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N. Salazar
Viernes, 2 de febrero 2024, 19:57
Los escolares alaveses se han adelantado a la festividad marcada en el calendario y han salido esta tarde a celebrar Santa Águeda. Con sus bastones de madera en ristre y vestidos de caseros, han entonado por las calles cercanas a sus colegios e ikastolas la ... archiconocida letra de la copla «Agate Deuna» en honor a la santa mártir.
La tradición marca que los coros salgan la tarde del día 4, víspera de Santa Águeda, pero el hecho de que este año caiga en domingo ha adelantado los cánticos. Así, desde esta tarde y durante todo el fin de semana, numerosos grupos iniciarán sus rondas al grito de ¡bat, bi, hiru!, seguido de un rotundo golpe de makila.
La historia cuenta que antaño eran los jóvenes que iban a empezar el servicio militar los que protagonizaban la kalejira en honor a Santa Águeda y, a cambio, los vecinos les ofrecía una buena merienda. Hoy, la tradición en Álava no la mantienen cuadrillas de quintos sino coros escolares y agrupaciones de mayores. Y aunque en la animada ronda callejera ya se ha abandonado hace algún tiempo la costumbre de obtener donativos, muchos grupos suelen terminar el día fieles al chorizo entre pan y pan.
Desafiando al frío, con sus txapelas bien caladas, los pañuelos anudados, el vestido de neska, con los bastones de madera de avellano en ristre, cientos de voces templaron ayer la gélida tarde del corazón de Vitoria al ritmo del «Santa Águeda, gure martiri maitea» en honor a la santa mártir, en una de las tradiciones más entrañables de todas cuantas hunden sus raíces por estos pagos.
Al compás del ¡bat, bi, hiru! seguido de un fuerte golpe en el suelo, una veintena de corales encararon una ronda por la ciudad. Una de las más numerosas, con medio centenar de miembros, entre voces tambores, txistus y trikitixas fue la de la Escuela Municipal de Música, que partió de su sede, la Musiketxea, en la calle San Antonio, para enfilar San Prudencio para continuar por Fueros, girar por Independencia hacia la plaza Celedones de Oro y, de allí, a la plaza de España, alcanzar Arca y regresar, de nuevo por San Prudencio, hasta el punto de partida una hora larga más tarde.
Cuentan los que peinan canas que hace décadas eran los quintos, los zagales que iban a empezar el servicio militar, los que se encargaban de oficiar la cantarina kalejira en honor a Santa Águeda y, a cambio, el personal les ofrecía una buena merienda. Hoy los que tratan de mantener viva esta entrañable tradición no son cuadrillas de muchachos: la mayoría son coros escolares y agrupaciones de mayores que, a cambio de sus canciones, con sus voces perfectamente empastadas, piden un pequeño donativo. También la parte de la merienda se mantiene fiel a la tradición: la tarde terminó, entre pan y pan, con rico chorizo.
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