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El virus ha matado ya a 163 mayores en las residencias alavesas. Por su edad y sus múltiples patologías son sus víctimas predilectas, a lo que hay que sumar la facilidad que tuvo para colarse en estos centros durante la primera ola, cuando se cobró ... 140 vidas. Todo ello ha acelerado la revisión del modelo asistencial prevista en Álava a lo largo de la legislatura, ocupando una parte importante del discurso de política general del jefe del Ejecutivo foral, Ramiro González, en el arranque del curso. Residencias modulares que funcionen casi como apartamentos, refuerzo de la ayuda a domicilio, atención aún más personalizada en los servicios forales... El nuevo modelo se encamina hacia estas cuestiones en las que la Diputación, las residencias y los usuarios parecen tener más puntos de encuentro que diferencias. Al menos, sobre el papel .
EL CORREO ha reunido a cuatro voces autorizadas en este debate crucial. El diputado foral de Servicios Sociales, Emilio Sola (PNV), es el hombre del Palacio de la Provincia que gestionó la crisis en la red foral durante la primera ola de la Covid-19 con bastante más transparencia que su homólogo vizcaíno, ofreciendo casi a diario el terrible balance. Patxi Amuntio es director general de Sanitas Mayores, cuyo geriátrico de San Martín fue uno de los más golpeados la pasada primavera. Nerea Amenabar es cofundadora de Ubikare, una empresa dedicada al cuidado a domicilio que ha notado un repunte de la demanda. Y el cuarto invitado es Miguel Ángel Echevarría, exteniente de alcalde y concejal de Asuntos Sociales con el PP en el Ayuntamiento de Vitoria, que abandonó la política para acompañar a su mujer en la enfermedad durante sus 13 últimos años de vida. Ahora trabaja en proyectos relacionados con la asistencia a mayores.
Con centros de casi 150 plazas, los gestores defienden su seguridad por tener separación por módulos. «Son cuatro geriátricos en uno»
Sanitas abrió hace apenas un año una residencia de 139 plazas en San Martín y la Diputación impulsa una nueva en Lakua para 150. Ambos defienden que estos proyectos tienen separación por módulos y que huyen del modelo 'hotel' de antaño.
– Patxi Amuntio: Cuanto mayor sea el tamaño de una residencia, más medios habrá, como pueden ser el servicio médico o enfermería 24 horas. Pero estos equipamientos están divididos en distintas unidades con habitaciones, salas de estar, comedor, aulas de terapia, consultas e instalaciones de oxígeno. Eso te permite trabajar por niveles de deterioro cognitivo y una gestión más familiar. Ya no existen aquellas residencias tipo hotel con un salón enorme y un comedor para todos los usuarios. Medicalizar no es convertir en hospitales estos centros, sino guardar lo bueno de esa unidad convivencial pero tener medios para que estén atendidos.
– Emilio Sola: Yo descubrí el sistema modular a finales de los ochenta en Dinamarca y lo copiamos para el centro Ajuria, que en verdad son cuatro residencias en una. Ahora debemos avanzar hacia la atención integrada centrada en la persona, que no es cosa de ahora y no es por la pandemia. Hay que cambiar el chip de la organización de que esto no se hace según horarios, sino en función de la persona atendida teniendo en cuenta su confort o sus preferencias. Eso lleva tiempo. Si hablamos de gente con riesgo de dependencia (grado 1), la vivienda comunitaria o los apartamentos tutelados son la solución. Pero en las residencias de la Diputación damos servicio a grados 2 y 3, muchos con demencia,
– Miguel Ángel Echevarría: En Navarra también hubo un alto porcentaje de mayores muertos y los partidos han acordado que los proyectos no sobrepasen las 16 plazas individuales con su salón y cocina. Además plantean la opción de servicios de corta estancia para casos de rehabilitación y la figura del profesional de referencia sociosanitario en el centro.
– Nerea Amenabar: Es que aquí se ha hablado mucho de arquitectura y muy poco de la vida de los internos. Creo que cuando una persona llega a una residencia lo hace con un nivel de deterioro bastante alto y tienes que fiarte de lo que te diga su familiar de referencia, pero ¿eso es realmente lo que quieren en sus últimos días de vida?
– P. A.: La clave será interpretar la personalidad de cada persona.
– M. A. E.: Además, los mayores necesitamos seguridad para ir a las residencias. Yo he encontrado personas que aún teniendo un grado de dependencia 3 (el más alto) no van porque les da miedo, les sigue dando respeto.
– P. A.: Ahora contamos con muchos más medios.
– N. A.: Hay mucho miedo. Ha habido gente que ha contactado con nosotras porque querían sacar a sus familiares de los geriátricos o de mayores que iban a salir y pensaban alquilar un piso para ser atendidos allí.
20% de los alaveses supera los 65 años, según el CIS. Una tasa que aumentará a medida que envejezca la generación del 'baby boom'. El territorio cuenta ahora con 4.213 plazas geriátricas, 1.141 de titularidad pública.
Coinciden en que la experiencia ha servido para dar una respuesta distinta en la segunda ola. «Hemos aprendido a basede muchos muertos»
– Patxi Amuntio: El virus nos pilló desprevenidos a todos, pero hemos reaccionado con planes, protocolos y hemos garantizado la línea de suministros para que, a partir de ahora, no falte protección a los trabajadores y a las personas. Creo que hubo una respuesta coordinada.
– Emilio Sola: Cuando tengo que hacer un resumen de estos meses no soy capaz de transmitir todo el estrés y la tensión acumulada por la toma continua de decisiones. Ha habido coordinación, pero la mayor o menor suerte ha influido en demasiados casos. Hemos aprendido muchísimo de cara a esta segunda ola. De hecho, ahora las residencias grandes no están teniendo incidencia porque tienen capacidad para hacer aislamiento por cohortes y cuentan con unos planes de contingencia perfectamente diseñados. El número de positivos se traducía antes en equis muertos y ahora la mayoría se recupera.
– Miguel Ángel Echevarría: Hemos aprendido a base de muchos muertos en nuestras residencias. El 43% de los fallecidos en el País Vasco durante la primera ola estaban en residencias, por lo que algo habremos hecho mal o no del todo bien.
– E. S.: Aquí se actuó desde el minuto uno, el 2 de marzo, contra un virus con una altísima letalidad. Hubo un gran problema de material porque estábamos en estado de alarma, tenías que pagar unas facturas a bancos de otros países y veías al presidente de Lombardía denunciando que le habían timado y otros que les robaban material a pie de pista.
– M. A. E.: Ahora, después de todo lo vivido, creo que podemos tener seguridad de estar en una residencia, pero en primavera se descontroló. El mayor va a morir, eso hay que interiorizarlo, y existen asuntos como la gripe que acaba con algunos que tienen patologías, pero que el 43% de los muertos por Covid-19 sea en residencias...
– E. S: La edad media que tenemos en las forales es de 87 años, cuando la esperanza de vida hasta no hace mucho no pasaba de los 77, y dos tercios son de grado 3. Hemos aprendido a hacer muchas cosas mejor, pero estamos hablando de un virus muy letal y no podemos pensar que la gente es inmortal.
El equilibrio entre seguridad y cercanía ha llevado a restringir visitas y algunas familias han valorado la opción de llevarse a sus mayores de vuelta al hogar
– Emilio Sola: Reconozco que estuve desacertado cuando dije que prefería usuarios tristes antes que muertos, pero es que cuando adoptas medidas es muy difícil llegar a un equilibrio entre la seguridad y la cercanía. Es muy sencillo hablar desde una sociedad geriátrica o una consultoría ajena a la administración, pero llevarlo a la práctica no lo es tanto. Y es que nosotros tuvimos constancia de familias que llevaban a sus mayores a cafeterías o a zonas de columpios donde les quitaban las mascarillas para darles besos y abrazos.
– Miguel Ángel Echevarría: Los familiares tenemos que ser capaces de asimilar que lo que hacen las instituciones es por nuestro bien. La gente que quiere ver a sus padres y tiene que valorar que puede poner en peligro su salud. También es cierto que con estas personas lo que tiene más efectividad es una caricia y en esta pandemia ha sido imposible por la enorme carga de trabajo que ha habido.
– Nerea Amenabar: Es que muchas veces los usuarios valoran más el cariño con el que haces las cosas más que los servicios que prestas. Nosotros hemos atendido en los últimos meses casos de familias que sacan a sus mayores de una residencia porque no les vale con una visita individual por semana.
– E. S.: Nosotros hemos visto que a muchos les ha brotado un sentido de culpabilidad por haber llevado a sus mayores a las residencias porque sabían que les iban a tratar bien, pero ahora ya no les pueden visitar a diario. Respecto a las medidas de seguridad (guantes, mascarillas...) es cierto que se ha podido perder la calidez que había antes, pero eso también ha sucedido en la porpia sociedad.
– Patxi Amuntio: Claro que se ha perdido ternura, pero lo hemos sustituido por videollamadas, comunicación continua con las familias y convertir las actividades grupales en individuales. Las restricciones suponen una carga enorme de trabajo y es muy difícil de gestionar porque estos centros fueron diseñados para la convivencia en espacios comunes. Por eso, nuestro equipo se quedó a vivir en la residencia durante tres semanas para estar más cerca.
La figura del asistente personal se atisba como la solución para tener un servicio profesional y paliar el sufrimiento de las familias cuidadoras
El cuidado a domicilio une a los cuatro. Echevarría, como antiguo beneficiario y el resto, como prestadores del servicio. Una atención que, según la Diputación, habrá que empezar a fomentar y profesionalizar para evitar que las familias queden atrapadas.
– Miguel Ángel Echevarría: La atención a domicilio no es ir, asear, alimentar y meterles en la cama, sino que tiene que haber tiempo para el cariño. Yo creo que mi mujer se murió cuando se enteró de que la trabajadora que nos enviaba el IFBS se marchaba de vacaciones, del afecto que se tenían. El virus es muy fuerte, pero el cariño es fundamental.
– Emilio Sola: Llevo 33 años viendo estudios de todas las instituciones en los que se dice que la gente quiere vivir y envejecer en su casa, salvo en una situación de mucha dependencia. Todo lo que sea proveerles de servicios a domicilio es fundamental y, por eso, ponemos en marcha el programa Etxean Bai. Y es que somos conscientes que la simple teleasistencia ya supone un evidente retraso en el ingreso en residencias.
– Patxi Amuntio: La apuesta empresarial de todos en la actualidad es ayudar a que se queden en casa el mayor tiempo posible. Las residencias tienen un papel a partir de unos niveles de dependencia muy altos en que ya no se puede. Tenemos nueve millones de españoles mayores de 65 años, tres millones con más de 80 y 800.000 personas con Alzhéimer, y esos números se multiplicarán con el envejecimiento de la generación 'baby boom'.
– M. A. E.: Mi esposa tuvo el máximo grado de dependencia, pudo ir a residencia y yo tomé la decisión de cuidarla. La Diputación me prestaba 16 horas semanales del Servicio de Ayuda a Domicilio, ¿es suficiente? Yo creo que hay que replanteárselo y buscar figuras como el asistente personal profesional, que incluso le saldría más barato a las arcas forales que concertar plazas de residencia.
– Nerea Amenabar: La figura del asistente profesional es necesaria porque el servicio debe ser de calidad. Las personas que atienden tienen que saber hacerlo porque no basta con voluntad. El principal riesgo es que el familiar lo intenta y muchas veces no llega. Debe existir gente con una formación profunda, porque con la actual a veces no basta.
– E. S.: Es fundamental. Hay una 'generación sándwich' que se ha visto obligada a ocuparse de sus padres e hijos. Ahora debemos aprovechar las tecnologías aplicadas al cuidado, la domótica o la accesibilidad porque siempre nos centramos en cómo ayudar al cuidador y no al dependiente.
– N. A.: Es que también podemos capacitar al propio usuario para que se cuide, lo que puede servir para convalidar tiempo de atención y mejora de su autoestima.
– M. A. E.: Tampoco nos podemos olvidar de la medicina paliativa que no es sólo para el dependiente, sino para el cuidador que necesita apoyo psicológico y es un servicio que ahora mismo está al 50% en Álava.
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