Retrato de María del Pilar Acedo y Sarriá, marquesa de Montehermoso.

La marquesa que nació para ser libre

Napoleón por Álava ·

María del Pilar Acedo y Sarriá era «bella, vivaz y sobre todo imperiosa». En 1804 presenció la coronación de Napoleón en París

Patxi Viana

Lunes, 27 de septiembre 2021, 01:16

Si el luctuoso 5 de mayo de 1821 el 'Águila de los franceses' se quedó sin alas en la isla de Santa Elena, fue en la catedral de Notre Dame de París, el 2 de diciembre de 1804, cuando María del Pilar Acedo y Sarriá ... contempló cómo Napoleón se las colocaba al autoproclamarse emperador. Así lo atestiguó 'El Monitor', periódico oficial del Imperio, el 23 de noviembre de 1804 y lo ratificó cinco días más tarde el alemán 'Journal Politique de Mannheim'.

Publicidad

En los días precedentes a la gran ceremonia de París se multiplicaron las audiencias en el palacio de Saint-Cloud. La del día 20 de noviembre fue muy especial. La emperatriz Josefina recibió a los cuerpos diplomáticos y enviados extranjeros. En esa audiencia, las señoras marquesas de Santa Cruz y de Montehermoso fueron presentadas a la emperatriz por la señora de La Rochefoucauld, el jefe de protocolo.

Mariana de Waldstein, austriaca de nacimiento, se había trasladado a España tras su boda con José Joaquín de Silva-Bazán. Merced a sus cualidades como pintora fue declarada miembro de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es aquí donde se pudo establecer el contacto con el V Marqués de Montehermoso, padre de Ortuño de Aguirre, porque también era académico de Bellas Artes de San Fernando. Si a nivel institucional era factible que se conociesen ambas familias, será el nivel residencial el que complete esta amistad. El palacio de Vitoria era el lugar de parada obligada de todos los aristócratas camino de Francia.

Si damos por factibles las relaciones amistosas de ambas marquesas, tiene lógica la presencia de la vitoriana en la coronación de Bonaparte. En 1781, Mariana de Waldstein, de 18 años, se había casado en Viena con el marqués de Santa Cruz, de 47 años, viudo y propietario de una impresionante fortuna. París fue su destino preferido. David García Cueto describe la recepción ofrecida en Versalles por la reina María Antonieta. Años más tarde, el romance iniciado en 1801 con Luciano Bonaparte, embajador en Madrid, le llevó a trasladarse a París con 38 años. Fue el momento de entrevistarse con Napoleón y Josefina. En 1804 presenció la colosal ceremonia de coronación de Napoleón.

Publicidad

Si consideramos que tiene lógica la presencia de la marquesa de Santa Cruz en la coronación de Napoleón no tenemos tan claro quién es la que le acompaña a la de Waldstein. Podría ser la VI marquesa de Montehermoso (casada con Ortuño de Aguirre) o, tal vez, la V marquesa de Montehermoso (madre de Ortuño de Aguirre).

La aristócrata viajera

La duda surge porque María del Pilar Acedo y Sarriá tiene solo veinte años cuando Napoleón exhibe su poder, y habría dejado en Vitoria al cuidado de su padre a una niña de tres años llamada Amelia. Mucho atrevimiento por su parte o muy mal tenían que ir las cosas de palacio para hacer el viaje. Por otra parte, de su suegra María Concepción Javiera del Corral se desconoce su vida social. Los 'diarios' de Melchor de Jovellanos de 1791 describen los encuentros con los marqueses, pero nunca mencionan a la señora. Años más tarde, en 1804, ya viuda y cumplidos los 56, tampoco encontramos ninguna referencia.

Publicidad

Dicho esto, nos inclinamos a aceptar a la VI marquesa como la persona que con veinte años presenció la coronación de un hombre ególatra, acompañando a la señora de Santa Cruz. Con ella compartía su lucha por la libertad, su fuerte personalidad, sus cualidades pictóricas y el haber aceptado un matrimonio de conveniencia.

El General Thiebault hospedado en el palacio en junio del año 1801, después de la conocida como Guerra de las Naranjas, hace clara descripción de los anfitriones al relatar que el marqués de Montehermoso, «hombre educado y fuerte, en su casa ya no era más que el marido de su esposa». Continúa el relato describiendo a la marquesa como «una dama joven, bella, ingeniosa y vivaz, sobre todo imperiosa, incluso coqueta, y que a una gran fortuna unió los modales y el tono que le da una alta posición social y el conocimiento del mundo y de la corte».

Publicidad

Está claro que quien toma las decisiones en la casa era la marquesa. Así se pudo ver en 1808 cuando su marido aceptó la decisión tomada por María Pilar de ser la primera dama del rey José en Madrid. Un año más tarde, el 26 de diciembre de 1809, la marquesa solicita al rey José, «en ausencia de su marido», el reembolso de 1.948.947 reales adeudados al marqués por motivo de «confiscación de bienes». A finales de ese mismo año es el propio Ortuño Aguirre el que informa al rey de que, al realizar el último viaje a Vitoria, la marquesa «hizo una imposición considerable» para adquirir una hacienda en Cataluña que producía unas rentas de 450.000 reales de vellón. Indudablemente estos datos nos hablan de que la marquesa tenía un olfato exquisito para los negocios y que era la que mandaba en el matrimonio.

Primera dama

Del papel de la marquesa como primera dama participando activamente en las decisiones del monarca destacamos la opinión de Geoffroy de Grandmaison, que la compara con la todopoderosa madame de Pompadour. La que en un principio fue amante de Luis XV se convirtió después en la dirigente de los destinos de Francia. Si en esta línea de actuación vio a nuestra marquesa, la realidad posterior no defraudó. Estuvo cinco años como primera dama de los españoles, pero fueron 63 los dedicados al pueblo francés, tanto en su labor social como en sus negocios.

Publicidad

Alexis Ichas enumeró las construcciones sociales realizadas en Carresse y Paquita Vives nos contó que fue la primera fortuna del departamento francés de los Bajos Pirineos. Entre sus enormes posesiones contaba con cuarenta granjas y veinte molinos. Todos los años se celebra en el pueblo una fiesta en su honor.

En su tierra natal fue condenada por ser afrancesada y como tal fue proscrita, difamada y condenada al olvido. Elisa Martín quiere rehabilitarlas porque «las únicas mujeres que han pasado a la historia son las protagonistas de la crónica frívola del reinado». Les negaron todos sus méritos. Vicente González de Echávarri confirma que «José Bonaparte perdió su corona y los vitorianos perdimos a la aristocrática familia de Montehermoso».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad