
No hablamos sólo de las violaciones que sufren las mujeres en las fiestas, como las que han sido denunciadas en Sestao, Ortuella, en Sopela y en Beasain desde mayo, cuando arrancó la temporada veraniega de festejos en Euskadi. Hay otros comportamientos agresivos de naturaleza sexual «normalizados y generalizados» en las noches festivas y que, por desgracia, las jóvenes vascas asumen que pueden sucederles allá donde el consumo de alcohol y drogas es parte de la fiesta. No es una estimación al azar; el 46% de ellas aseguran haberlos sufrido alguna vez, según el Observatorio Noctámbul@s de la Fundación Salud y Comunidad (FSC), entidad que forma parte del proyecto europeo 'Sexism Free Night' (prevención de violencias sexuales y promoción de entornos de ocio más seguros e igualitarios).
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Cuando todavía están por delante las fiestas de las capitales provinciales, varios estudios llaman a las mujeres a no pasar por alto incómodas y nunca casuales conductas, por ejemplo, cuando asisten a un concierto multitudinario o bailando entre las txosnas. ¿Cuáles? Agresiones que se disfrazan de bromas y piropos. Miradas fijas sexualizadas. Comentarios que algunos hacen a chicas que no conocen sobre su físico. Insistencia del otro ante la negativa. Invasión continua del espacio personal. Caricias persistentes no deseadas, besos no consentidos. Presión para tener sexo. Tocamientos y manoseos aprovechando, por ejemplo, los empujones y bailes en la parte de delante de un escenario, en los que muchas jóvenes se ven inmersas sin pretenderlo y se encuentran luego con que es imposible identificar al agresor.
El 74,8 % de las vascas admite tener miedo a este tipo de agresiones que se producen en espacios nocturnos. Conductas que en más del 95% de los casos identifican con «uno o varios hombres». El 88% de ellos no reporta este temor, indican los datos del Observatorio Noctámbul@s.
El mismo análisis habla de que un 66,6% de las mujeres lleva las llaves en la mano para golpear al agresor que se acerca con intención de abusar de ella o bien utilizan el móvil de forma disuasoria y hablan bien alto para que les oiga y se achante (el 67% de las mujeres). Cifras unas y otras asumidas por Emakunde a la hora de elaborar sus guías de recomendaciones para prevenir la violencia machista durante las fiestas y que no sólo se refieren a mujeres que acuden a festejos en la calle, sino también a las que van a pequeñas fiestas o hacen reuniones de amigos en casa.
«La sociedad tiene la tarea de negarse a aceptar esta normalización de la violencia sexual», observa Izaskun Landaida, directora del Instituto vasco de la Mujer, pero hay un problema cuando buena parte de la población masculina aún tiene dificultad para identificarla como tal cuando sale de noche. En pocas palabras, no les cuadra que lo que hacen esté mal o creen que una chica que no ha dicho 'no' ha consentido.
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Y no ayuda la existencia de «un ambiente de complicidad masculina». Es decir, chicos que aplauden algunos de estos comportamientos o se callan cuando son testigos de ellos, observa el informe 'Hacia un espacio cultural libre de agresiones machistas contra las mujeres' del Gobierno vasco. Detrás de esta forma de actuar se encuentran «valores o ideas que siguen vigentes en nuestra sociedad y donde tenemos que seguir trabajando si realmente queremos tener una sociedad igualitaria».
Pero mientras el mensaje cala, la respuesta no se hace esperar. Desde las instituciones destacan las campañas que se llevan a cabo con el fin de promover la corresponsabilidad en el rechazo rotundo de cualquier forma de agresión sexual en ambientes de ocio nocturno. «Hay que plantar cara a la cultura de la violación», dicen desde Emakunde, «expresando el rechazo a esta violencia dentro del espacio festivo». ¿Cómo? «Afeando públicamente el comportamiento de las personas que emplean términos machistas», indican.
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Quizá no ha trascendido por aquí, pero no son pocos los ejemplos de conciertos en todo el mundo en los que el o la cantante ha interrumpido su actuación porque desde el escenario estaba presenciando cómo gente entre el público sobaba a una chica a la que alzaban en volandas.
Sucedió en el Rockfest de Kansas City, Estados Unidos, cuando Aaron Lewis, cantante de Saind, paró el concierto y dijo que si no cesaba la agresión no continuaría con la actuación. Más cercano en el tiempo fue lo que ocurrió con las integrantes del grupo Virgin Mari DJ Set, que sufrieron insultos machistas y lanzamiento de objetos por parte de chicos de entre 15 y 16 años, mientras actuaban en el recinto festivo de Sopela. A finales de junio. Decidieron bajarse del escenario, las txosnas cerraron y la fiesta quedó suspendida.
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«Quienes están detrás de la barra o en la atención al público son claves en la prevención, detección y primera atención ante una agresión machista», animan desde Emakunde. En las fiestas de los barrios de Vitoria, los colectivos sociales se han organizado durante las últimas semanas para que siempre haya una mujer en las txosnas que porte un distintivo para que las posibles víctimas sepan que pueden confiar en ella porque sabe cómo actuar ante este tipo de situaciones y que le va a facilitar un espacio seguro. En Aranbizkarra, incluso se organizaron grupos para hacer vueltas colectivas a casa.
El Ayuntamiento, por su parte, dispone de un protocolo especial que establece que si en las próximas jornadas de fiestas de Vitoria habría que parar durante diez minutos todos los actos y emitir una cuña informativa de condena.
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La Policía Local de Vitoria en colaboración con la Ertzaintza ha desplegado durante este verano un dispositivo para tratar de controlar las rutas más habituales de vuelta a casa. Patrullas uniformadas y de paisano patrullan a ciertas horas, algo que a principios de junio facilitó la detención de un hombre de 39 años por realizar tocamientos a una mujer en la calle Logroño. Además, Tuvisa seguirá con las paradas a demanda en el servicio de Gautxori para dejar a las viajeras cerca de su destino. Desde Eudel están dando en estos momentos «un paso más» que pasa por hacer «un modelo de fiestas igualitarias» o, lo que es lo mismo, «transformar la cultura y el modelo de fiestas para que las agresiones no tengan cabida», tanto en verano como en festejos como Halloween.
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