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Todo el mundo sabe que la antigua residencia de los Ajuria, propietarios de una de las empresas más importantes de la historia vitoriana, Ajuria, más conocida como la Meta, es actualmente la sede oficial del lehendakari, el lugar que concentra más poder en la Comunidad Autónoma. Pero pocos se acuerdan de que el entonces presidente del Gobierno vasco, Carlos Garaikoetxea, tuvo entre sus manos la posibilidad de transformar una finca y un palacete del siglo XX ubicado en Foronda en una especie de Moncloa vasca, una alternativa que se barajó hasta el final.
Tras la promulgación del Estatuto vasco en 1979, se aprobó también al año siguiente la Ley por la que Vitoria Gasteiz pasaba a ser sede de las instituciones de la naciente Comunidad Autónoma Vasca. La Diputación alavesa, la única de las tres que tenía recursos técnicos y económicos en esos momentos, se volcó en la búsqueda de un edificio noble que cumpliera esa misión. Tras un período de chequeo por la capital y por la provincia quedaron tres candidaturas: la propia Ajuria Enea, la casa de la Señorita en Sarria (Zuia) y el palacio del marqués de Foronda en la localidad del mismo nombre.
¿Por qué se pensó en la finca de Foronda? Por similitud con la Moncloa, el complejo de edificios que alberga la Presidencia del Gobierno de España y la residencia del presidente del Gobierno español y su familia: cercanía a la ciudad, al aeropuerto, a la autovía de Bilbao y a la N-1, como el palacio madrileño. Es además una finca amplia de casi tres hectáreas para levantar varios edificios, aparte de los existentes, 2.200 metros construidos, algo que en Vitoria se ha tenido que hacer con el complejo de la Lehendakaritza que comunica por un subterráneo con Ajuria Enea. En ese momento, se valoraba por encima de todo la seguridad y Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia española prefirió las afueras (la Moncloa era el lugar al que se llevaba a los huéspedes de otros países desde 1954 a 1976) a un palacete en el interior de Madrid, más expuesto a los atentados o a las manifestaciones. Son conocidas las palabras del presidente francés Sarkozy cuando dijo que la Moncloa le parecía un ejemplo de funcionalidad y pragmatismo arquitectónico como sede de una jefatura de Gobierno. Todas esas razones pesaban y Foronda tenía todas las papeletas para convertirse en la sede que se buscaba.
La Diputación quiso cerrar cuanto antes la adquisición de la finca y tras unas gestiones iniciales hallaron una buena disposición tanto en el administrador del tercer marqués como en su hijo. Pero la última palabra la tenía Luis de Foronda, que residía en Barcelona, y que a sus más de 80 años seguía siendo consejero de Fuerzas Eléctricas de Cataluña, FECSA.
Hasta allí se desplazaron los dos hombres clave de la operación. El entonces diputado general, Emilio Guevara, y el jefe del Servicio de Arquitectura de la época, Julio Herrero. «Hubo que explicar la situación política –comenta Herrero- ya que no estaba al tanto de la existencia del Gobierno vasco, ni de la capital de la comunidad. Ni siquiera, creo, de la existencia del Lehendakari. Al comentarle nuestra pretensión, torció el gesto, y nos preguntó si íbamos a expropiar la finca. Le dijimos que no era esa la intención pero que nos había animado a ir la buena disposición del administrador y de su hijo, a lo que respondió dudando de la capacidad de éste. Seguimos insistiendo en la voluntad del heredero de llevar a cabo la venta, y nos respondió: 'sinceridad por sinceridad, no pienso dejarle la finca'. Con lo que dio por acabada la reunión, no sin antes decirnos el cariño que tenía a Foronda por haber sido allí donde murió su padre».
El marqués rechazó la invitación a comer de los enviados forales (decía que siempre lo hacía en una tasca bajo su oficina donde le hacían un buen precio). Antes de abandonar el despacho, Herrero preguntó si era aficionado a los barcos, al ver la foto de un velero en la pared. Contestó que era «el barco que entre varias familia le habían regalado a Don Juan de Borbón, y que si necesitábamos algo del Rey (Juan Carlos I) él tenía mano con su padre».
Fallecido el aristócrata, en la década de los ochenta la Diputación logró adquirir la finca que tras varias vicisitudes acabó como centro de desintoxicación de drogadictos, dependiente de Osakidetza. Devuelta a la Diputación en el año 2009, fue utilizada como centro de menores durante un tiempo. Desde 2011 permanecía vacía. En 2019 fue comprada por el grupo empresarial de Gonzalo Antón por 1,2 millones de euros con el objetivo de transformar la finca en una gran residencia de ancianos y un centro de gastronomía de vanguardia. Recientemente, ha sido objeto de polémica porque uno de los edificios adyacentes a la casa palacio había sido derribado sin autorización.
El título de Marqués de Foronda es uno de esos nombramientos aristocráticos de principios del siglo XX que obedecía no a la nobleza de cuna sino a la de los méritos en los servicios al país, especialmente económicos, amparados por un Alfonso XIII necesitado de apoyos de las oligarquías del dinero. Fue concedido en 1916 a Manuel de Foronda y Aguilera, por su contribución a la Historia y a la Geografía. Suyas fueron las investigaciones de los viajes de Carlos V y los estudios que conllevaron al cambio de nombre de numerosos pueblos de España que se repetían, entre otras aportaciones. Aunque había nacido en Ávila, Manuel de Foronda podía bucear en su genealogía hasta dar a parar con un tal Sancho de Foronda, que había nacido en la localidad alavesa en 1571, y otro Sancho que había muerto en la conquista de Granada. De Manuel se conserva una escultura en el Museo de Bellas Artes de Vitoria.
Movido por su relación toponímica y ancestral con Foronda, fue el segundo marqués de Foronda, Mariano de Foronda y González Bravo quien decidió comprar un solar para construirse su casa en la localidad alavesa. Fue en 1927 y, según cuentan algunas crónicas, el rey Alfonso XIII asistió a la inauguración. Este segundo marqués es el más importante de la saga. Militar, empresario, dirigió con mano dura la empresa Tranvías de Barcelona durante casi 30 años y consiguió otros dos títulos nobiliarios, I conde de Torre Nueva de Foronda y II conde de Larrea (este rehabilitado), además de la Grandeza de Españal . Era lo suficientemente rico como para construirse, además de la casa de Foronda, otro palacete de veraneo en Zumaya y otra casona en el parque nacional de Cazorla, que también subsisten con distintos usos.
Mariano, que fue un hombre clave durante la época de la Restauración por su influencia en Alfonso XIII, tenía una predilección especial por su finca de Foronda. Aquí recibió a grandes personajes de la política y la sociedad española. Durante la Guerra Civil, cedió el edificio a las tropas nacionales que lo utilizaron como hospital de sangre. Aquí se celebró en el verano de 1958 una gran boda señorial, la de su nieto, Manuel, luego, IV marqués y el hombre que autorizó la venta a la Diputación. Y aquí falleció en 1961.
Un edificio, con una gran historia, que pudo ser la sede de la lehendakaritza. Finalmente, Garaikoetxea se decidió por Ajuria Enea.
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