La Vuelta Ciclista a España de 1960 se dio un baño de multitudes primero a su paso por las carreteras de Álava y después en la meta situada en la calle Dato con motivo de la disputa de la decimocuarta etapa. El jueves 12 de ... mayo, un gentío acompañó al pelotón en su ascenso a Herrera por su vertiente más sufrida y otro tanto asistió a la llegada de los cuarenta ciclistas en pleno centro de Vitoria. Desde luego que la fotografía de Arqué habla por sí sola, con miles de personas agolpadas en ambas aceras jalonando las últimas pedaladas del vencedor Antonio Suárez. El madrileño del Faema, con el dorsal 1 como ganador de la ronda del año anterior, brindó un final apoteósico, como correspondía al de la etapa reina por su kilometraje (251 km.) y dureza, con los puertos de Elgueta, Urquiola y el alavés de Herrera en el libro de ruta. Suárez, sin opciones en la general por una caída al inicio de la prueba que le lastimó una pierna, protagonizó una memorable escapada de más de 230 kilómetros en solitario, nada más partir de San Sebastián, culminada con doce minutos de ventaja sobre su compañero Federico Martín Bahamontes, que se retiró al día siguiente al poco de salir de Vitoria envuelto en polémica con los organizadores. Los espectadores que tuvieron ocasión de presenciar el desenlace en Dato, con la pancarta ubicada frente al comercio Alfa y el bar Acuario, pagaron entre cinco y diez pesetas por una silla, según su cercanía respecto de la meta, a beneficio del Hospicio. También se levantó una amplia tribuna a la entrada de General Álava cuya localidad costaba veinte.
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La Vuelta a España de 1967 se asemeja a la actual por la disputa en ambas ediciones de una etapa íntegramente alavesa. La de hoy arranca en Vitoria y se plantará en Laguardia después de rodear la Llanada por el este. En sentido contrario se cubrió la decimoquinta jornada de la ronda de hace 55 años con salida en la villa amurallada y meta en la capital. Un detalle las diferencia. Aquella se trató del segundo sector del día. La mañana del 11 de mayo, el pelotón cubrió el trayecto en línea entre Pamplona y Logroño y para la tarde le quedó una contrarreloj individual de 44 kilómetros. Fue en realidad una infernal cronoescalada con el puerto de Herrera al inicio del recorrido por su lado más abrupto, acompañada de un intenso aguacero al que resistió muchísimo público en las cunetas. Raymond Poulidor marcó el mejor tiempo bajo la pancarta en la plaza de San Cristóbal y el ídolo local Eusebio Vélez se contentó con el segundo puesto. El ciclista de la imagen, el italiano Aldo Moser, hermano del legendario Francesco, sobrevivió a la etapa alavesa tras una notable crono y al día siguiente, ya soleado, tomó la salida tan feliz en la plaza de España no sin antes rellenar el bidón con las marmitas que dispuso la organización para el avituallamiento. El primogénito de los Moser ya era famoso por otra foto para enmarcar:la del Giro de 1965, retratado cuando sorteaba a pie una montonera de nieve que había cubierto la carretera a 300 metros de la cima del Stelvio. Aldo murió hace dos años por covid.
Los 'Gordos y Flacos' eran al fútbol lo que el 'Bombero torero' a los toros, una parodia de gente con gracia y arte que pretendía entretener al público sin ofender a nadie. Los primeros eran de Bilbao. Pasaban por ser una simpática cuadrilla de amigos reñida con la báscula que dirimía sus disputas en un campo once contra once. Tenían su cartel. Antes de visitar Vitoria jugaron, por su puesto, en 'El Bocho', también en Burgos, Pamplona y otras localidades, donde sus carreras, regates y remates socarrones hicieron las delicias de la grada. A Mendizorroza los trajo la Asociación de la Prensa de Álava el 1 de mayo de 1957 para la disputa de un partido benéfico (en la foto, los capitanes y el árbitro) al que respondió mucho público, atraído además por un sorteo de regalos. La pandilla de obesos y delgados fue recibida en portal de Villarreal por motoristas del Vespa Club y Peña de Álava a los que se sumaron más adelante la Banda de Música y txistularis que marcharon en caravana hasta el estadio. Los gordos, vestidos de blanco con rayas horizontales rojas, y los flacos, de rojiblanco con franjas verticales, ofrecieron un divertido 'match'. Lo de menos fue el resultado, empate a seis goles. Unos y otros consiguieron con su ironía y hasta torpeza desdramatizar por un rato la relevancia de un resultado. Vinieron a decir que el fútbol también es para tomárselo a broma. Un cara o cruz resolvió la igualada y asignó el trofeo a 'Los Flacos'. Tras el partido, potearon por el centro y cenaron en el Bodegón Aguiriano antes de regresar a casa.
Ciclos Letona atendió a su numerosa clientela en el 30 de la calle Santo Domingo hasta que el taller de reparación de bicis y motocicletas de Ildefonso López de Letona e hijos se quedó pequeño. A finales de los 50, la popular familia ciclista se hizo con un local trasero que comunicaba con Barrancal 15 para ampliar el garaje, donde también vendía bicicletas y motos con la exclusividad de la marca 'Dian'. Con entrada por ambas calles y un hermoso patio interior, el renovado negocio se inauguró y lo bendijo Serapio Ibáñez de Garayo, coadjutor de Santa María, el 19 de julio de 1959. A los invitados se les ofreció un lunch tan concurrido que, además de autoridades, clientes, amigos y ciclistas, asistió una representación de la Guardia Urbana (en la foto). Aquella mañana, Ciclos Letona celebró su día con una carrera que organizó la Sociedad Ciclista Vitoriana por el circuito del paseo de Cervantes-San Prudencio. Quince vueltas para un total de 48 kilómetros que proclamaron ganador precisamente a José Mari Letona, más rápido al sprint que Manuel Castillo. Tiempo después, el mayor de la saga, Jesús, promovió el nacimiento de la Peña Ciclista Letona, muy activa durante años con la organización de salidas cicloturistas y carreras. Bajo la presidencia de Cayo Luis Vea-Murguía se alió con cafés La Brasileña para la creación de un equipo aficionado que cuajó grandes éxitos dirigido por José Luis Plazaola. Otro Letona, David, regentó junto al taller un bar bautizado con el apellido.
La navegación a vela por las aguas del embalse de Ullíbarri-Gamboa llevó a un grupo de amigos a impulsar el nacimiento del Club Náutico de Vitoria en octubre de 1963. Junto a la localidad del mismo nombre que el pantano, en la orilla de éste, los promotores levantaron un club social con diversas dependencias para el esparcimiento de los socios y un embarcadero. Muy pronto le dieron sentido con la celebración de cursillos y la disputa de pruebas y campeonatos de vela a los que asistían también practicantes de otras provincias. La posterior introducción del esquí acuático entre las actividades del Vitoria causó sensación por la novedad y el atractivo de deslizarse sobre el agua agarrado a una cuerda tirada por una lancha. Lo suyo tuvo eco en la prensa nacional hasta que saltó a la local. El 19 de septiembre de 1964, ELCORREOpublicó un artículo que daba cuenta de la petición del club a la federación española de ser admitido en la sección de «'ski' náutico en vista del auge e interés que este bello deporte va adquiriendo en Vitoria», decía un directivo. «Tenemos la intención de organizar alguna competición de este tipo en la que nuestros esquiadores –los Urbina, Yrazu, Lascaray, etc.– puedan medir sus posibilidades con 'skiadores' de otras regiones». Yasí fue. Con los años, el Náutico Vitoria alumbró campeones de España como los Arbaizar.
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