Han tardado, pero por fin están aquí. Tras dos años con los programas de acogida suspendidos por la pandemia, este sábado llegaban a Vitoria sanos y salvos los 34 niños saharauis que pasarán este verano en Álava. Durante un mes y una semana compartirán con ... sus nuevas familias la experiencia de estar por primera vez lejos de su hogar. El viernes salían de los campamentos de refugiados de Tindouf (Argelia) con su PCR negativa y hoy a primera hora de la mañana aterrizaban en el aeropuerto de Loiu.
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Al filo del mediodía, las familias ya compartían inquietas impresiones antes de que el autobús que les trasladó desde Bilbao les dejara en el parking del frontón de Lakua. «Ha sido un milagro. No pensábamos conseguir ni veinte familias y tenemos más de treinta. Estamos muy orgullosos de la solidaridad alavesa», compartía la voluntaria de la asociación de acogida Afanis, Irune Lujambio. «A los niños les hacía más falta que nunca después de dos años de pandemia en el que la ayuda humanitaria les ha llegado con cuentagotas».
A las derivas epidemiológicas se sumaron problemas burocráticos. La autorización en el BOE para empezar trámites llegó tarde, temen en la ONG, por el deterioro de las relaciones diplomáticas entre Argelia y España, después de que se aprobara la propuesta marroquí de autonomía para el Sahara. «El programa son dos meses y este año se va a quedar en menos. Además, se nota que vienen justitos de peso y estatura», apreció la voluntaria de este grupo, todos nuevos y de apenas 8 años.
Más allá de problemas, el clima era de celebración y júbilo compartido. En el centro cívico de Sansomendi, los voluntarios hacían entrega a los padres de la documentación (identidad, seguro, papeles de Osakidetza) una maleta para el regreso y una camiseta obsequio del Eibar. Y ya, al fin, los padres, entre aplausos, se fundían en un largo abrazo con sus nuevos txikis. «Es un momento muy emocionante. Tú les recibes con mucha alegría, pero luego no sabes cómo reaccionarán, si se van a sentir extrañados con tanta gente desconocida alrededor... Además, llegan cansados del viaje», compartía una familia con el móvil a mano para llamar a sus padres por si hacía falta calmarles.
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Otros de estos alaveses lo tomaban con más calma. Claro que no eran 'primerizos'. «En 2013 ya acogimos a un niño. Fueron duros los primeros días, pero al final creas un vínculo muy fuerte», recordaba Alaitz Romeo junto a su pareja, Aga Guillén. Ellos todavía mantienen contacto con el que fue su primer 'hijo' e incluso viajaron a Tindouf para conocer a su familia. «Después tuvimos a Aritz y quisimos esperar a que fuera un poquito mayor para poder disfrutar con él de la experiencia». Ayer él y su nuevo 'hermano', Mohamed, hacían sus planes. «Iremos a la piscina y a la playa aunque Aritz está deseando llevarle a San Mamés», reía la madre.
Francisco Agirrezabal y su mujer Kati Dávila también repetían después de mucho tiempo. «Es una experiencia que no solo te enriquece en lo personal, también en tu familia. Ellos aprenden de nosotros y nosotros más de ellos», explica orgulloso Agirrezabal, que recreaba todas esas primeras veces. «Son auténticas esponjas. Sí es cierto que al principio les choca el ascensor, la cama, la cubertería... Al final te sientes gratificado de ver cómo evolucionan y ellos te cogen un cariño inmenso en poco tiempo», dice sin querer pensar en esa despedida. «Es lo más triste. Para ellos somos como sus segundos aitas». Por suerte, solo acaban de llegar.
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