Ocho años de cárcel para el joven que violó en Landa a una menor amiga de su novia

Durante meses, la adolescente calló su pesadilla y no se presentó en el Juzgado a denunciar la violación. Temerosa de que su situación irregular, y la de su padre, les devolviera a Latinoamérica cuando le pidieran identificarse. Al final se armó de valor para presentar la denuncia. El fallo -con la magistrada Ana Zulueta de ponente y suscrito por sus compañeros Jesús Poncela y Francisco García Romo- revela la desesperación que sufrió, pero también alerta de las probables secuelas que arrastrará en el futuro. «El informe de la Unidad de Valoración Forense Integral concluye que es altamente probable que estos hechos tengan influencia en su desarrollo psíquico». En la sala de vistas, la chica habló con un hilo de voz. Rota por fuera y por dentro.

Los especialistas médicos revelaron que «se siente estigmatizada» y que incluso «hubiera preferido que esto se hubiera olvidado». Se refieren a que, en la primavera de 2019, su entonces mejor amiga le rogó que intercediera con su novio, el procesado, que ahora tiene 27 años. Ella accedió y quedaron, pero con intenciones diferentes. Esta menor lo hizo para ayudar a su amiga. «Él pretendía emborracharla y aprovecharse de esta situación como luego se ha demostrado», asegura la resolución penal.

Le hizo ingerir media botella de un licor de alta graduación y, cuando se hallaba seminconsciente, la forzó dentro de su coche, estacionado en Landa, junto al pantano. A continuación volvieron a Vitoria. «Me dejó tirada como a un perro en el parking de El Boulevard», declaró la chica, que sí contó de inmediato su tormento a varias personas cercanas. Todas lo corroboraron durante el juicio.

El ahora sentenciado, que a lo largo de la investigación dio hasta tres relatos diferentes, sólo reconoció unos besos. «Hay tantas versiones como veces ha declarado, adaptándola a lo que considera que procesalmente puede ser más beneficioso para él», aprecia la jueza Zulueta, que también afea la actitud de la supuesta expareja del encausado y exmejor amiga de la víctima.

El juicio se demoró una semana debido a que esta joven no se presentó en la fecha señalada. Acudió siete días después previa advertencia de ser detenida. Y en sus respuestas apenas aportó nada, pese a ser una de las primeras personas que estuvo con la menor tras el ataque. La resolución habla de «testimonio evitativo. En su declaración parecía que no quería recordar los hechos, que no quería perjudicar» al acusado. Un detalle: aquella mañana abandonaron juntos el Palacio de Justicia. El chico, por cierto, manifestó en su alegato final que «si es por llorar, yo también puedo llorar», en referencia a la menor.

Un mes después de aquello, la Audiencia Provincial de Álava le impone ocho años y medio de cárcel, una década de alejamiento de la agredida, un lustro de libertad vigilada cuando cumpla su condena y 20.000 euros de indemnización a su víctima. Contra este dictamen cabe recurso.