![Muere Blanca Estrella Ruiz, la voz de la conciencia sobre los derechos de las mujeres](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/09/13/ala-obit-blanca-kdXD-U2201213349414BQG-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Hoy en día, la reivindicación de los derechos de las mujeres es algo que, en cierto modo, se da por hecho: hay que ser muy recalcitrante para no estar de acuerdo con un pilar tan básico de nuestro mundo. Pero, durante décadas, Blanca Estrella Ruiz ... fue algo así como la voz de la conciencia de Euskadi e incluso de España entera en relación con este asunto, un personaje con las ideas muy claras en medio de una sociedad que se obstinaba en perpetuar nociones anticuadas e injustas. «Ella defendía la igualdad cuando todo el mundo estaba a otras cosas. Contra corriente, empezó a hablar de violencia contra las mujeres y violencia de género en una época en la que todavía se manejaban ideas como la de crimen pasional. Siempre ha sido un ejemplo, una luchadora incansable, valiente, capaz de enfrentarse a cualquier cosa», la elogia la titular de Cohesión Social e Igualdad de la Diputación vizcaína, Teresa Laespada, que este jueves confirmó el fallecimiento de la presidenta de la asociación Clara Campoamor a los 80 años.
A Blanca Estrella, hija de madre cubana y bautizada así en homenaje a la bandera del país caribeño, el ramalazo contestatario le venía de la infancia, cuando, después de unos años en Venezuela, estudiaba interna en las Hijas de la Cruz de Santurtzi. A raíz de que la Policía arrestase a una tía suya de Barakaldo por salir a la calle sin medias, descubrió el menosprecio de la administración franquista por las mujeres. Con 12 años se declaró «roja» y decidió no ir más a misa, aunque siempre mantuvo la relación afectuosa con las que llamaba 'sus monjas'.
Ella misma se hizo maestra y dio clase en el asentamiento chabolista de San Antonio de Etxebarri. Era entonces una veinteañera que había respondido a la llamada de aquellos curas obreros que trataban de ayudar al aluvión de inmigrantes, de los que nadie más se preocupaba, y se encontró con una escuela que en realidad era una lonja con suelo de tierra y con unos alumnos a los que solía ceder parte de su menú del día. «Nunca he visto gente más honrada», evocó en una entrevista con este periódico. Ya en su adolescencia y su primera juventud, había participado en manifestaciones vinculadas a los conflictos en La Naval, Altos Hornos, Michelin o Firestone, pero aquel periodo en el poblado chabolista coincidió con la huelga de Bandas, la más larga de la dictadura: «Me encargué de hacer un estudio de las necesidades de cada familia para organizar la caja de resistencia: acudíamos a pedir dinero en las salidas de los trenes que llevaban a obreros de otras fábricas», relataba. Aquello marcó para ella «un antes y un después».
Su siguiente destino como docente fue La Calera del Prado, el barrio más remoto de Carranza. Allí sí había una escuela, pero estaba dejada de la mano de Dios y el Ayuntamiento se negaba a limpiarla, de manera que se dispuso a adecentarla con sus alumnos. Cogió una bandera franquista que estaba en un cajón e hizo trapos con ella. El resultado fue bueno («quedó niquelada», recordaba), pero la denuncia de un falangista por ultraje a la enseña nacional la obligó a abandonar definitivamente la enseñanza.
Acabó en Telefónica, donde atendía el número de información, el 003. Aquella tarea le permitió descubrir las monstruosas dimensiones del maltrato a la mujer, un drama que no se solía airear. Muchas noches recibía llamadas de mujeres que se sentían amenazadas o acababan de recibir palizas y no tenían nadie más a quien recurrir. A la mañana siguiente, cuando los maridos se marchaban a trabajar, las acompañaba a comisaría para que denunciasen lo ocurrido, pero el Código Penal de la época consideraba que se trataba de asuntos privados entre los cónyuges. A veces, los propios policías llamaban al esposo maltratador para que acudiese a hacerse cargo de su díscola mujer.
Lejos de echarse atrás, Blanca Estrella se plantó ante el gobernador y le expuso el problema. Corría 1972 y, seguramente, el representante del régimen franquista jamás se había visto en una situación semejante, pero la elocuencia de aquella joven vehemente le convenció de establecer turnos de protección a las víctimas en la Jefatura Superior de Policía. Ese fue el primer logro de Blanca Estrella, el germen de la tarea que más tarde llevaría a cabo en Clara Campoamor, legalizada en 1985: «En los cuatro primeros meses atendimos a 110 mujeres, casi una por día, de las cuales el 90% eran víctimas de violencia de género», recordó en EL CORREO.
Al frente de la entidad, Blanca Estrella se convirtió en el referente -muchas veces, único- que brindaba un contrapunto feminista de la actualidad. La asociación intervenía en procesos judiciales como acusación popular, proporcionaba asesoramiento y apoyaba a las mujeres y menores que sufrían agresiones. Organizó el primer congreso sobre violencia de género que se llevó a cabo en España y, junto a otras entidades iberoamericanas, presentó la primera definición de ese concepto adoptada por la ONU. Su actividad incesante abarcaba desde lo más ambicioso, como las propuestas de reforma de ley o las ponencias previas al Pacto de Estado contra la Violencia de Género, hasta lo más modesto y local, donde era la voz necesaria para recontextualizar las historias que publicaban los periódicos.
Menuda e incansable, militante socialista y madre de un hijo, esta bilbaína afincada en Barakaldo tuvo que afrontar amenazas de muerte que no lograron acallarla pero sí le desbarataron el sueño durante algún tiempo. «En los últimos años, prestaba especial atención a la defensa de niños y niñas como víctimas de violencia», detalla Laespada. En conversación con este periódico en 2017, la presidenta de Clara Campoamor se refería así a su actividad reciente: «Antes era la primera en entrar y la última en salir de la asociación, ahora ya no paso por allí. Eso sí, salgo a la calle y acabo acompañando a alguna mujer a la Policía o al juzgado. Del trabajo te puedes jubilar, pero de la militancia es imposible».
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