El paisaje humano en la obra de José Arrue
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El olvido, a veces, tiene algo o bastante de menosprecio, lo cual duele. Pero también en muchas ocasiones es más una cuestión de desconocimiento, de desidia o simple dejadez. Así apabullados como estamos y vamos por esta vida tan acelerada y llena de falsas urgencias ... como si no hubiera un mañana. Y luego están esos que siempre dicen estar muy ocupados pero sin ocuparse realmente nunca de nada: los que con su inacción, cuando no es malicioso estorbo, posponen situaciones y oportunidades aniquilando iniciativas. Por eso hay que celebrar por todo lo alto con repique de campanas si fuera necesario que en estos tiempos tan actuales, sobre todo desde Llodio y su comarca ayalesa, se vaya reclamando con periódica insistencia, sin desmayo, la figura de José Arrue (1885-1977), artista influyente y reconocido en su época entre los grandes.
En contra de lo que leemos y se declara -hacen muy bien los laudiotarras en insistir- no pensamos por nuestra parte quizá un tanto ingenuamente que José Arrue haya estado olvidado en ningún momento de la historia, como si fuera la sombra de una sombra. Mantener una 'tensión informativa' durante épocas largas no resulta fácil. Incluso la heroica figura de Aurelio Arteta no ha contado en estos años con los homenajes merecidos y esperados aprovechando algunas de esas fechas señaladas de su biografía. Pero es que ni siquiera en otras órbitas más populosas y multitudinarias que el arte, Zarra, incluso don Telmo Zarraonaindia ha despertado interés entre la legión de admiradores que tuvo. ¡Aquí no se salvan ni los pichichis!
Siempre quedan deberes por acometer, que no se olviden es lo mejor que puede ocurrir. Así, esta iniciativa o conjunto de propuestas agrupadas desde Llodio en torno al arte y la trayectoria del segundogénito de los hermanos pintores. Un transparente panorama de los intereses artísticos de José Arrue que fueron múltiples y plurales, necesariamente muy resumidos, se reúne en esta oportunidad aportando imágenes muy características de su iconografía más alegre, fresca y jovial.
Figuras agrupadas como hermanadas en sus marcos físicos y humanos, exaltaciones festeras, resonancias de un mundo cordial, una intrahistoria de costumbres y de vivencias, de maneras de comportarse y de vivir con sentimiento, con valores y detalles prolijos. Signos artísticos que son huellas culturales ya irrenunciables en el arte vasco.
Inteligible y amena resultó siempre la obra de José Arrue. Vital y positivo fue el artista con una personalidad inteligente que supo desplegar con lucidez durante la segunda parte de su vida cuando este bilbaíno de la anteiglesia de Abando se estableció terminada la guerra en tierras de Ayala, en Areta definitivamente después en Llodio. Como trinchera primero a modo de autodefensa, fijando posiciones en una época posbélica áspera, como nido, como lugar de amorosa protección más adelante para sus quehaceres artísticos.
Exposiciones, catálogos, conferencias y hasta una escultura en su recuerdo y memoria amén de otras aportaciones de claro valor etnográfico recuperando ropajes y vestimentas, de todo ello un poco durante estas semanas. En justa correspondencia por parte de sus paisanos, como testimonio siempre vivo y renovado.
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