Su apellido parecía predestinado a que la joven Mireia casi no tuviera otra opción que realizar su inmersión en el karate cuando apenas tenía tres años. La genética y esa pasión que la familia Vizuete ha entregado durante tres décadas a este deporte. Un legado ... imborrable. Ángel, Jagoba y Jorge, padre de esta campeona, han sembrado tanto que el resultado sigue equivaliendo a éxito
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Después de los 19 campeonatos de España del tío Jagoba, del campeonato de Europa sub'21 o del podio en el Mundial de 2014, parecía que el karate alavés empezaba a tocar techo. La niña Mireia había probado otros deportes –fútbol, gimnasia–, pero su cita con el tatami y enfundada en el kimono se convertía, día a día, en casi una obsesión. Entrenar para ser mejor. «Las cosas con trabajo y esfuerzo siempre llegan», repite como mantra desde una madurez impropia para sus 17 años.
Viene de conquistar otro Europeo junior, un podio que parece hecho a su medida a tenor de los éxitos que colecciona con naturalidad. Esta vez la gloria le ha llegado en la modalidad shinkyokushinkai, ese karate donde hay más contacto y que celebra competiciones paralelas a las oficiales que organiza la Federación Internacional y la Española.
En 2022 también reinó en Europa, con 16 años, como la mejor karateca continental en la modalidad «al punto», es decir, la que se disfrutó por primera vez en los Juegos Olímpicos de Tokio.
La aclaración es obligada para los menos duchos en las artes marciales. En París los amantes de este deporte volverán a quedarse huérfanos tras una decisión que sus practicantes siguen sin entender. «Habría sido un sueño, pero confío en que vuelva a ser deporte olímpico», desea esperanzada la joven karateca alavesa.
Su explosión a ojos del público internacional fue en 2021, cuando logró el bronce en la Youth League, la competición internacional más importante para jóvenes promesas. Un comienzo de lo que se empezaba a atisbar. Una deportista en ebullición, con un buen físico, una técnica más que sobresaliente y un extraordinario pundonor como motor en cada uno de sus combates, tal vez derivado del gen Vizuete, competitivo, tenaz, casi implacable al desaliento.
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En 2022 repitió podio en esta prestigiosa liga, una plata en Venecia y, hace unas semanas, idéntico metal en la misma ciudad croata, Porec, donde se empezaron a fraguar los títulos precoces de nuestra protagonista. Está en el puente de un proceso clave para cualquier deportista, el paso a las competiciones sub'21 y absolutas, donde el pulso será ya con las mejores del mundo. «Soy consciente de que ese paso será duro, pero estoy preparada», reconoce con confianza.
Estas semanas, en su descanso merecido, practica otras de sus pasiones, el surf, en busca de olas que le den la adrenalina suficiente. En el frenesí de entrenamientos y competiciones, donde viajar se ha convertido en otro placer que saborea, no ha perdido el contacto con el mundo adolescente de salidas con amigos y fiestas necesarias. Ese entorno le hace ser aún más de verdad.
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Y, por si fuera poco, todavía tiene tiempo para tocar el piano, su otra gran pasión. Emular al maestro Chopin no está aún a su alcance, pero se atreve con diferentes repertorios, clásicos y contemporáneos. Todo bajo una disciplina férrea que le permite mantener el equilibrio en una vida trepidante.
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