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La vida languidecía en Loza y en Pipaón, en Angostina y en Lagrán. Durante mucho tiempo sus vecinos morían y otros hacían el petate, cerraban ... sus casas para no volver. Ya nadie parecía importarle demasiado. Después de tantos años en la penumbra, relegada a los márgenes de la actualidad, la situación del mundo rural, el enorme reto demográfico que supone la despoblación de nuestros pueblos, vuelve a estar iluminado por el foco social y político. El Gobierno vasco aprobó ayer el Anteproyecto de Ley de Desarrollo Rural del País Vasco que pretende cicatrizar la enorme brecha que separa el campo de la ciudad. No será fácil. Sólo el 8,3% de los vascos viven en un pueblo.
Un informe de la UPV encargado por el departamento de Reto Demográfico de la Diputación de Álava ya ponía hace unas semanas negro sobre blanco una realidad evidente, palpable al recorrer los rincones de la provincia más vaciados. Uno de cada diez pueblos alaveses están en riesgo alto de quedarse sin vecinos. El 60% de los 426 núcleos de población –entre municipios y concejos– del territorio tienen menos de 50 habitantes. Y, de ellos, en 125 ni siquiera viven 25 personas.
7,1%
Entre todo este rosario de datos que sólo le rezan a la desesperanza, la consejera de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente, Arantxa Tapia, deslizó ayer un par de cifras que suponen un sutilísimo destello de optimismo: la pandemia ha devuelto algo de vida a unos pocos pueblos alaveses. Según la consejera, durante este último año se ha producido un «incremento llamativo» en las cuadrillas de la provincia más carcomidas por la escasez de población.
En concreto, siempre según los datos que maneja la consejería de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, la población en la Montaña Alavesa ha crecido un 7,1% entre 2020 y 2021. Los últimos registros del Eustat reflejan que allí vive el 0,92% de la población alavesa. Son 3.009 personas que habitan en una superficie total de 583,9 kilómetros cuadrados, concentradas en media docena de municipios y un rosario de concejos diminutos.
También se han detectado incrementos demográficos signifcativos en los Valles Alaveses, en la cuadrilla de Añana, (un 2,47%, con 228 personas empadronadas más) y en las Estribaciones del Gorbea (274 nuevos vecinos y un 2,80%). La razón que, a juicio de la consejera, explica estos aumentos en estas zonas alavessas responden «a la búsqueda de una mejor calidad de vida». Las cifras, qué duda cabe, son positivas. Sin embargo, no consiguen paliar ni de lejos la constante pérdida de población que se viene registrando en la Álava más vaciada en los últimos 40 años. Ese idílico y deseable trasvase de la ciudad al mundo rural es, a día de hoy, anecdótico tanto en el País Vasco como en el resto de España.
Con todo, la consejera Tapia destacó que la evolución de la población de los municipios más rurales en Euskadi «ha conseguido consolidarse en el inicio el siglo XXI». El reto para Lakua pasa ahora por fijar población, convencer a los que han decidido volver para que se queden. Y esto, admitió la consejera, sólo se consigue si se «mantiene y se garantiza la calidad de vida en estas zonas».
Precisamente mantener la calidad de vida en los pueblos sólo se consigue con asuntos como, por ejemplo, contar con una buena conexión a Internet. Según Lakua, el 97% de los vascos tienen acceso a la banda ancha ultrarrápida. Sin embargo, a algunas zonas de la Álava más vaciada, como en Quintanilla o en Acebedo o en Basabe, ni siquiera llega la cobertura del móvil.
La nueva ley cuyo anteproyecto acaba de aprobar el Gobierno vasco pretende eso, que el mundo rural «avance en pie de igualdad» con el desarrollo urbano. A este enfoque lo llaman 'rural proofing' y no es otra cosa que evitar que la ciudad no le ponga palos en las ruedas al lento avance del mundo rural. Tener sensibilidad con los pueblos. Creerse de verdad que el mundo rural «un factor fundamental en el desarrollo y la cohesión económica, social y territorial del país».
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