De minicafeterías a bibliotecas

Burgos, Málaga, Osaka... han dado una nueva vida a sus terminales. En Berlín se amontonan en su propio cementerio a la espera de comprador

m. rego

Lunes, 24 de enero 2022, 01:20

Ni las icónicas cabinas rojas de Londres, retratadas en millones de fotografías, convertidas en una postal más de la ciudad, han logrado sobrevivir al destierro al que sus vecinos han condenado poco a poco a estos habitáculos. Hace casi una década, en 2012, British ... Telecom comenzó a vender cientos de terminales –a 2.600 euros cada uno– en vista de que las llamadas desde sus auriculares habían caído un 80% en un lustro, y compradores no le faltaron a lo largo y ancho del planeta. Desde Estados Unidos a Sudáfrica. Ciudadanos nostálgicos, y pudientes, empresas, iniciativas de 'crowdfunding', algún personaje famoso... Tampoco escasearon las ideas y hoy sirven de desfibrilador, maceta gigante, minibiblioteca, panel publicitario o cafetería, entre otros usos. Más de 6.000 tienen ya dueño.

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Telefónica no se ha planteado por ahora subastar las contadas cabinas clásicas –el modelo Garza de aluminio y vidrio donde José Luis López Vázquez quedaba atrapado– que permanecen en pie en las calles aunque saben el interés que despiertan casi como pieza de coleccionista. Con espacio donde colocarlas, claro. En Barcelona, por ejemplo, han retirado el último terminal cerrado que quedaba en la ciudad –y que la propia empresa cedió al Ayuntamiento– para restaurarlo y volver a plantarlo reconvertido en punto de intercambio de libros. Su nuevo destino se decidió en una consulta vecinal de la que salieron hasta 93 propuestas diferentes, como transformar el habitáculo en zona wifi o reservarlo como línea directa con emergencias.

La reinvención de las cabinas como bibliotecas a pequeña escala tal vez sea la salida más común que se ha encontrado a estos cubículos donde décadas atrás se formaban incluso colas. De Salamanca a Berlín. Muy cerca de la capital alemana se amontonan centenares sin uso, en muchos casos destartaladas, en una especie de cementerio. Allí esperan comprador. Algo más lejos, en Osaka, optaron por llenarlos de vida a base de agua y peces de colores y en Burgos metieron más de 300 grullas, de papel, eso sí, en uno de los cinco terminales que la ciudad prestó a artistas locales para que se expresaran sobre los habitáculos, que llevan años mudos tras haber escuchado de todo.

Uso práctico

Sin embargo, la mayoría de las ciudades que se han animado por ahora a reutilizar sus terminales ha preferido darles un contenido menos artístico y más práctico, sacarles partido en el día a día. Es el caso de Málaga, Córdoba, Granada o el pueblo grancanario de Galdar, que han recurrido a una empresa especializada en transformar los postes en puntos de información digitales, con pantallas interactivas, recarga de móviles... En apenas un cuarto de hora arranca su pasado de cuajo y coloca a la cabina en el presente.

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