Muerto en Colombia
El misterioso final de Iker, 'el duque' vitorianoMuerto en Colombia
El misterioso final de Iker, 'el duque' vitorianoSe mantienen los interrogantes en torno al fallecimiento de Iker Samaniego, vitoriano de 33 años cuyo cadáver fue localizado hace una semana en su casa de alquiler en Barranquilla, una bulliciosa urbe de 1,2 millones de habitantes en el norte de Colombia bañada ... por el mar Caribe. El cuerpo apareció con «laceraciones en el cuello y heridas en el rostro», informó el comunicado oficial de la Policía Metropolitana. La nota oficial obvió la existencia de un gran charco de sangre, según un vídeo tomado por testigos del suceso.
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La noticia de la muerte de 'el duque' –apodo que le gustaba utilizar y que tomó prestado de aquella serie televisiva con Miguel Ángel Silvestre de protagonista– dejó una familia devastada en el País Vasco y una sensación de incredulidad entre su fiel entorno. Muy activo en las redes sociales, su singular personalidad y sus problemas con la Justicia le habían conferido notoriedad en ciertos sectores de la capital alavesa.
El 'gangsta'. El malote. «El bandido por siempre» tatuado en su pecho. Un personaje con el que Iker –criado en una familia de clase media y culta– parecía sentirse muy cómodo. O no. «Era una coraza. Tras esa imagen había una persona que se había dado cuenta de que no quería interpretar más ese papel», aprecia una de las integrantes de su círculo más próximo.
Este asiduo del gimnasio desembarcó «hace unos seis meses» en esa casa levantada en el barrio Simón Bolívar de Barranquilla, revelaron sus convecinos. Su llegada al país latinoamericano tuvo lugar mucho antes. Al parecer debido a las causas pendientes «en juzgados de Vitoria y Bilbao», puntualizan fuentes policiales. En Colombia abrió una nueva etapa. Se ennovió, empezaron a vivir juntos. Mientras siguió exponiéndose en las redes sociales.
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Esta chica fue la última persona que le vio con vida. Efectivos del Cuerpo Técnico de Investigación Criminal y Judicial, una unidad de la Fiscalía General de Colombia, ya le han tomado declaración. Al parecer, su versión apuntaría a un desgraciado accidente tras un consumo excesivo de estupefacientes. Sin embargo, otra línea de trabajo apunta a un crimen. Esa fue la hipótesis principal tras el descubrimiento del cadáver. No obstante, los investigadores mantienen abiertos más escenarios por precaución. Hasta que se quitara la vida. «Eso es imposible. Iker se comía el mundo», coinciden varios conocidos.
La autopsia se antoja fundamental para desentrañar el actual enigma. Tanto la Fiscalía como la Policía también han tomado testimonios a varios vecinos. Al parecer, sin éxito. Desde Barranquilla inciden en que lo que en Vitoria resulta excepcional –una muerte violenta– por aquellos lares anda a la orden del día. En 2022, sólo esta ciudad registró 769 asesinatos. La plantilla policial roza los 7.000 efectivos. «No se suele investigar demasiado», contextualizan periodistas locales a EL CORREO.
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La jornada anterior a su muerte, Samaniego y su pareja tuvieron una discusión saldada con una intervención policial. Él acabó en comisaría y ella hizo la maleta. Dos días después, preocupados por su ausencia, sus convecinos alertaron al propietario de la vivienda, quien lo halló sin vida.
Fue portero de discoteca. También inversor –«a mi me devolvió mas de lo que le dejé», evoca uno de sus clientes–. Este alavés empezó a labrar su singular aura cuando un grupo de borrokas fue a por él. «Acuchilló a uno en el muslo y en el juicio leyó un texto en euskera porque le habían acusado de nazi», esboza un veterano del Palacio de Justicia de Vitoria.
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A partir de ahí llegaría el sospechoso incendio de su Ferrari de segunda mano en Landa. O asuntos mucho más turbios. Como cuando un asustado y ensangrentado varón entró a la comisaría de la Ertzaintza en Portal de Foronda. Contó a los agentes que había saltado de una furgoneta en marcha, que había sido torturado y acuchillado porque trabajaba en una plantación de marihuana y sus jefes le acusaron de robar material.
A raíz de aquello, Samaniego pasó un tiempo en prisión preventiva. En el juicio le cayó un global de 5 años por aquello. Como ninguno de los siete delitos por los que fue condenado superaba los dos años y un día, evitó el reingreso en Zaballa. «Hizo muchas cosas mal, pero también fue muy bueno con mucha gente», alaban los suyos.
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