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Aitana Sánchez-Gijón (55 años) será quien se ponga en la piel de la madre, para interpretar el sufrimiento de una mujer que ha vivido por y para los demás. Afirma que «afortunadamente» no es su caso, pero que es imposible no sentir cierta conexión ... con ella. «Aún quedan muchos camino que recorrer», afirma al referirse al papel de la mujer en esta industria y en la vida en general. Sobre esto también se reflexiona en la obra que tiene su estreno absoluto en el Teatro Principal de Vitoria este sábado (19.30 horas, 12-24 euros). Repite a la misma hora el domingo.
– 'La madre' tiene su estreno en Vitoria, ¿con qué va a encontrarse el público?
– Se van a encontrar con un espectáculo diferente. El público no va a saber muy bien si lo que está viendo es real o es fruto de lo que sucede en la cabeza de la madre. Porque lo que cuenta Florian Zeller, autor de la obra, a través de esta función son estados anímicos, emocionales y mentales de sus personajes protagonistas. En este caso es una mujer, una madre que ha pasado una crisis muy profunda de abandono, tanto de pareja como de nido vacío porque sus hijos han dejado el hogar. Es una función que tiene una estructura no lineal; como un pequeño puzzle que el espectador va a tener que ir conformando a medida que transcurre.
– Esta obra habla del papel de una madre, que muchas veces deja de ser ella misma para existir sólo para sus hijos...
– Sí, su existencia pierde sentido porque no la ha tenido más que a través de los demás. Es el lugar en el que históricamente se ha colocado a las mujeres, relegadas al espacio íntimo, familiar y de crianza. Ser mujer era poner tu vida al servicio de los demás. Afortunadamente, cada vez hay más mujeres que tienen vidas con otros objetivos, aspiraciones, personales y profesionales... Y me pongo a mí de ejemplo o las mujeres que me rodean. Pero sigue existiendo, por desgracia, esa figura que vive por y para los demás y que pierde su identidad por el camino.
– Parece que las madres tienen que ser inquebrantables y si eso no ocurre se les señala.
– En la función también se aborda este tema y todavía queda mucho camino por recorrer. De hecho, la figura del padre ausente, –que es el punto en el que también se ha perpetuado a lo largo de las generaciones– se tolera, se perdona e incluso se comprende. Se juzga con una mayor ligereza, como si no hubiera más remedio que aceptarlo. Sin embargo, estas mujeres que no son consecuentes con estas maternidades o que no están ahí para cuidar a los demás, en cuanto hay fisuras en eso, siempre se les juzga con más dureza a ellas. O si de repente se rebelan frente a eso, muestran su amargura, su cólera o su tristeza, se intenta silenciar o menospreciar ese dolor.
– ¿Cuál ha sido su mayor reto en esta obra?
– Primero comprender esta estructura tan especial que se plantea, en la que no solo yo, sino mis compañeros y el director, hemos tenido que establecer como unas pautas para decidir qué es lo que realmente pasa, porque hay cosas que yo digo que no sabemos si los demás personajes lo están oyendo o solamente es algo que yo me digo en mi cabeza y que el espectador está escuchando en voz alta. Ha sido importante establecer esa línea de veracidad. Otro de los aspectos ha sido el hecho de tener que estar muy pegada a la realidad, ya que hacemos interpretaciones que son muy realistas con un texto que no lo es.
– ¿Cómo es trabajar con Juan Carlos Fisher?
– Ha sido muy agradable. O sea, dentro de la dificultad que plantea el propio texto, Juan Carlos siempre hace que todo sea al revés, que sea fácil abordarlo. Las primeras semanas, somos los actores los que vamos con nuestra intuición trazando un camino y él va viendo si esas intuiciones funcionan. Y ahora, en estas últimas semanas es donde él está haciendo cambios, no drásticos, pero está tomando decisiones, para afinar la obra y quitar todo lo que sobra. Nos ha quitado mobiliario, acciones y objetos. Es curioso, porque al principio parece que todo está muy abierto y todo es posible, pero en las últimas semanas él se dedica a afinar y afinar.
– Como madre de dos hijos, ¿se ha podido ver reflejada en algún aspecto del personaje?
– Inevitablemente siempre hay vasos comunicantes, pero por suerte yo no estoy en ese lugar. Soy una mujer con una realización personal y profesional enorme. No me he aferrado a mis hijos, los he dejado volar porque estoy muy llena de mí. Todo lo contrario a lo que le pasa a la madre que interpreto. Yo he desarrollado una independencia que me permite estar llena de vida, de cosas hermosas que me sostienen y que son un motor para seguir adelante. Pero sí que es cierto que por situaciones que vivimos pasamos por etapas que inevitablemente te conectan con el personaje.
– Cada vez se ve más mujeres del mundo de la actuación que alzan la voz y denuncian casos de acoso o violencia sexual que sufrieron a lo largo de sus carreras, lo más reciente ha sido las denuncias a Carlos Vermut, ¿todavía queda mucho que trabajar en este aspecto?
– En esta industria y en la sociedad en general. Lo que pasa es que nosotros tenemos una visibilidad en el mundo de la actuación que no tienen las reponedoras de supermercado, las azafatas, las secretarias o cualquier otro trabajo donde haya una posibilidad de abuso de poder. Es muy sano que esto salga a la luz y que las mujeres que se atreven a hablar y a denunciar estos casos se sientan apoyadas. También que esto lleve al camino de la no impunidad, que es lo que ha sucedido hasta ahora. Porque lo que hay que conseguir es que se dejen de sentirse intocables, porque eso querrá decir que se lo tendrán que pensar dos veces antes de hacer nada. Lo importante es que si las mujeres nos atrevemos a hablar públicamente de esto y encontremos sobre todo el soporte en la sociedad para hacerlo y podamos sentirnos tanto escuchadas como respetadas.
– Cuando ocurre este tipo de casos siempre surge el mismo dilema: ¿Hay que separar al artista de su obra?
– Creo que sí. Inevitablemente se te tiñe algo, pero quiero decir, uno puede sentir frente a la obra rechazo o que no tenga ganas de volver a verla o que directamente ni quiera hacerlo por primera vez. Pero eso no quiere decir que esas obras no tengan derecho a existir. O sea, no creo en la censura de las obras.
– Ahora que lo menciona, ¿qué opina sobre la cancelación de algunas obras de teatro por parte de ciertos partidos políticos?
– Es algo que está ocurriendo, pero hasta ahora lo que han hecho han sido quitar títulos de obras que estaban programadas. Ahora lo que pasa es que esa censura será mucho más silenciosa, porque lo que van a hacer con sus presupuestos es directamente no programarlo. Me parece aberrante.
– ¿Las instituciones juegan un papel importante en esto?
– Por supuesto, porque las instituciones públicas tienen el deber de cuidar y fomentar la cultura.
– Con los premios Goya recientes, ¿todavía queda camino que recorrer en cuanto a la presencia de mujeres en espacio de reconocimiento?
– Nos falta poder demostrar que podemos ser tan mediocres como lo es la cantidad de hombres mediocres en todos los aspectos de la vida. Las directoras nominadas son brillantísimas y esta edición ha habido un número mayor que nunca en la historia de los Goya. Pero sigue habiendo proporcionalmente muchísimas menos directoras que directores. Se les ha exigido siempre más a ellas. Como sociedad nos queda pendiente tolerar que las mujeres sean tan brillantes o tan mediocres como puede ser cualquier hombre.
Ha hecho cine y teatro, ¿dónde se siente más cómoda?
– Para mí siempre ha sido complementario y he tenido la suerte de poder compaginar todos los medios: la televisión, el cine, el teatro y eso es lo que me da vida, realmente, el hecho de poder hacer de todo. Pero si me pusieran una pistola sobre el pecho, te diría que teatro.
– ¿Por qué?
– En el teatro tienes la posibilidad de hacer un viaje completo. El cine o la televisión están fragmentados. Pero, sin embargo, en el teatro desde que sales al escenario hasta que termina la función, tú vives la peripecia completa de ese personaje y de esa historia. Y el hecho de estar compartiendo ese momento en vivo con los espectadores te hace estar en un lugar de ritual laico. Estás iniciando un ritual en el que todos estáis compartiendo espacio y tiempo. Al mismo tiempo que estás viajando y haciendo viajar al espectador contigo ya sea a otra época, a otro lugar, a otras historias, otras gentes, otras culturas y todo eso está sucediendo en el aquí y ahora, en el momento más inmediato.
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