El ‘sí, quiero’ de Jacinto Quincoces a la vitoriana Marina
El más ilustre de cuantos han defendido la camiseta del centenario Alavés, Jacinto Quincoces, ya era jugador del Real Madrid cuando regresó para casarse con su novia vitoriana Marina Gómez de Arteaga el lunes 14 de septiembre de 1931 en Estíbaliz. Una ceremonia a las diez y media de la mañana del Día de Olárizu a los pies de la patrona de Álava que selló también el enlace del defensa vizcaíno con la tierra que lo acogió de joven y cuyo equipo de fútbol lo encumbró a la fama. Juan Sagarna se encargó de adornar con gusto el altar mayor y Carlos Ramos, sacristán de San Miguel y amigo del contrayente, unió a la feliz pareja, guapa ella y galán de cine él. La madre viuda de Jacinto (Micaela) y el padre de la novia (Julio) ejercieron de padrinos con Hilario Dorao, primer presidente del Alavés y periodista de profesión, entre los cuatro testigos. Tras la ceremonia, el matrimonio visitó y obsequió con dulces a los críos hospedados en la colonia escolar de Estíbaliz. En el hotel Peña, en Vitoria, se ofreció un banquete espectacular: entremeses, consomé julienne, huevos hongroise, langosta a la parisién, perdices chartreuse, solomillo paysenne, postres y frutas, todo regado con vinos de Rioja y rematado con licores y habanos. Dos días antes, Quincoces había juntado a cien amigos en el Hotel Frontón para su despedida de soltero. El viaje de novios llevó a Jacinto y Marina por Zaragoza, Barcelona, Sevilla y otras localidades andaluzas. Después regresaron a Madrid, pues él tenía que incorporarse a los entrenamientos. En 1955, Quincoces enviudó y cinco años más tarde, en Valencia, conoció a Carmen, con la que vivió hasta su muerte en 1997.
ARCHIVO MUNICIPAL DE VITORIA-GASTEIZ. CEFERINO YANGUAS
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