No hay duda de que Napoleón Bonaparte fue un gran militar. Pero, aun así, cometió el mismo error que otros poderosos generales y estrategas. Subestimó a algunos enemigos. Y uno de los más destacados fue, en su campaña rusa, el invierno aliado con el zar ... Alejandro I. No obstante, ahora ha sido el temporal de frío y nieve el que ha menospreciado a la soldadesca napoleónica y a sus puestos aliados. Ha sido en la Siberia vasca, en pleno parque de Arriaga, donde las tropas –también españolas y campesinas– han luchado incluso contra los elementos. Había ganas, más después de dos años de parón por culpa del otro enemigo, el covid. Así que las dificultades han hecho crecerse a visitantes y participantes, a recreacionistas y comerciantes, para darle la vuelta a la batalla. Y esta vez las tropas napoleónicas han conseguido derrotar al invierno.
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Lo ha hecho todo el X Mercado Napoleónico, con unos 120 puestos de alimentos y artesanía diversa y 48 soldados de los ejércitos francés y español, junto a campesinos, apuntaba a últimas horas de la mañana de este sábado Ángel Lamelas, impulsor de la iniciativa. Mientras, recreacionistas y comerciantes miraban al cielo con la fe de levantar hasta el 100% las expectativas de esta cita «que tiene la misión de dar un impulso al barrio, a sus negocios, y que es un evento tan importante en la ciudad y a nivel nacional». Por algo esta feria, que este domingo volverá en horarios de 11.00 a 14.00 y de 17.30 a 21.00 horas, tenía a las seis de la tarde del sábado la recreación de la gran escaramuza junto a la ermita de San Juan de Arriaga. Pero también hay en el programa cuentacuentos con valores y múltiples actividades para toda la familia.
«Vengo desde la primera edición y esto está bien montado. Pero con el tema de la nieve... espero que en adelante vaya mejor», valoraba Enrique Orta en su caseta de utensilios en madera. «La cosa está más floja por este tiempo raro», comentaba Mateo Carrasco desde su puesto de hierbas para infusiones y especias a granel.
Como el día, el ambiente se enfriaba y calentaba, según iba y venía oleada tras oleada de público. «¡Me gusta el Mercado Napoleónico!». De esta manera tan espontánea se expresaba una niña, con plumífero rosa sobre un vestido azulito de princesa, a quien sus padres llevaban por la larga vía de casetas. Allí cerca, en la 'Fábrica de monedas' sonaba una campaña y el responsable del puesto atizaba un mazazo a una sencilla troqueladora de impacto. Dentro, un trozo circular de metal adquiría la imagen de un signo del zodiaco, el escudo de un equipo de fútbol, una dedicatoria al mejor familiar o la efigie de Elsa de 'Frozen', Picachu, Vegeta o Darth Vader.
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En la doble hilera de tiendas había casi de todo: bisutería, decoración, perfumes, alimentos –de chuches a jamón asado, pasando por pastas artesanas, quesos o té moruno con dulces–, complementos... «Nos planteamos paralizarlo por el temporal, pero decidimos seguir adelante. Es importante para la economía del barrio, un balón de oxígeno para el comercio», apuntaba Lamelas y animaba «a los ciudadanos de Vitoria a disfrutar y salir de la rutina».
Un potente estruendo, envidia de cualquier subwoofer.Los oficiales galos están con el cañón, explican su funcionamiento mientras cargan y disparan salvas. Igor, abanderado del regimiento, y la cantinera Juncal revelan que el mote del atronador artilugio es 'El Silencioso'. Sin duda, a más de una persona le encanta el olor a pólvora al mediodía.
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