Se mueven entre la espada que supone la continua subida de los precios de la energía y la pared de no poder elevar en demasía el precio de un alimento básico, el pan. La situación de los obradores y las panaderías alavesas empeora por momentos. ... Las facturas del gas y la electricidad que calientan los hornos, «se han duplicado o triplicado en algunos casos» –coindicen en señalar los empresarios– y las materias primas con las se elaboran barras y hogazas siguen disparadas. El resultado es que el sector se ahoga. Muchos negocios han tenido que bajar la persiana y los que quedan han decidido empezar a movilizarse.
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El primer gesto tuvo lugar ayer entre las 12.00 y las 12.15 horas, cuando muchos establecimientos desconectaron sus instalaciones eléctricas. No dejaron de vender pero aprovecharon la sorpresa de los clientes para explicar su situación y «para que nos vean las instituciones». «Hay algunos compañeros que ya están en pérdidas y si la situación se agrava tendrán que cerrar», contaba Txema Pascual, responsable de la cadena Artepan.
Según los datos facilitados por la patronal alavesa, en lo que va de año han bajado la persiana 13 puntos de venta solo en Vitoria. En todo el territorio, entre 2019 y 2021, cesaron su actividad 19 negocios. Los franquiciados resisten como pueden, pero los puestos más pequeños no saben si la semana que viene podrán seguir con las puertas abiertas.
Danel Armentia dispensa media barra de pan a una clienta a la que saluda como «si fuera familia». Su pequeña tienda, sobre cuya puerta destaca un 'Pan y Prensa' sobre fondo rojo, lleva 27 años en el número 38 de la calle Dato. «Este es un negocio familiar, de mis tíos que antes lo tuvieron en Adriano VI. Desde 2008 todo ha ido a mal. Primero aquella crisis, luego la pandemia y ahora esto que es peor aún», cuenta con preocupación antes de admitir que tal como están las cosas, «sí que hemos barajado la posibilidad de cerrar»
Los precios de las materias primas suben de semana en semana pero quienes llevan una panadería asumen que no pueden repercutir todos los incrementos en los consumidores. «Es un alimento básico, la gente lo pasa mal en sus casas y en sus trabajos si los tienen. Yo no puedo poner precios demasiado altos, primero porque perdería clientes y segundo por conciencia», admite Peter Cacaj, franquiciado de La Vitoriana, en la calle Aranzabal.
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Con todo, los consumidores sí han notado que deben destinar más monedas a pagar el pan. «Cuando no hay más remedio yo les pido perdón e intento explicarles la situación. Es lo menos que puedo hacer», admite tras su mostrador. Se hace cargo de la situación mundial pero hay cosas que le dan mucha rabia. «En agosto pasado, cuando solo pusimos dos o tres hornadas al día, pagamos más por la electricidad que en octubre, cuando iban 8. No lo entiendo». Con facturas de luz de 2.000 euros al mes solo espera que «el apagón sirva para que alguien ponga mano en esto, porque nos sangran y tiene que haber un límite».
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