La lista de espera para acceder a una residencia de la Diputación de Álava se ha reducido un insólito 18,6% desde que comenzó la pandemia. En febrero de 2020, cuando el covid todavía parecía un asunto ajeno, 150 personas estaban pendientes de que se ... quedara libre una cama en los 19 centros de titularidad pública. Según los datos de la Administración foral a los que ha tenido acceso EL CORREO, ahora mismo siguen aguardando 122 mayores. La elevada mortalidad y el miedo al covid han empujado a la baja la lista de espera durante los últimos veinte meses y en junio incluso alcanzó su mínimo con 116.
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La pandemia ha resultado letal para las personas con mayores grados de dependencia y en los geriátricos de Álava -que ahora permanecen con cinco casos activos y una veintena de trabajadores de baja- han enfermado cerca de un millar de personas en estos veinte meses, de los que 199 fallecieron. También algunos de los que aguardaban en sus casas para acceder a una plaza fueron víctimas del patógeno y eso también contribuyó a menguar la lista. El SARS-CoV-2 no sólo les hizo enfermar sino que les aisló de la sociedad, ya que se confinaron antes que el resto en marzo de 2020 y hasta que se decretó el final de la emergencia sanitaria, el reciente 1 de octubre, han tenido que aguantar restricciones en sus salidas de las residencias y las visitas de sus familiares.
122 mayores aguardan ahora mismo a que quede libre una de las 1.039 plazas que hay activas en las residencias de mayores de Álava. En febrero de 2020 había 150 en espera.
Efectos del virus. La Diputación reconoce que se ha detectado «una menor demanda» para acceder a los geriátricos. De hecho, ha habido gente que ha rechazado la opción de acceder y ha dejado pasar su turno «por la situación vivida con el covid».
Hueco para aislar. Los geriátricos han reducido su capacidad para tener margen para aislar casos positivos. En el centro Zadorra, en Abetxuko, hay una planta entera que da servicio a casos que llegan desde otros equipamientos públicos o privados.
Camas libres. 434 de las 2.201 plazas de residencias privadas están libres. La situación, según fuentes del sector, sobre todo afecta a los centros de pequeño y mediano tamaño. No hay datos oficiales, pero achacan la situación a la llegada de grandes empresas.
El miedo al patógeno ha hecho mella, como reconoce el Departamento foral de Políticas Sociales, que dirige el jeltzale Emilio Sola. «Hemos detectado una menor demanda de plazas residenciales por la situación vivida con el covid. Hubo rechazos cuando se concedieron plazas, y muchas personas pasaron a la lista de aplazamiento voluntario para que no les concediera plaza a la espera de mejores momentos», explican sus portavoces.
Los geriátricos públicos cuentan ahora mismo con 1.039 plazas, lo que supone 32 menos que al principio de la crisis sanitaria, pese a que siguen abiertos los 19 equipamientos que existían previamente. La explicación es que se han reservado habitaciones para el posible aislamiento de positivos. De hecho, el centro foral Zadorra -en el barrio vitoriano de Abetxuko- mantiene una planta entera para acoger a los contagiados de otras residencias que no puedan garantizar su correcto confinamiento, por lo que en los peores momentos de la pandemia dio cobijo a 48 usuarios ajenas.
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Entre los 122 que esperan un hueco, hay bastantes que han rechazado las alternativas ofrecidas por la Diputación, pese a contar con un alto grado de dependencia, dos o tres. Generalmente lo hacen porque la opción que se les pone sobre la mesa está lejos de su domicilio familiar. Así, los vecinos de la cuadrilla de Ayala dejan pasar su turno hasta conseguir una plaza en los centros de San Anton de Armuru (en Amurrio) y San Roque (Llodio). Lo cierto es que en esas listas de espera para acceder a la red pública no aparecen quienes residen en alguno de los 67 centros privados que hay repartidos por el territorio histórico, tres menos que hace veinte meses, y reciben una prestación vinculada al servicio (PEVS) para que sufraguen esa plaza, entre 523 y 1.030 euros.
Otra de las cuestiones por las que hay menos gente esperando es la tendencia a optar por cuidados profesionales en el domicilio. Según datos del Departamento de Emilio Sola, en febrero de 2020 había 291 personas perceptoras de la prestación económica para la asistencia personal (PEAP) y a día de hoy se ha incrementado hasta las 408. En agosto, se incrementó «considerablemente» su cuantía y esto -en opinión de la Diputación- «ha podido incentivar que haya personas que salgan de la lista para permanecer en su casa, con una ayuda de un profesional contratado».
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La situación en los centros privados es llamativa: una de cada cinco plazas (434 sobre 2.201) permanece libre. No es una cuestión generada por el coronavirus, ya que -repiten varios portavoces del sector- antes existía ese panorama. La Diputación carece de datos fiables previos a 2020, pero así lo defienden responsables de los medianos y pequeños geriátricos -los más habituales en el territorio histórico- que aseguran haberse visto afectados con el desembarco de grandes grupos en los últimos años.
Pese al 'terremoto' que ha vivido el sector en los últimos veinte meses, aún hay interés por abrir nuevos equipamientos para personas mayores y grandes dependientes en la provincia. La Diputación está construyendo junto a la Corporación Mondragón una residencia en Lakua (Arabarren) e incluso ya ha anunciado replicar ese modelo público-privado en una parcela de Salburua. Además, el grupo Vitalitas ha adquirido un terreno municipal por 4,5 millones junto al Hospital Universitario de Álava (HUA) y DomusVi acaba de ampliar sus instalaciones en el barrio de Gazalbide para atender a enfermos en fase de cuidados paliativos.
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