El 27 de junio de 1960, una bomba colocada en la estación donostiarra de Amara hiere a la niña de 22 meses Begoña Urroz, que fallece al día siguiente. Durante mucho tiempo se atribuyó el atentado a ETA. Se dio por sentado de forma ... que medio siglo después, en 2010, el Congreso de los Diputados reconoció a la niña Begoña como la primera víctima mortal del grupo terrorista. Al año siguiente se aprobó por unanimidad la Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo.
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A pesar de ello, el arduo trabajo de unos pocos investigadores ha desmontado esa versión. Así lo recoge el documental 'Muerte en Amara', que se proyecta este viernes en el Teatro Victoria Eugenia dentro del marco del Festival de Cine y Derechos Humanos. Bajo la dirección de Aitor González de Langarica (Vitoria, 1980) se sumerge en la documentación que atribuye este atentado a un grupo de inspiración comunista llamado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), una organización hispano-portuguesa, formada por opositores a las dictaduras franquista y salazarista cuyo objetivo era replicar la revolución castrista en España y Portugal para acabar con las dictaduras de Franco y Salazar.
«La documentación es fiable y totalmente creíble», avanza González de Langarica, autor de documentales como 'La Batalla de Vitoria' (2013) y 'En Busca de la Ciudad Perdida' (2018). Hasta tal punto que incluso se aporta el nombre de quien colocó el artefacto explosivo. A partir de diferentes entrevistas a historiadores como Gaizka Fernández Soldevilla y Santiago de Pablo, así como del documentalista Manuel Aguilar, se desvela que fue el gallego Guillermo Santoro, como ratificaba un documento policial.
El nivel de detalle de la investigación llega hasta testimonios del momento con un informe policial. Todos apuntan hacia el mismo personaje. Además, el grupo DRIL reivindicó el atentado de Amara, a primeros de julio de 1960, en 'El Nacional de Caracas', un medio venezolano, junto a otras explosiones en estaciones ferroviarias. Dos años después, la formación desaparecía.
El primer atentado de ETA llegaría ocho después (1968) con el asesinato del guardia civi José Antonio Pardines. Como recoge el documental, las diferencias eran evidentes con el grupo terrorista DRIL a muchos niveles, también ideológico. Soldevilla sostiene que era un «cacao» en el que había militares portugueses desencantados con la dictadura de Salazar, liberales o nacionalistas gallegos. «Esto hace que haya podido caer en el olvido. No hay nadie hoy en día que lo reivindique y no tiene herederos. Fue un grupo con un montón de gente muy distinta entre sí que se juntaron para crear una federación de repúblicas ibéricas», explica González de Langarica, que se ha enfrentado al montaje más complicado de su carrera por problemas médicos.
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Durante este proyecto se ha sometido a dos operaciones de retina y se encuentra todavía en fase de recuperación. «He tenido la suerte de tener un gran equipo», cuenta para referirse a la labor de Nerea García Guillén, productora de Área Audiovisual; Naiel Ibarrola en música, ilustraciones y dirección de fotografía; y Javi Prieto, en el grafismo y animaciones. Un gran ejercicio de confianza, ya que no podía mirar a la pantalla. «Les escuchaba y trabajaron mucho por mí. Saben lo que me gusta y lo que no», comparte junto a García. Tras verse en San Sebastián este viernes en el festival pretenden estrenar comercialmente allí, además de en Bilbao y Vitoria.
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