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Si en enero de 2000 Vitoria pasó a los anales de la historia con sus 23 días de heladas, este pasado mes no se ha ... quedado lejos. La capital ha registrado 21 jornadas con los termómetros bajo cero. Pero los vitorianos no han sido los alaveses que más han tiritado en este arranque de año. Para encontrar las temperaturas más bajas hay que mirar a Ozaeta. Sus habitantes se han hartado de verse reflejados como el municipio más frío del territorio. Han liderado la tabla de las mínimas durante 24 jornadas. En este pueblo de Barrundia han pasado las noches más gélidas con hasta los -11,7 grados del pasado día 29. Un registro no muy lejano a la mínima histórica, la de Espejo en 2010, con -15,3.
Ozaeta ha encarado una «temporada de lluvias, seguida de otra de nieblas y heladas», como indicaba el alcalde Rodolfo Uriarte. Pero este pueblo es de otra pasta. «No ha sido para tanto, estamos acostumbrados», decía convencida Susana López de Ullíbarri al frente del economato del pueblo. «Lo único excepcional es que se ha alargado mucho en el tiempo. Pero para que salgan las berzas y se sequen los chorizos tiene que hacer frío», asumía.
Todo lo contrario que para los huevos. O al menos así lo apreciaba Javier Barrena en sus gallinas. «Igual que nosotros nos encogemos cuando tenemos frío, ellas también», acertaba a decir con bastante atino. Algún contratiempo ha producido la rasca en más de una huerta. Las cebollas de Julia García de Albéniz han aguantado bien bajo tierra, pero «las lechugas se me han podrido», lamentaba esta vecina, que además reconocía que, a falta de facturazos por la calefacción, este invierno ha tirado más de leña.
Y eso que pese a haber sido un mes con una temperatura media normal, las mínimas más bajas y las máximas más altas han hecho de enero un carrusel térmico. Del mismo modo que el anticiclón continental trajo noches gélidas, también dejó días apacibles. En la haurreskola, por ejemplo, se han apañado con los críos «sacándoles a pasear más hacia el mediodía», contaba Asier, uno de los profesores. No en vano, los alaveses han podido disfrutar, pese el hielo nocturno, del comienzo de año con más horas de sol de la historia. Este mes pasado se registraron 154 horas de insolación en Vitoria frente a los 84 que suelen ser habituales en esta época invernal.
«Da la sensación de que en la ciudad la gente a poco que haga frío se quejan, más todavía con la nieve. En los pueblos se conforman», apostillaba el docente. Así, con normalidad, lo vivían Blanca Martínez de la Hidalga y Narciso Ochoa de Zuazola cuando estos días veían a su hijo rascar con una tarjeta la luna del coche para quitarle toda la escarcha posible. «Con estos días que ha hecho no hemos salido ni por la mañana ni por la tarde», decía la mujer desde el umbral de la puerta, deseosa de volver a su mecedora, puesta a drede junto a la lumbre.
Con el fresco no era de extrañar que también se formara alguna placa de hielo en la carretera de acceso al pueblo. De ello fue testigo el alcalde. «También han habido problemas de abastecimiento de agua puntuales», añadía. Pues pese a que el mes ha sido normal en precipitaciones, casi toda la lluvia se concentró el día 9. El agua que no cayó del cielo se tuvo que derramar por los grifos para evitar que las cañerías reventaran. «Hace tiempo que no me pasa, pero a mi hija le sucede a menudo», decía Blanca. Javier Barrena ya tenía su propio método, más rudimentario. «Yo coloco un cojín encima del grifo y también funciona», juraba.
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