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Muchos desconocen que a pesar de la escasa demografía alavesa, se puede encontrar a un hijo del territorio en cualquier situación y en lugares inverosímiles. Es la historia del teniente piloto de la Fuerza Aérea norteamericana, Frank Gamboa Bengoechea, que luchó contra los nazis en ... uno de los puestos más comprometidos en la Segunda Guerra Mundial, como piloto de las famosas fortalezas volantes Boeing B-17. La asociación Sancho de Beurko, especializada en la historia militar de los vascos, ha sacado a la luz las biografías de un gran número de estos combatientes en el proyecto de memoria Fighting Basques, dirigido por Guillermo Tabernilla.
Este grupo de investigadores ha conseguido sacar del anonimato a soldados vascos que pelearon con bravura desde el desierto de Libia hasta las playas del Pacífico, y desde las nieves del Ártico a los cielos de Europa. Prácticamente, hubo vascos en todos los escenarios de la Segunda Guerra Mundial, principalmente con Francia (Resistencia, Batallón Gernika, 13e DBLE y otras unidades de la Legión Extranjera), con Estados Unidos (US ARMY, AAF, NAVY, USMC, guerrillas en Filipinas, etc.) y con la URSS (milicias, ejército regular, fuerza aérea). El proyecto quiere dar a conocer la participación de estos soldados en los ejércitos aliados durante la mayor contienda que ha sufrido la historia. Fue una presencia modesta pero no por ello menos representativa para un pueblo pequeño que acababa de sufrir una feroz guerra civil.
Pero es que además de descubrir historias de una generación completamente olvidada Sancho de Beurko consigue trazar una línea de continuidad en la gran diáspora vasca del siglo XIX y principios del XX y el ejercicio de adaptación a las exigencias de sus nuevos países. Los hijos de vascos emigrados se alistaron con entusiasmo en las filas de los diferentes ejércitos.
Gregorio Gamboa (1883-1964) había nacido en Aramaio el 24 de diciembre de 1883. Había llegado a Nueva York a bordo del buque 'La Provence', procedente del puerto francés de Le Havre el 19 de junio de 1908. Con 25 años, un hombre ya formado en el valle alavés, se dirigió a Boise, la capital del estado de Idaho, la ciudad que tiene la concentración de personas de procedencia vasca más importante de Estados Unidos. Se calcula que son unas 15.000 de un total de 240.000 personas, un poco menos que Vitoria.
Gamboa llegó con una referencia de un amigo, Mateo Arregui, aunque parece que se volvió a Álava pues hizo un segundo viaje en 1916. Dos años más tarde ya estaba trabajando de pastor para Pedro Mari Gandiaga en Mountain Home, en el mismo estado de Idaho.
El 8 de abril de 1921 se casó con Rita Bengoechea . Tuvieron tres hijos, Frank, Joe y Angelo. Como vemos en esa primera generación de vasco-estadounidenses ya han perdido el nombre castellano para adoptar el anglosajón. Pero el apellido del padre pervive. A Gregorio lo vemos en 1930 en la pequeña localidad de Glenns Ferry. Falleció en agosto de 1964.
Su hijo mayor, Frank, estudió en la escuela de negocios de Santa Bárbara y trabajó como operario de la fábrica de Boeing en Seattle antes de ser piloto. Por lo tanto, conocía perfectamente aquellos aviones cuando decidió incorporarse al Air Corps como cadete de aviación en 1943. Tras superar su fase primaria en los campos de Ontario y Gardner (California) aprendiendo a volar en los aviones biplanos Boeing-Stearman, pasó a la base aérea de Hobbs, en Nuevo México, a completar el curso de transición a bombarderos polimotores, la misma donde se haría piloto el popular y oscarizado actor James Stewart.
El 28 de febrero de 1944, como piloto, se casó durante un permiso con Gloria Goitiandia en Salt Lake City, estado de Utah. Después fue destinado a Glatton (Inglaterra) con el 748 escuadrón de bombardeo, una de las cuatro unidades de este tipo del 457 grupo de bombardeo americano. Estas fortalezas volantes participaron principalmente en las campañas de castigo contra Alemania y atacaron plantas de rodamientos de bolas, refinerías de petróleo y fábricas de aviones. También estuvo presente en la operación Overlord, que supuso la invasión de Francia, por Normandía, destruyendo las defensas aéreas de la península de Cherburgo, aeródromos, trenes, carreteras y depósitos detrás de las líneas enemigas. Además apoyaron las operaciones Cobra y Market Garden, la travesía del Rin por los británicos, la batalla de las Ardenas y la operación Varsity, los grandes enfrentamientos que decidieron el fin de la guerra.
Frank Gamboa llevó a cabo 15 misiones de vuelo de bombardeo antes de ser enviado de vuelta a casa como convaleciente ya en 1945. El peor momento vivido fue un aterrizaje forzoso de su B-17 en tierras de Bélgica. Sus hermanos Joe y Angelo también se incorporaron a Ejército del Aire norteamericano. Después de la guerra fue gerente para la empresa Morrison Knudsen trabajando en proyectos internacionales como el de la central hidroeléctrica de San Pedro Sula (Honduras). En 1996 se reunió con su tripulación en el museo de Dayton. Falleció en 1998.
Recientemente se ha estrenado la miniserie en televisión titulada 'Los amos del aire', producida por Tom Hanks y Steven Spielberg, inspirada en la historia real de algunos de estos pilotos de las fortalezas volantes. El grado de supervivencia entre la tripulación de estos aviones fue muy bajo, como queda patente en la serie.
Además, Guillermo Tabernilla, investigador de la Asociación Sancho de Beurko ha llevado a cabo para Facebook una serie de cortos sobre la biografía de cada uno de los vascos que tripularon las fortalezas volantes.
Durante la II Guerra Mundial se fabricaron 12.000 B-17, de los que más de 4.700 se perdieron en combate. Fue considerado el avión bombardero emblemático del Ejército USA. Llevaba hasta 13 ametralladoras en cuatro torretas y la tripulación estaba compuesta por 10 hombres. El avión era movido por cuatro motores y alcanzaba 22,7 metros de longitud y 31 de envergadura. Su velocidad máxima era de 462 kilómetros por hora y su techo en altura llegaba a los 10.851 metros. Los tripulantes llevaban máscaras de oxígeno y trajes y guantes calefactados para hacer frente a las temperaturas bajas, que podían alcanzar los 40 grados bajo cero. Podían cargar hasta 8.000 kilos de bombas, aunque raramente llevaban más de 3.600 kilos. Durante la guerra los aliados lanzaron 640.036 toneladas de bombas sobre objetivos europeos. 61 ciudades alemanas fueron reducidas a escombros.
Asegura el autor de las biografías como la de Frank Gamboa, que «La Segunda Guerra Mundial fue muy importante en la historia de la diáspora vasca. En un momento en el que la población de origen inmigrante empezaba a tener serios problemas de rechazo, la entrada de EE UU en el nuevo conflicto mundial fue visto por los vascos como una gran oportunidad para demostrar el compromiso con su país de adopción y probarse a sí mismos como buenos americanos», afirma Guillermo Tabernilla.
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