Martín Fiz es el 'alavés de abril' por su triunfo en el maratón de Londres veterano Rafa Gutiérrez

Martín Fiz, un diésel eterno

Merece el premio 'Alavés del mes' de EL CORREO tras el sexto triunfo en su franja de edad en los maratones más importantes del mundo

Sábado, 5 de mayo 2018, 01:12

A Martín Fiz le dieron cuerda de pequeño y se pasaron de rosca. Empezó a correr y todavía sigue, a sus 55 'castañas', con la misma ilusión de un infantil. Hay gente a la que apenas es necesario atisbar para saber que está hecha ... para el deporte; su estilo, soltura, la naturalidad con la que salta, patina o corre. A Martín Fiz tampoco fue difícil calarle. Corría más que nadie.

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El 'problema' con este enjuto individuo es que no tiene ninguna intención de colgar las zapatillas, cuarenta y cinco años después. Martín Fiz ha hecho del atletismo su universo; actividad que le permite seguir activo, sentirse útil, moverse de continuo, colmar cualquier aspiración personal y, en definitiva, acercarse a un estado próximo a la felicidad.

Allí mismo es adonde se elevó el 22 de abril, después de lograr la victoria en la categoría de 55 a 59 años en el maratón de Londres, el último que le faltaba para coronarse con los 'six majors', los maratones más importantes del planeta (Nueva York, Boston, Chicago, Tokio, Berlín y el de la capital inglesa). Por esa hazaña, un elogio que no admite paliativos, EL CORREO le ha elegido como 'Alavés del mes' de abril, tomando el relevo de las chicas de soka tira del Badaiotz.

¿Y qué necesidad tiene Martín Fiz de seguir corriendo? Ninguna. Habrá que recordar, en primer término, que MF dispone aún de un motor fabuloso. Con él se rompió el molde. Corazón, piernas y una tenacidad metálica no solo para acabar maratones y ganarlos, sino para mantener el ojo en las comidas, exprimirse en las series, machacarse en las tiradas largas y llevar una vida casi de monje cartujo. 52 kilos de peso lo acreditan. O sea, que corre -y gana- porque quiere, simplemente.

Una agenda desbordante

Fiz se retiró hace años del atletismo profesional y ahora sufre los achaques propios de la edad, pero su pulsión competitiva permanece inalterable y empapa todo lo que hace. E inquieto como es, no tiene horas en el día para dar salida a sus quehaceres. No es necesario hallarse en la semana de 'su' maratón -mañana se cumple la decimosexta edición- para encontrarle hiperactivo.

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Además de entrenar -no correr, entrenar-, mantiene sus ocupaciones en la tienda del parque del Prado -detrás y delante del mostrador con los grupos de corredores populares- escribe y codirige la revista 'Runners', cumple con compromisos promocionales o invitaciones -mil- y hasta hace nada supervisaba los entrenamientos de un grupito de escogidos fondistas locales -ahora en manos de otro pupilo suyo, Iván Fernández-. Y lo que en otras latitudes podría proporcionarle pingües beneficios -sugiéranle a un entrenador estadounidense que les prepare un entrenamiento personal gratuito y les pondrá una querella por desacato- a Martín no le ha dado por ahí. Un tipo con un título mundial, otro europeo, un diploma olímpico, premio Príncipe de Asturias, experto y en activo, que ha sido -y es- su propio conejillo de indias en el infinito mundo de la preparación de un '42 kilómetros' podría promocionarse como un cotizado gurú a escala planetaria. No lo hace porque su ideal es más sencillo y consiste, básicamente, en correr él.

A MF se le ha acabado la excusa de los 'six majors'. No se preocupen, su mente ya estará fraguando alguna otra embarcada. Cuando ya se llevan más de 300.000 kilómetros corriendo, unas ocho vueltas al mundo completas -según cálculos del propio corredor-, de la chistera puede surgir cualquier barbaridad. De hecho, a Martín se le ve por Vitoria más veces corriendo que andando. Eso sí, si se encuentra con él algún día previo a un maratón (hoy) ni se le ocurra decirle algo así como 'qué buena pinta tienes'. Es el peor insulto para un maratoniano, gente con cara de pasar hambre endémica. Lo suyo sería un 'te veo más tirillas que nunca'. Esa sí que es una declaración de afecto para nuestro querido Martín, el 'alavés de abril'.

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