y me he ido a pedalear. Tenía mono», compartió Fernando, estupendo a sus 73 años, los mismos que su media naranja. Pasadas las diez, la pareja aprovechó el salvoconducto del Gobierno central para regalarse un paseíto. El primero desde la imposición del estado de alarma. Los dos juntitos. Fernando e Isabel. Isabel y Fernando. Tanto monta, monta tanto, decía el dicho.
Se les ha pasado volando este medio siglo de unión. Aquella mañana de sábado de 1970, en las radiofórmulas reinaban Julio Iglesias con su 'Gwendolyne' y el 'Venus' de Shocking Blue. Cuando ellos se comprometían de por vida, seis muchachos sufrieron heridas al manipular una granada que hallaron en un descampado cerca de Araca.
Ahora sólo hay coronavirus, el protagonista que todo lo enturbia. «Es lo más impactante que nos ha tocado vivir», subraya Isabel. «Tendríamos que estar de viaje o comiendo con nuestros hijos y nietos». Tuvieron que conformarse con un sucedáneo; el desayuno gourmet que les enviaron por mensajero.
Los dos tenían ganas de pisar acera. «Estas semanas hemos estado en casa como todo el mundo, hijo. Lo hemos hecho estupendamente bien», aplicó Isabel. «Sólo hemos bajado a por el pan y poco más», enfatizó su pareja. Las horas muertas las han pasado ante el televisor.
Hubo muchos mayores de 70 que ayer se lanzaron a las calles. De diez a doce del mediodía y de 19.00 a 20.00 horas. Alberto y Maritxu, ambos de 70 tacos y con EL CORREO bajo el brazo, son dos andarines obligados a contenerse desde marzo. «Estamos acostumbrados a andar hora y media todos los días y se notaban las piernas medio dormidas», contó ella con gesto risueño.
Cada ruta matutina acababa con un pintxo de recompensa en algún bar. Falta aún para ese colofón. «Ahora lo hacemos en casa. Un día en el salón, otro en la cocina. Parece que hemos montado un bar», rio Alberto. Por cierto, de no haber mediado pandemia global, ayer hubieran regresado de un viaje romántico en París. «Ya lo retomaremos».
Encaramado a su triciclo motorizado, Miguel Suances, cosecha del 49, surcaba la plaza de Santa Bárbara. «Voy a comprar comida para mi madre, Isabel, que tiene 96 años». En su caso ha pasado la larga cuarentena en su piso compartido de la calle Olaguíbel. «Estoy separado. Vivo con otras seis personas. Apenas he salido de mi habitación. Sólo a la cocina. Mi ejercicio ha sido de la habitación a la cocina y viceversa, que el pasillo es muy largo».
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