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Domingo, 8 de diciembre 2019, 01:30

Las radiografías tienen algo de inquietante. No tanto por esa ceremonia aséptica a la que te tienes que someter cada vez que te hacen una. Impone muchísimo ese aparato. La bata. La soledad en penumbra. Y, a cada zumbido, el hipocondríaco casi visualiza los ... tumores radiactivos brotándole de los tejidos blandos como hongos en otoño. No, no es por eso. Lo más sobrecogedor llega en el momento de recibir los resultados, esas láminas negras que los médicos miran al trasluz. En esas sombras blanquecinas, en esas formas amorfas, uno es capaz de escudriñarse por dentro, tan frágil, tan vulgar. Todo tú comprimido en una simple estructura emborronada. Algo así, aunque quizás de una forma muy remota, sientes cuando te ponen ante las esculturas de Ernesto Knorr. Sus obras reducen todo un universo creativo a lo geométrico, a lo esencial. Al puro hueso. Carcomido por el óxido.

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elcorreo De óxido y hueso