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Media tarde en la comisaría de la Policía Nacional en la calle Oñate. Sólo dos personas han solicitado cita para el asilo. Trata de unirse ... una tercera tras aducir, sin éxito, que acumula semanas sin obtener hueco en la página web. Los tres comparten su historia.
Ana –nombre ficticio al encontrarse en situación irregular– cogió un avión en noviembre desde su Venezuela natal hasta España. Pasó primero por Sevilla, donde vive un hijo suyo. Como no tuvo éxito, subió a Vitoria. «Acá el trámite era más rápido», tercia aunque aún no haya logrado cita. «Fui a Urgencias Sociales, me dicen que si sufría cualquier maltrato podía acudir con o sin papeles. Luego me anotan el número de CEAR (una ONG) si necesitaba patrón social. «Preferí pedir cita».
«Vivo con unas amigas, pero no puedo trabajar y si se alarga, iré para otro lado». Ansía el asilo porque en su estado, Aragua, «desapareces» si alguien te delata. Su esposo se ha quedado. «Venezuela ya es una dictadura. Vienes de tu país no porque te da la gana». Le han ofrecido un padrón falso pero ha declinado. Se venden desde 50 euros.
Recién un mes aquí. Llegué a Madrid y de frente me vine a Vitoria porque en mi país, Perú, me dijeron que aquí dan apoyo, las ayudas. Son más humanitarios», dice Manuel. Azorado, relata que «ahorita estoy sufriendo amenazas de terrorismo subversivo en Perú. Tengo la declaración y algunas pruebas. Mi papá era dirigente de autodefensa contra los narcoterroristas y vienen a por a mí por ser su hijo, como venganza».
Ha dejado atrás su familia, desvela entre sollozos. «Estoy durmiendo en un sofá en casa de un compatriota. Me hizo el padrón para poder pedir el asilo». Como los otros dos solicitantes, desconoce el inminente cambio. «Ahora tengo la duda de si entrar o no».
«Voy para cuatro meses en Vitoria. Fui directo de Colombia a Madrid , donde tenía gente que me habló de las ayudas para poder estabilizarse un tiempo. Que es más sencillo», explica este colombiano de 28 años. Hace cuatro meses de su llegada a Vitoria. «Yo era militar. Hay problemas de bandas por el lugar por donde vivía». Residía en Pereira, urbe de unos 480.000 habitantes entre Cali y Medellín.
Vive en una habitación con dos compatriotas por la que paga «350 euros». Entró en el piso gracias a «amistades» que intercedieron. Para subsistir «suelo trabajar en B» en una empresa ya que al carecer de papeles «nadie» le puede contratar de manera oficial. «No es fácil, pero vamos luchando». Suele mandar dinero a su familia. «Con 50 euros allí vives cuatro días».
Desconocedor del cambio de ley para mayo, duda sobre si entrar o no a comisaría. «No sé qué hacer si uno como que perdería el tiempo para poder estar legal acá y tener un trabajo».
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