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1524 es un año redondo para la historia de Vitoria. En estos días se ha hablado de la decisión de Carlos I, el rey emperador, de donar Malta a los caballeros de la orden de San Juan a cambio de un halcón, asunto resuelto en ... la capital alavesa hace 500 años, así como el llamado Tratado de Vitoria, un pacto entre las coronas ibéricas para saber a quién correspondía las islas Molucas o de la especiería (ahora en Indonesia), tras la venturosa vuelta al mundo de Elcano después de la muerte de Magallanes, jefe de la expedición, en Filipinas. España y Portugal eran las potencias marítimas de la época y con el visto bueno del Papa y la contrariedad y envidia del resto de las monarquías europeas se repartían el mundo. A esos dos acontecimientos tan decisivos en la historia universal hay que añadir las primeras negociaciones para el matrimonio entre el propio Carlos I y su prima Isabel de Portugal.
Pues bien, el escenario de estos encuentros diplomáticos, que en algunos casos decidieron el devenir de los países y del mundo, fue el palacio de Montehermoso, hoy centro cultural municipal de Vitoria. Aquí recibía el emperador a los diplomáticos europeos, ingleses, portugueses, venecianos, que querían plantearle cuestiones de interés para sus países entre el 5 de enero y el 8 de marzo de 1524, fechas en las que Vitoria era la capital del mundo conocido.
No nos vamos a extender en la larga y fructífera historia de este edificio que fue albergue de reyes, 'chateau royal' para los franceses en la época napoleónica, cuartel de artillería, obispado y finalmente, centro cultural. Sin duda, por su historia es el edificio más importante de la ciudad. De momento, estos 500 años han pasado completamente desapercibidos. El Ayuntamiento no ha programado nada especial para su conmemoración.
Pero todo esto que hemos comentado no se hubiera producido si se cumple uno de los deseos de su constructor, Fortún Ibañez de Aguirre, en su testamento. Este personaje, crucial en la Vitoria de primeros del siglo XVI, pidió que se transformara en un hospital.
Así lo describe el historiador de la UPV, Ernesto García Fernández. Según este investigador en el testamento Aguirre dejó escrito, entre otras cosas, que en caso de que no se pudiera transmitir su mayorazgo por falta de heredero se construyera un hospital dedicado a la Santa Cruz en los palacios que tenía en la Villa de Suso, es decir, en el lugar donde ahora se encuentra el palacio de Montehermoso. Aunque fue un deseo incumplido pues finalmente hubo heredero, el testamento, redactado en 1535, fue muy explícito sobre este asunto, lo que evidenciaba la intensa devoción que este personaje destacado de la elite y oligarquía vitoriana tuvo a la Vera Cruz y a su cofradía, que se puso en marcha esos años. Incluso se especifica que los patronos, responsables de la gobernación del hospital y de la capilla de la Cruz (hoy la Milagrosa) de la parroquia de San Vicente Mártir, pertenecieran a su mismo linaje o al de su mujer, los cuales juntamente con el alcalde de Vitoria, serían los encargados de elegir a las personas que habrían de ingresar en el hospital, dándose preferencia a los del linaje o parientes de los patronos, pero abriendo igualmente la puerta a cualquier otro individuo necesitado.
De cumplirse los deseos de Fortún, el actual palacio de Montehermoso hubiera sido un hospital de lujo situado en el mejor sitio de la ciudad.
El licenciado Fortún Ibañez de Aguirre estaba casado con una representante de las grandes familias de la ciudad, con María de Esquível. Ya en el año 1502 ejerció como oidor de la Chancillería de Valladolid y logró la confianza de la reina Isabel que le nombró su testamentario. Fue miembro destacado del Consejo Real de la reina Juana y de su hijo Carlos I, institución que llegó a presidir en 1539 de manera coyuntural. Fue igualmente integrante de la Santa Inquisición. Dispuso de rentas y bienes en Medina del Campo, la Isla de Gran Canaria, Sevilla, Utrera, además de Vitoria y Álava, que luego ampliaremos. Fue uno de los 20 miembros del Consejo Real considerados por los comuneros como ejemplo de corrupción y de mal gobierno. Más aún, el propio cardenal Cisneros expulsó a Fortún del consejo tras haber sido acusado de malversar fondos de la Inquisición, si bien posteriormente fue admitido por el hombre de confianza de Carlos I, Guillermo de Croy, señor de Chièvres, prueba fehaciente de la estrecha relación que mantuvo con el emperador, al que acogió en su palacio cuando estuvo en Vitoria en 1524 y en 1530.
Este personaje, que tuvo una destacada influencia en la Vitoria de primeros del siglo XVI, financió también la iglesia del convento de las Dominicas de Santa Cruz donde estuvo «soror Ana del licenciado Aguirre», que según Juan Vidal Abarca, era hija natural de Fortún. Ana del licenciado Aguirre fue una de las monjas dominicas que asistió al acto de consagración de la iglesia del convento de Santa Cruz el año 1522. Este detalle de la hija fuera del matrimonio es importante porque en un principio lo que se iba a construir en la parcela de Villa Suso donde se levantó el palacio era un convento para las dominicas, a lo que se opuso su mujer María de Esquível, que no veía con buenos ojos tanta generosidad para con la hija extramatrimonial de su marido.
Fortún, además de una gran fortuna, debía tener muy mala conciencia porque otra de las obras importantes que aún perviven en Vitoria fue la ya citada capilla de la Cruz –en la actualidad de La Milagrosa- de San Vicente Mártir donde se encuentra un gigantesco escudo de armas del emperador Carlos V en la parte superior del muro izquierdo y en la inferior los escudos de armas de los componentes de su familia: a la izquierda, Galarza-Aguirre, y a la derecha Colodro-Esquível. En la capilla fue enterrada su mujer en 1526 y él en 1548. Los cofrades de la Vera Cruz celebraron honras a su favor, lo que denota, casi con toda seguridad la pertenencia de Fortún Aguirre a la cofradía. En la clave central de la bóveda de esta capilla mandó esculpir un relieve de Jesús con la cruz a cuestas. Hoy día también se conserva un gran crucifijo.
Cuando firma la creación del mayorazgo enumera bienes (huertas, torres, palacios, casas, eras, solares) en Elburgo, Alegría, Erenchun, Gáceta, Armentia, Gamarra y Amárita, además de Vitoria, Zarauz, Cestona, Zumaya y Valladolid. Y declara heredero a su sobrino Mateo de Zuazo al que obliga para heredar que se cambie de apellido y así perviva el de Aguirre como titular del mayorazgo, algo que perduró hasta el siglo XIX.
Pero si las circunstancias de muerte de los herederos se cumplen y no hay sucesor en el mayorazgo, Fortún dispone que la casa principal (el actual Montehermoso) con su huerta y su corral, se convierta en un hospital que se debe llamar de la Vera Cruz (otra muestra de la pertenencia a la cofradía). También detalla que se preparen aposentos para acoger a ocho pobres varones y ocho mujeres «que sean fijosdalgos e vecinos de la ciudad». Y si no hay tales personas, que sean labradores. Y si no que sean de la villa de Elburgo. Aunque la preferencia a entrar en el hospital será siempre de los miembros pertenecientes al linaje Aguirre.
También recomienda que los pacientes del hospital, a los que se les dará de comer y beber y se les vestirá con cargo a las rentas que el propio Fortún dejará convenientemente, cuando estén buenos vayan a la parroquia de San Vicente a oír misa. Igualmente, se les enterrará en la capilla del hospital si quieren, donde los capellanes dirán misas por los enfermos.
Los patrones del hospital serán preferentemente, según el testamento, familiares de los Aguirre y el alcalde de la ciudad. Y deberán proveer de médicos y medicinas y de todo lo necesario para el funcionamiento del hospital. En el mandato se deja claro también que se deben elegir «personas que tengan necesidad».
Para los patrones, Fortún deja tres ducados de oro cada año, «y auque merecerían mucho más, lo demás que lo hagan por servicio de Dios».
A partir de ese momento se convierte en la casa más importante de la ciudad. Su patio interior de dos pisos con arquerías escarzanas sirvió de descanso y pernoctación habitual de los monarcas españoles cuando hacían parada en Vitoria, así como de otras personalidades de la nobleza, políticos, viajeros y escritores.
El actual nombre del palacio le viene del título del marquesado que el 14 de diciembre de 1714 le fue concedido a María Antonia de Salcedo y Echávarri, viuda de Vicente José de Aguirre y Zárate, en gratificación a sus servicios como aya de los hijos de Felipe V, los Príncipes de Asturias y futuros reyes Luis I y su medio hermano Carlos III, y como dama de honor de Isabel de Farnesio.
Un siglo después, otra marquesa de Montehermoso, María Pilar Acedo, atrajo a José Bonaparte en sus salones y alcobas. Durante la guerra de la Independencia fue la residencia oficial de José I quien, en octubre de 1808, la había comprado a los Marqueses de Montehermoso por dos millones de reales. José I se alojó aquí en varias ocasiones: entre septiembre y diciembre de 1808, por el repliegue del ejército imperial, en mayo y julio de 1811 por un compromiso familiar en París y en junio de 1813 por la retirada final de España. Con razón, los pintores del cuadro lo llaman Chateau Royal, por cierto un buen nombre para denominar un vino, un hotel o un bar.
Tras la restauración borbónica, en 1816, el Ayuntamiento de Vitoria confiscó el Palacio y la finca de Montehermoso en virtud de una real orden que establecía que tales propiedades eran, en lo sucesivo, patrimonio de la Corona. Aquel mismo año el edificio sufrió unos derrumbamientos. Posteriormente, durante la Tercera Guerra Carlista, Montehermoso fue cuartel de artillería antes de ser adquirido por la Diócesis de Vitoria en 1887 a su último propietario, el Marqués del Amparo. Al convertirlo en su sede, el Obispado encargó al arquitecto Fausto Íñiguez de Betolaza la reforma de la fachada, que adquirió su actual aspecto neogótico. En 1928 se acometió otra importante reforma.
Sobre la estancia de Napoleón Bonaparte en Montehermoso no se ha escrito nada. Siempre se ha pensado que estaba tan enfadado que eludió a su hermano. Algo que resulta ilógico ya que José estaba a sus órdenes y obviamente Napoleón venía a Vitoria a reprobar y reprender a su hermano. Pero sí estuvo como queda reflejado en una pequeña pieza pictórica firmada por Benjamín Zix (1772-1881) y Constant Bourgeois (1767-1841). Refleja el encuentro a la entrada del palacio y el abrazo de los dos hermanos.
Por lo tanto, dos emperadores visitaron el palacio de Montehermoso, algo que no pueden decir muchos edificios.
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