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Decidió empuñar el timón del Festival de Jazz de Vitoria hace cuatro décadas y a sus 74 años sigue disfrutando de los ritmos sincopados como cuando era un niño. Iñaki Añua, merecedor del homenaje de EL CORREO como 'Alavés de julio', echa la vista atrás satisfecho con el resultado, se ilusiona con «la cercanía de los jóvenes» al jazz y asegura que no entra en sus planes dejar de programar los conciertos.
-¿Si alguien le hubiese dicho hace cuarenta años que el festival seguiría celebrándose en 2017, qué cree que hubiera respondido?
-Simplemente, me hubiese sonreído. (Se ríe). Nunca pensé que iba a ser tan largo, lo digo de verdad. De hecho, estos días, de vacaciones, le he estado dando vueltas al asunto. Porque, ¿quién me lo iba a decir a mí cuando cogí las riendas del Festival? Yo mismo aún no lo creo.
-¿Cuál diría que es el mayor éxito del Festival?
-Entroncar a Vitoria con el jazz. Es decir, convencer a la gente de aquí de que es una música especial. Esto lo dicen los estatutos del Festival, pero nunca pensé que llegaríamos a cumplirlos hasta tal punto. Me ilusiona que haya tantos críos estudiando jazz en el conservatorio. Y no sigo porque no quiero ponerme demasiado emotivo.
-¿De qué manera cree que ha influido el Festival a la ciudad de Vitoria?
-De muchas maneras. Mirando a las dimensiones y la proyección del Festival, de cuando lo cogí en la segunda edición hasta ahora, se ve que ha habido un cambio enorme. Por ejemplo, que un periódico británico como The Guardian diga que el de Vitoria es uno de los mejores ciclos de jazz europeos refleja la magnitud que éste ha tomado, y eso beneficia a la ciudad, claro.
-¿Cómo ve la escena musical vitoriana?
-La veo más viva que nunca. Los críos que estudian en el conservatorio piden clases de jazz. Son ellos los que lo quieren. Esto llega a emocionarme, me dice mucho.
-¿Están los jóvenes cerca del jazz?
-Los chavales están mucho más cerca del jazz que la gente de mi generación. Del jazz en sí. ¿Quién es el culpable? No lo sé. Serán varias influencias. Pero creo que algo de culpa sí tenemos los del Festival.
-Dice que es un Festival 'para todos los públicos', que se atreve con la fusión, pero también ha recibido críticas de los más puristas del estilo. ¿Cómo defiende sus decisiones?
-Cuando tomé el timón del Festival, yo deseaba que mis conciudadanos amaran el jazz como yo lo hago. No es una frase hecha, ni mucho menos, lo he pensado siempre, realmente. Haber tenido a gente de la talla de Paco de Lucía cinco veces en Vitoria es un gran honor. Él, que luchó tanto tiempo por decir que el flamenco y el jazz son músicas parejas, es el mejor ejemplo de lo que debería tener cabida en un festival como el de Vitoria.
-¿Y más allá del flamenco? Este año invitó a Rubén Blades, por ejemplo.
-También he discutido muchas veces con Wynton Marsalis -y creo que más purista y respetuoso con el estilo que él no hay nadie- sobre cuál es el papel del aficionado al jazz. Y estamos de acuerdo. El jazz es libre en esencia. Una música que no admite categorías tajantes. No tengo la razón para decir qué es jazz y qué no. Además, llega un momento en el que uno prescinde de etiquetas. Yo tardé mucho en hacerlo. La música no es la categoría que quieras ponerle. El jazz sigue vivo, hay que dejarse atrapar por él y no limitarlo.
-¿Con qué momento se queda de estas cuatro décadas de experiencia al mando de la organización del Festival?
-Probablemente, el momento más grande fue cuando traje a Eric Clapton, por cuatro duros. Era músico famoso del rock y se encontró por primera vez en este festival con el jazz. El disco que él y Marsalis grabaron después fue uno de los más vendidos en los Estados Unidos. Aún me parece algo mágico que surgiera la conexión. No les dije que lo grabaran, ellos sintieron el pálpito de querer hacerlo. Ha habido muchos instantes mágicos estas cuatro décadas. Y los hay constantemente.
- El trompetista Wynton Marsalis compuso 'Iñaki's Decision' ('La decisión de Iñaki') dentro de su 'Vitoria Suite'. ¿Es el mejor regalo que ha recibido de un amigo?
- Fue un regalo prometido con muchísima antelación. Wynton tardó más de seis años en entregarme la 'Vitoria Suite'. Me pareció un regalo inmerecido y el mejor que me han hecho en mi vida, sí.
-¿Qué otra música escucha, además de jazz?
- Me gustaba y me gusta la música clásica. Pero el jazz me cautivó a los doce años, me volvió loco, tanto que me hizo dejar la clásica. Era la música que le gustaba a mi hermano Xabier, de la que yo me quedé maravillado. Hasta hoy.
-¿Sigue con ganas de programar o preferiría delegar más?
-No tengo previsto retirarme como presidente del Festival. Pero es que tampoco lo tienen otros en mi posición. Es algo normal. Por ejemplo, Carlo Pagnotta, que lleva muchos más años que yo siendo el presidente del festival de Umbría. El director del festival de Newport, en la costa Este de Estados Unidos, George Wein, tiene 91 años y no lo deja. Uno no se retira de un hobby.
-¿Qué hace Iñaki Añua cuando termina el Festival, a mediados de julio?
-Me vengo a Fuenterrabía, descanso unas semanas y después escucho el audio entero del festival de este año. Analizo absolutamente todo. Pero bueno, lo paso muy bien. Veo los defectos, soy capaz de sacarle faltas a lo que ha sonado en Mendizorroza. Lo escucho religiosamente, completo.
-¿Tiene algún hobby no relacionado con la música?
-Pues mira, no, la verdad es que no (se ríe). Fui muy feliz dirigiendo también la semana de música antigua, tengo el programa de radio semanal... Yo entré al Festival por mi enorme afición a esta música, pero me gustan otras: la antigua, la clásica. Lo único que no me gusta es la música romántica, la que uno escucha al comienzo, antes de hacer oído y cultivar el gusto.
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