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Dos años después de la puesta en marcha de su agencia de colocación de parados en Zaramaga, Cáritas hace un balance positivo de la ampliación ... del antiguo programa Lan Bila. Después de ayudar a familias alavesas a contactar con personas dispuestas a cuidar de los suyos y asumir tareas de limpieza desde 2007, su proyecto ha permitido que 39 personas encuentren trabajo en áreas como el sector servicios o la industria en lo que va de 2019, por 29 el año anterior. Un logro que desde Cáritas consideran muy positivo y que ayuda a aliviar un poco la situación de los parados del territorio.
«No vamos a solucionar todo el paro de Vitoria, pero queremos dar un empujón a la gente que se enfrenta al mercado laboral para que completen su propio currículum y tengan oportunidades», explica Maite Sebal, directora de Cáritas. Un total de 1.357 personas demandaron empleo a la agencia de colocación en 2018 en su sede de Ayala y en Vitoria. Asimismo, Cáritas recibió un total de 421 ofertas de particulares y de las 'Empresas con corazón' dispuestas a dar una oportunidad a estas personas. El esfuerzo de sus dos trabajadoras y ocho voluntarios cristalizó en un total de 311 contratos firmados. «No es fácil encontrarles oportunidades porque el mercado está muy parado, esto no se reduce a cogerles el currículum, tenemos que trabajar con ellos», explican Sebal y Ainhoa Martín, trabajadora social.
La tradición de Lan Bila en el empleo doméstico hace que, todavía, la mayoría de contratos firmados sean para cuidar de enfermos o limpiar en casas, pero poco a poco Cáritas empieza a recopilar ofertas en otros sectores. Se trata de perfiles como ayudante de cocina, peón agrícola, mozo de almacén o relacionados con la jardinería. El 78% de los demandantes siguen siendo mujeres y el 52,6% de los usuarios tienen entre 40 y 60 años. «A menudo llegan agobiados con su situación y les ofrecemos la formación e información que necesitan para la búsqueda de empleo», señala Martín.
El 15,4% de los solicitantes de trabajo en 2018 fueron marroquíes, el 12% españoles, el 10% nigerianos y el 7% colombianos. «Queremos que la gente a la que atendemos sea empleable. Nuestro valor añadido como agencia es que seguimos atendiendo a estas personas una vez que tienen un contrato», subraya Sebal. Este acompañamiento da confianza a los usuarios y a las empresas que les abren sus puertas y les permiten dejar atrás situaciones de vulnerabilidad. «Por desgracia muchos de estos contratos son de corta duración, pero esperamos que la situación cambie», pide Martín.
Dos casos
Babily Soumano llegó a España desde Malí hace 17 años y es vecina de Vitoria desde hace 15. Hace cuatro meses logró un trabajo de limpiadora gracias a la agencia de colocación de Cáritas ya que quiso reincorporarse al trabajo cuando su hijo más pequeño cumplió un año y medio. En verano, la incertidumbre sobre cómo iba a pagar los libros de texto y los zapatos de sus cinco hijos no la dejaban dormir. «De momento trabajo sólo 15 días al mes pero estoy muy contenta, me ayudó mucho que me guiaran a la hora de encontrar un empleo», celebra la mujer de 34 años. Tras ponerse en contacto con las trabajadoras sociales de Cáritas, Soumano logró el puesto que ahora ocupa como limpiadora en la residencia Albertia. «Les gusté y me llamaron, espero poder seguir mucho tiempo», explica esta mujer con experiencia en limpieza de hospitales y centros de salud que también ha completado cursos de jardinería.
Cáritas la ayudó entonces, pero también en su llegada a España. «Cuando llegué al país me dijeron que lo primero que tenía que hacer era aprender castellano. Desde entonces he hecho varios cursos como los de cuidado de mayores para tener más opciones para trabajar», explica Soumano. «Yo no quiero ayudas, sólo trabajar por el futuro de mis hijos, cualquier puesto está bien», asegura la vecina de Zabalgana que, además de adecentar las instalaciones de la residencia, calienta la comida de quienes se alojan en ella con el mismo cuidado y mimo con el que trata de sacar a su familia adelante .
Luis Antonio Correa lleva seis meses trabajando como camarero en la cafetería Zabaltegui del Parque de la Florida y tiene un contrato de un año. Nunca pensó que serviría cafés y zumos en España, pero la crisis de Venezuela le hizo abandonar su país hace tres años. «Era transportista y conducía mi propio tráiler, pero la situación se puso fea y tuvimos que salir», señala. Antes de marcharse y pedir asilo en España fue asaltado con armas en varias ocasiones e incluso secuestrado por saqueadores que buscaban robarle las mercancías. «La gente de Cáritas me ha brindado una oportunidad en un momento difícil. Primero tuve que estar como castañero hasta conseguir el permiso de trabajo. Tuve dificultades, porque no pude convalidar mi permiso para conducir camiones», apunta.
Poco después de llegar Correa completó un curso de una semana donde le explicaron cómo funciona el sistema laboral en España. También participó en varios cursos con Cruz Roja y Lanbide como competencias básicas, talleres de manualidades, carretilleros… «Son oportunidades para aprender cosas nuevas y hay que tomarlas para salir adelante», afirma este hombre de 52 años.
«Nunca había sido camarero, pero me siento bien en el trabajo e intento hacerlo lo mejor posible», valora. Su mujer y su hijo le siguieron a España y hace un año y medio tuvo a su primer nieto, pero Correa sigue echando de menos la carretera y espera completar un curso de conducción de autobuses con Lanbide para volver a su oficio.
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