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Natxo Artundo
Viernes, 6 de julio 2018, 02:38
«En granos de plata, el ansia busca la gloria», dice el artista en una reflexión sobre su medio de expresión. Con la misma contundencia que en sus fotografías, Alberto García-Alix proyecta potentes imágenes con las palabras, como cuando habla de la épica de la fotografía y de su esencia lírica. Todas estas cuestiones están presentes, de una forma u otra, en la selección de más de un centenar de imágenes que habita la sala Fundación Vital, hasta el 23 de septiembre, comisariada por Pablo Sycet Torres.
'Dulce monstruo de juventud' son décadas de rostros, de cuerpos y de miradas que conjugan profundidad y misterio. Desde la penetrante 'La Gata' a la ansiosa 'Cold Turkey', desde la chulería de rocker de 'Autorretrato en Barcelona' (1987) a la sensibilidad de 'Autorretrato. Mi lado femenino' (2002), los ojos que se cruzan con los del visitante en la sala cuentan muy diversas historias, siempre interesantes. A veces se cuentan sin rostro, como los autorretratos de su mano herida o la que sujeta un preservativo usado en la conocida 'Pequeña historia de amor', una copia de control realizada en su día por el autor. Como sabe hacerlo este premio Nacional de Fotografía de 1999, nacido en León en 1956 y responsable de haber abierto los ojos de España -y otros lugares- a artistas, rockeros, tribus moteras o urbanas, sin dejar de lado el análisis de la psicología y la humanidad del retratado.
Los personajes aparecen a menudo asociados a elementos que ayudan a enmarcar su carácter, como las motos. La Harley-Davidson Sporster de 'El Gordo y Kity', la Yamaha 1.000 de 'El argentino' o la Guzzi de 'El silencioso compañero gris', así como las H-D de horquilla FL del anónimo 'Biker' o de 'May y Ambite', el rockero bajista del grupo Pistones.
No es este el único retratado relacionado con 'la movida', puesto que en la selección se hallan tanto la cantante y teclista Ana Curra -que fue pareja del fotógrafo- como el artista Ceeseepe, Los Coyotes, Miguel Ángel Arenas o la galerista Lola Moriarty. También hay retratados que se repiten en diferentes momentos, como Elena Mar, Isa, Willy o Teresa. O conocidos artistas, como Inés Sastre o un Camarón retratado en 1991, en una foto donde no se ve su rostro, sino una mano llena de anillos, tatuada con una estrella de David y un gajo de luna, que sostiene un cigarrillo.
Otra sustancia, como la droga inyectable que marcó a toda una generación, tiene también su presencia. 'Teddy Boy inyectándose' (1988), o el propio García-Alix autorretratado (1984), forman parte de una serie de instantáneas que congelan el tiempo de la aguja. Como la 'chuta' que se carga desde una cuchara a través de un algodón en 'Apostando a no ganar jamás' (1978), titulada así ya desde este siglo.
Mucho más allá del detalle o la anécdota, la exposición muestra un mundo donde el blanco y negro permite ver los grises. Las personas mantienen su dignidad y su carácter individual, sea cual sea su situación o actitud. Por ejemplo, cuando 'Elena, la mujer que enseña las botas' (1997) muestra también sus genitales -una pieza que también forma parte de los fondos del Reina Sofía- o 'Mister X' hace lo propio, como 'Isa en Formentera' o 'La esclava', el autor asegura que no busca la provocación, sino la emoción. «El sexo da igual, el diálogo lo busco con su cara», ha precisado el artista.
Y otro responsable de la estética de la muestra, Fernando Martínez de Viñaspre, ha subrayado con unos focos rojos esa zona, dentro de un diseño donde las luces destacan las fotografías sobre un fondo de un tono morado-gris oscuro. En su concepto, el alavés ha creado una zona donde las luces de estudio fotográfico acompañan a una preciosa moto Triumph Bonneville de 1.200 centímetros cúbicos. Al lado, una vitrina recoge libros de Alberto García-Alix como 'Viaje al bosque de la noche', 'Autorretratos', 'Lo que dura un beso' o 'Lo más cerca que estuve del Paraíso'. A su vez, media docena de monitores reproducen en bucle fragmentos de entrevistas con el fotógrafo.
'Dos ladies', 'Muchacho en México', 'El Cristo de Utrera', 'Amor de compra y venta', 'La princesita del arrabal' o 'El Señor Stoneman' presentan a muy diversos personajes, en actitudes y entornos también muy diferentes. Pero el conjunto no sólo aborda la figura y el retrato, ya que hay lugar en él para piezas como 'El paisaje amado', 'La silla' o 'Ella conduce' -con una calavera que remata los cambios de mano de una Harley- donde el enfoque de los objetos busca resaltar la poesía que llevan encerrada. Como 'Bajo la luz de las tapias' (1987), en la que la iluminación de una fachada trasera, a través de las escaleras y de las ventanas de algunas viviendas, resalta frente al muro grisáceo.
Las copias de las fotografías, realizadas sobre papel baritado, son tanto modernas como 'vintage'. «Estas son mi colección particular, lo bueno de esta exposición es que se pueden ver las copias originales», detalla el autor, que tiene intención de ampliar la muestra en un futuro con esas imágenes hechas sobre papeles más pequeños que las versiones más modernas. Y, en ocasiones, llevan la firma a mano de Alberto García-Alix, dentro de una selección que parece gritar incorrección política, además de mucho arte. Por algo le gusta lo auténtico como la cámara Hasselblad que dispara o la Harley que conduce.
Claro que en la sala vitoriana hay sexo, drogas y rock and roll -que sonó en la inauguración de la mano de la banda alavesa La Milla 13, bautizada a raíz de un encuentro entre su cantante y el fotógrafo, fan confeso del fallecido piloto Santiago Herrero, allá en los 90-, pero también todo un mundo por descubrir o para degustar de nuevo con la mirada. Como razona el autor, «la visión genera un insoportable eco; atrapar lo visto. Nos recreamos en ello, buscando la salvación. Y mientras esperamos, envejecemos».
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