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Obra de Marina Gómez.
Marina Gómez, la humildad como escuela de vida

Marina Gómez, la humildad como escuela de vida

Obituario ·

Lunes, 9 de septiembre 2019, 11:40

Fue una mujer en su sencillez sencillamente magnífica; una hija que atendió y veló con ternura los últimos años de vida de su padre y una madre amantísima de sus tres hijos, Ismael, Almudena y Julio, sin duda sus obras más logradas y satisfactorias. Poseía un gracejo simpaticón muy a lo Carmen Sevilla y resultaba mucho más divertida de lo que ella misma pensaba o podía llegar a creer. Porque fue también una mujer de extrema humildad, de una modestia encantadora. Absolutamente nada había en ella, ni un leve rastro siquiera, de las poses y divismos tan fatuos de ese mundo profesional en el que tenía habitualmente que desenvolverse tan dado a la fanfarria, a las apariencias vanidosas y estúpidas y al quítate tú que me pongo yo que para eso soy mucho mejor. Tenía la virtud de ponderar las cosas con claridad, con ecuanimidad, con sordina a veces, pero igualmente con firmeza si era necesario. Comprensiva y por lo tanto sin vehemencias de ninguna naturaleza, resultó también muy cautivadora como profesora y como pintora. En otra de sus vertientes laborales, recordamos que durante dos largas décadas atendió la programación y las necesidades expositivas de la Sala Luis de Ajuria de la calle General Álava hasta su jubilación en diciembre de 2011. Delicada de salud por culpa de la infatigable enfermedad, este último sábado día 7 nos abandonaba a los 76 años Marina Gómez Madrid.

Detalle de una obra de Marina Gómez

Manchega de nacimiento, de 1943, era natural de Agudo, uno de esos núcleos ciudadrealeños muy castigado posteriormente por la emigración. Desde jovencita sobresalió Marina Gómez con el lápiz y los pinceles descollando en su primera etapa formativa como una de las alumnas más aptas en la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real. Sus cualidades llamaron prontamente la atención de su profesor Antonio López Torres, tío a la sazón de Antonio. También con gran rendimiento académico se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla-Escuela Superior de Santa Isabel de Hungría y en Vitoria se estableció a principios de los setenta. Con academia particular propia, si no nos equivocamos con un primer emplazamiento en un ático de la calle Aldave, se dedicó a la docencia, a enseñar y a instruir a jóvenes vitorianos entre los que se encontraban, con otros, Gerardo Armesto Larzábal, Dani Castillejo, Iñaki Cerrajería, Javier Hernández Landazábal y José Ignacio Martínez de Arbulo. Posteriormente disfrutó de otra academia en un primer piso de la calle Francia y en sus últimos años, antes de jubilarse, de otro espacioso atelier tan frecuentado como animado en Siervas de Jesús.

Mujer franca, sin dobleces, se reía a menudo jocosamente incluso de su propia sombra, aspiraba Marina Gómez Madrid a vivir sin enredos. Buscaba a su manera una suerte de felicidad en lo cotidiano. No se complicaba la existencia ni tampoco se la complicaba a nadie. Ciertamente, las horas del día no le bastaban para satisfacer todas sus ocupaciones, las propiamente domésticas y las laborales y profesionales. Porque ella siempre iba y venía rauda de un sitio y de otro. Personificaba el movimiento continuo. Pero esta falta de ambiciones en lo personal, el hecho de atender con responsabilidad sus múltiples compromisos, restó tiempo y energías a su pintura. Que era y es de relumbrón. Digna de un mejor conocimiento, que terminará por reconocerse temprano o más tarde. En este mundo o en el otro. Como una verdadera gladiadora que fue.

Conscientemente, rechazó Marina innumerables propuestas expositoras de trabajo con el óleo y el acrílico. Como a los elegidos, que siempre son pocos y muy privilegiados, le ofrecieron envidiables como envidiadas plataformas de promoción y de venta para sus cuadros, producción pictórica que tenía prácticamente vendida incluso sin haber comenzado todavía a ejecutar esas obras. Pero no; así era Marina. No quería escuchar cantos de sirena, no quería asumir más obligaciones. Apreciaba lo que ya tenía y le bastaba. Así de sencillo, así de fácil. Se quedan muchas cosas por decir, muchas vivencias por comentar en casi tres décadas de trato con Marina Gómez Madrid. Te recordaremos todos con enorme cariño, amiga.

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