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Mariposa del aire/¡que hermosa eres!/Mariposa del aire/dorada y verde./Luz de candil…/Mariposa del aire, /quédate ahí, ahí, ahí. /No te quieres parar, pararte no quieres…». Este poema infantil de Federico García Lorca invita a observar al insecto más popular del mundo, ... el preferido de niños y mayores por el colorido y simetría de sus alas y por su grácil vuelo. ¿Quién en un intento de fotografíar una mariposa no se ha llevado de premio un primer plano de un cardo? En Álava, los amantes de estos imprescindibles polinizadores tienen más fácil que nunca adentrarse en su mundo y ver cómo se alimentan del néctar de las flores. Llega la mejor época para la observación de tximeletas diurnas y nocturnas y el territorio ofrece una red de 14 oasis de mariposas, jardines diseñados expresamente para atraer a estos animalillos y que se convierten estos días en un festival del color. Es una buena cifra. Supone que casi uno de cada diez de los 170 edenes para pinpilinpauxas que hay en España se ubica en Álava, explica Yeray Monasterio, presidente de Zerynthia, una agrupación de profesionales y aficionados a la entomología preocupada por el estudio, protección y divulgación de los lepidópteros.
Existen cerca de 6.000 especies de mariposas diurnas y nocturnas en el mundo y Álava atesora una importante muestra de muchas de ellas. El primer oasis se creó en el parque natural de Valderejo en 2016 y desde entonces la red no ha dejado de crecer. Los hay ya en Izki, en Salburua, en el botánico de Santa Catalina, en Elburgo (dos), en Berganzo y en Lapuebla de Labarca, Navaridas, Moreda, Samaniego, Leza, Elvillar y Kripan y está en marcha uno en Legutio. Con ayuda de cuadrillas, ayuntamientos y particulares se seleccionan terrenos en los que se plantan diversos arbustos de especies autóctonas como tomillo, orégano, espliego, lavanda, ruda e hinojo y se deja que la naturaleza haga su magia. «Algunas de estas plantas aromáticas atraen a los adultos y otras son muy apropiadas para que pongan allí sus huevos y se desarrollen las orugas».
Las orugas. Algo se mueve en el corazoncito de los alaveses porque empiezan a no repudiarlas, reflexiona Yeray. «Hay que cambiar el chip. No hay que ver una oruga, decir 'qué asco' y pisarla. Hay que ser conscientes de lo dependientes que somos de estos instectos porque forman parte de la base de nuestra cadena trófica. Son polinizadores y sin ellos no comeríamos muchas frutas y además son el alimento de muchas especies».
No nos sobran polinizadores en el mundo. Los pesticidas han hecho mella en ellos. Y aunque cada vez hay más conciencia, el daño está hecho. En algunos invernaderos de Almería contratan a empresas especializadas en la cría y comercialización de abejorros para que se encarguen de trasportar el polen de unas flores a otras, tan importante para que haya tomates, pimientos o fresas. Porque no tienen más. Y en China, los agricultores polinizan sus manzanos y perales de manera manual porque ya no existen abejas. Usan tarros de polen y pinceles y los más ancianos del lugar van flor por flor con ayuda de los niños, los más capaces de escalar hasta lo más alto.
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No puede ocurrir lo mismo con las mariposas y por eso los oasis se han convertido en «una herramienta» más para evitarlo. «No son en sí mismos la solución», matiza Yeray, pero son claves para la sensibilización y divulgación. Y en algunas ciudades «son incluso la punta de lanza para que la biodiversidad entre». No es el caso de Vitoria, la Green Capital, plagada de zonas verdes, pero sí el de otras urbes más entregadas al hormigón donde «es muy difícil encontrar un bicho», relata el entomólogo.
Además de ayudar a diseñar cada uno de estos jardines con las plantaciones que más atraen a las mariposas, Zerynthia se encarga del diseño de los carteles que explican a los observadores qué es lo que pueden encontrarse en cada zona. Cada uno de estos puntos de observación tiene asignado un número y unas coordenadas, de manera que aparece en el mapa de España, junto al resto de oasis de la red.
Cada cartel contiene información sobre el proyecto de la red de oasis y nociones básicas sobre la vida de las mariposas y su alimentación y luego añade un apartado relacionado con las especies más comunes de la la zona que uno visita y sus características.
Así, de la mano de esta asociación y de los amantes de estos insectos, el curioso podrá adentrarse en el mundo de 'los besos alados y de colores' como algúnos poetas describen a los lepidópteros. Aprenderá más de las polillas, esas otras mariposas menos coloridas pero no menos interesantes. Sabrá que la vida media de estos insectos en su forma alada es de 15 días, pero que hay especies que hibernan y que son capaces de vivir casi un año; que algunas polillas resisten el frío bajo un abrigo de pelo que ya lo quisieran para sí los protagonistas de Juego de Tronos o que hay una especie, la cardera, capaz de recorrer cada año 4.000 kilómetros en un viaje anual hacia el Sáhara. El récord de longevidad lo tiene una polilla de Groenlandia que vive 7 años.
Yeray Monasterio sabe tanto de mariposas que su verbo no tiene fin. Cita algunas de las más vistosas que se pueden encontrar en los diferentes oasis alaveses. Está, por ejemplo, la esfinge colibrí, esa polilla que vive de día, que chupa el néctar en vuelo y que algunos confunden con la colorida y diminuta ave tropical. Se pueden ver sin dificultad las blanquitas de la col, la hortaliza que tanto les gusta cuando son orugas, o la amarilla colias. En el oasis de Santa Catalina están plantadas algunas coles para que los visitantes puedan ver mejor todo su ciclo de vida, desde el huevo hasta la metamorfosis. Y junto al parketxe de Valderejo crecen unas plantas tóxicas que son las favoritas de la mariposa arlequín. Verlas es un espectáculo por sus colores «y este es el momento», anima el especialista. Los más animados pueden enviar sus fotografías y descubrimientos.
Zerynthia organiza actividades divulgativas y al mismo tiempo se dedica al estudio. «Aún se sabe poco porque hay muchas especies y permanentemente estamos publicando artículos sobre su morfología, conservación o distribución geográfica».Trabajan por toda la península y también en las islas. Durante el confinamiento descubrieron dos especies nuevas en la Gomera y Hierro, a las que bautizaron con nombres de mitología canaria.
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