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La médica miró en derredor y, tras darse unos segundos para cerciorarse de lo que estaba viendo, rompió en un gritó: «¡Joder, que esto es Cruces, no es África!». Fue un desahogo de incredulidad que ayer pudo escucharse en la zona de Urgencias habilitada en ... el hospital vizcaíno para atender en exclusiva los casos de coronavirus. Saturación de servicios que bordean el colapso, falta alarmante de material y medios para atender a los pacientes, turnos de trabajo encadenados... Escenas similares se han podido ver en todos los centros sanitarios de Euskadi desde el estallido, hace ya un mes, de la pandemia en la comunidad autónoma, la más castigada tras Madrid y Cataluña.
Un desolador escenario que en las próximas horas empeorará aún más y que va a someter a la arquitectura sanitaria vasca a la mayor prueba de estrés de su historia. Ésa es la certeza con la que trabajan los profesionales de Osakidetza. El momento crítico de la crisis, ése en el que se registrará el 'pico' de infecciones, es inminente. La consejera vasca de Salud, Nekane Murga, evitó ayer verbalizarlo en su comparecencia de prensa -«es difícil definir exactamente cuál va a ser el número de contagios», se limitó a señalar-, pero los epidemiólogos del Ministerio de Salud lo tienen claro. «La ola más dura, la más dañina, llegará a finales de semana y pondrá al límite (a los servicios sanitarios», alertó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado sábado.
Antes de que se constaten los efectos de las medidas de confinamiento, el número de positivos seguirá creciendo -ayer se confirmaron 675 nuevos casos- y el sistema sanitario deberá hacer frente a una trágica realidad: «Lo más duro está por llegar». «Sobreviviremos a duras penas y, si hace falta, moriremos en el intento», reconocía ayer con crudeza una celadora vizcaína.
El entramado sanitario vasco se apoya en tres pilares básicos, infraestructuras, personal y material, entrelazados entre sí y que, a día de hoy, están sometidos a una presión casi asfixiante.
Más allá de las infraestructuras, la preocupación se centra en el personal sanitario y en su lamento unánime sobre la carencia de medios para atender con seguridad a los pacientes contaminados por el Covid-19. La plantilla con contacto directo con casos positivos, desde personal de limpieza a médicos, pasando por celadores, auxiliares y enfermeras, carecen de suficientes EPIs (equipos de protección individual), que deberían cambiarse cada vez que tratan con un enfermo. En cambio, se están viendo obligados a usarlos durante horas seguidas.
Las quejas apuntan directamente a la falta de batas impermeables, básicas para evitar contagios con fluidos. Ayer llegó una remesa a Cruces. Habían pedido 1.000. Recibieron 80. «Ahora nos mandan de celulosa, que se rompen, y nos recomiendan que nos pongamos por debajo delantales, de plástico para mayor seguridad», denuncia Amaia Mayor, representante del sindicato SATSE en Bizkaia. En algunos hospitales se han podido ver situaciones desesperadas de personal colocándose bolsas de basura alrededor del cuerpo y usando calzas de los pies como gorros. O directamente comprando por su cuenta el material que sus superiores sólo les hacen llegar «con cuentagotas».
En Txagorritxu, por ejemplo, la consigna es «estirar al máximo la vida útil» de las mascarillas de máxima protección, que antes se usaban una vez por turno y ahora se mantienen más allá de una semana. Y enfermeras de todos los hospitales se han enfrentado al drama de tener que entubar o aspirar secreciones a pacientes infectados con «mascarillas normales», que no detienen el virus. «Esas intervenciones no podemos efectuarlas a un metro de ellos. ¿Cómo lo hacemos entonces? No se nos puede pedir algo así», denuncia Mayor.
Los profesionales se quejan de que Osakidetza está «rebajando» de manera constante los protocolos de actuación en función del material que se dispone en cada momento. «Nos los cambian de un día para otro y la incertidumbre es total. Las condiciones en los hospitales son durísimas», describe Ana Vázquez, responsable del área de Sanidad en Euskadi en UGT.
Las protestas también han llegado desde los técnicos de pruebas diagnósticas, los encargados, por ejemplo, de sacar las radiografías de tórax a los ciudadanos que llegan a Urgencias con síntomas. Se sienten «desprotegidos» puesto que, como tratan a esos pacientes antes de que sean diagnosticados como infectados, se manejan con ellos sin protección. «Luego sí, una vez se confirma el positivo, tienes derecho al EPI. ¿Y antes?», se preguntan.
Con estos medios y estas exigencias se está enfrentando el personal sanitario a la pandemia, lo que les ha llevado a niveles de «estrés y pánico» en muchas ocasiones «insoportables». «Estamos agotados física y psicológicamente. La sensación de desprotección es constante», reconoce una profesional vizcaína. «Hay mucho miedo y nerviosismo, pero la gente está muy implicada. Está dándolo todo», añade otra fuente de Osakidetza.
Por delante les esperan jornadas «clave» en esta crisis. No sólo al personal de las unidades inicialmente implicadas en la crisis. Osakidetza es ya, en su conjunto, la primera línea de batalla contra el coronavirus. Se han cancelado operaciones y las consultas no esenciales y reorganizado servicios para derivar a sus trabajadores a los departamentos «metidos en la trinchera». Por ejemplo, de ginecología a Urgencias. Son personal sin especialización que está recibiendo una formación acelerada con vídeos, como ocurre en el caso de Cruces.
En la 'radiografía' que se hace desde Osakidetza al conjunto del sistema, la inquietud se centra en los hospitales de Txagorritxu, en Álava, y Galdakao, en Bizkaia, golpeados directamente por el coronavirus y que se encuentran, sobre todo el primero, más allá de su capacidad operativa. La prioridad es evitar su «colapso». Ésa es la palabra clave: colapso. Osakidetza necesita que sus hospitales sean capaces en los próximos días de asumir como sea esa «ola dañina» y mantenerse operativos para atender a los miles de pacientes que recibirán.
En estos momentos, sin embargo, los indicios no son buenos. Las estancias en las Urgencias de los principales complejos -Cruces, Txagorritxu, Basurto- antes de pasar a un 'box' están llegando a superar las «doce horas». «Y las ha tenido que pasar sentada en un silla junto a otros seis enfermos. Sola. Sin nadie a su lado», lamentaba ayer el familiar de una paciente ingresada en Cruces.
El cuello de botella se produce a la hora de someter a la prueba del coronavirus a las personas que acuden con evidentes síntomas de neumonía. Sólo se les practica, al menos en el caso de Basurto, a los pacientes más graves. El resto son diagnosticados con una placa de rayos y enviados a su casa. Los laboratorios trabajan a pleno rendimiento pero, aun así, no dan abasto con el ingente número de tests que tienen que procesar. Y las exigencias irán a más.
Ese mismo escenario se dará en las unidades de cuidados intensivos, vitales para frenar la curva de fallecimientos. Osakidetza tiene un plan para habilitar, en el peor de los escenarios, hasta 550 camas de este tipo, para lo que está aprovechando toda dependencia hospitalaria con toma de oxígeno capaz de alimentar un respirador. Txagorritxu, por ejemplo, recibió ayer uno de una clínica de reproducción asistida, que servirá para incrementar por encima de 40 su cifra de plazas en la UCI.
Si en el inicio de la crisis Osakidetza designó a Txagorritxu, Cruces y Donostia como hospitales de referencia en la lucha frente al Covid-19, ese planteamiento ha saltado por los aires. De cara a las próximas jornadas, todos los complejos sanitarios públicos -y buena parte de los privados- recibirán ya pacientes infectados.
La clínica que el Igualatorio Médico Quirúrgico gestiona en Zorrozaurre tiene ocupadas de momento tres de las cinco plantas con las que cuenta para pacientes con Covid-19, según informó ayer el IMQ en una nota. La Clínica Virgen Blanca recibirá también de manera inminente a los pacientes que se le deriven desde el sistema público con este mismo propósito. Los profesionales de este equipamiento, que trabajarán en las instalaciones junto con personal de Osakidetza, han recibido ya formación especializada para el adecuado manejo de la situación. La compañía reiteró la total implicación de la sanidad privada vasca frente a la emergencia provocada por el coronavirus y destacó la importancia de sumar «todos los recursos».
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