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Su marido la maltrataba. «Se drogaba y me pegaba. Aunque cuando no tomaba nada también me golpeaba». Yetto -que aún tiene miedo a que su pareja la localice- llegó hace 16 meses desde Marruecos. Ayer, fue una de los más de doscientos refugiados que tomaron ... asiento en la comida que la Comisión de Ayuda al Refugiado CEAR-Euskadi organizó en el marco del Día Internacional de las Personas Refugiadas. El frontón Auzolan de El Campillo cambió durante unas horas su nombre por 'Bizilagunak', un espacio donde los refugiados -muchos de ellos llegados en familia- tuvieron la oportunidad de compartir plato con personas que han vivido una situación parecida. También con vitorianos que les arroparon a su llegada.
Durante años estos encuentros se celebraban en casas particulares. En esta ocasión, sin embargo, la organización optó por juntar a todos en un mismo punto. Doce grandes mesas que tomaron el frontón, desde el frontis hasta el rebote. «El objetivo de esta gran comida en familia es que nos podamos poner todos cara y que la gente de la ciudad les pueda conocer, son parte del barrio», explicaba Rosabel Argote, responsable de CEAR-Euskadi en la capital alavesa.
Yetto lleva poco más de un año en la ciudad. «Llegué a España junto a ocho mujeres en barco y trabajé en Huelva recogiendo fruta. Con el poco dinero que saqué vine a Euskadi». Lo hizo con su hija Silya, que había nacido en ese periodo. «Quiero educar aquí a mi hija, que sea feliz. No quiero que tenga la vida que he tenido yo», confesaba la madre, ante un plato de arroz.
Kevin Ranguel también se sirvió una ración de arroz, fue el plato estrella de ayer. «Salimos de Venezuela porque la situación era dramática. Mi mujer estaba embarazada y necesitaba vitaminas. Mi hija pequeña tenía que tomar medicamentos y no los había. En mi mente ahora solo está que mis hijos sean felices», confiesa mientras le da de comer a Victoria de tres años. «De mayor voy a ser modelo», reía la pequeña.
«La gente y los voluntarios nos han ido trayendo comida durante varios días. Teníamos miedo a quedarnos sin atender a todos, pero al final se han podido llenar los platos», deslizaba Argote. Así, el menú ofrecía comer ensalada, tortilla, empanadas... Y también había postre: sandía, plátanos, bombones... Pero la sobremesa fue mejor, porque abrió paso a las danzas, el circo y el teatro. Este último corrió a cargo de la compañía Pez Limbo. «Hacen preguntas, en clave de humor, sobre mitos acerca de los inmigrantes que a día de hoy todavía se creen ciertos», apuntaba Argote.
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