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1967
Había antes cierta tendencia a publicar en las páginas de los periódicos de información local fotografías que inmortalizaban capturas de peces o mamíferos llamativas por el tamaño de los ejemplares. Que si una anguila larguirucha, un barbo hermosote o el jabalí más orondo. Y junto ... a la pieza cobrada, como para remarcar la instantánea, siempre aparecía alguien sonriente, un crío o varios adultos, acompañando al animal inerte a modo de trofeo. También reservaba aquella prensa un espacio de inserción semanal donde se daban a conocer cuantas noticias y novedades se producían en el mundo de la caza y la pesca entre sus muchos lectores y aficionados interesados. Seguro que la imagen que aquí se reproduce daría que hablar con su publicación en EL CORREO el 15 de noviembre de 1967. Los cuatro vitorianos que se ofrecieron al retrato participaron con otros miembros de la sociedad de caza «Toloño» en una batida de jabalíes en los montes de Bellojín, concejo de Villamaderne, en Valdegobía. Dieron muerte a esos tres cerdos salvajes y ya de vuelta a casa y trajeados los exhibieron, curiosamente, sobre la baca de un taxi por cuyo parabrisas corría la sangre. Los jabatos vinieron a pesar 23 kilos cada uno y 45 el adulto. Los escopeteros contaron que las carnes guisadas de los bichos serían el plato principal de una cena de grupo.os tres jabalíes
1971
El partido Alavés-Ilintxa del 1 de mayo de 1971 en Mendizorroza se preparó como si de una fiesta se tratara. El ganador ascendería a Tercera División en calidad de campeón de la Primera Regional guipuzcoana. Incluso, el club albiazul compensó a su oponente de Legazpia con un porcentaje de la taquilla por acceder a la disputa del encuentro final en Vitoria. Con notable asistencia de aficionados al graderío del viejo estadio, la belleza femenina deslumbró en los prolegómenos del encuentro. Por iniciativa de «Estadio», semanario de deportes y espectáculos, el saque de honor lo realizó la alavesa Trinidad Madina, elegida «Maja de las Vascongadas» en una gala celebrada en el Círculo Vitoriano el 24 de abril. Nacida en Opacua, de 22 años, secretaria en la empresa Cincor y aficionada a la equitación y la música, la joven reina de la pasarela puso a rodar el balón desde el centro del campo entre los aplausos de los espectadores y con su sutil toque dio suerte al Alavés. Porque el enfrentamiento le salió a pedir de boca desde bien pronto. Con goles de Cortajarena, Quintana, Pindolas y Silván venció por 4-1 y salió de la categoría más baja que ha ocupado en toda su historia. Ya para el minuto 75 empezó el estruendo de cohetes como anticipo de las celebraciones. Acabada la contienda, el público invadió el césped, el entrenador Agustín Barcina fue manteado y el capitán Ayerbe recibió la copa del campeón. En la fotografía, Trini Madina con un ramo de flores y sus damas Marisa Echániz (a la izquierda) y Luz María Fernández.
1970
El ingeniero vizcaíno Alejandro Goicoechea quiso ir más allá del Talgo por él inventado en los años 40 y diseñó un tren superligero, vertebrado, al que llamó TV-1 y que probó en 1970 en Santa Cruz de Campezo. Si no fuera por el rótulo sobre la pared que delata el nombre de la estación de la Montaña Alavesa, el futurista aspecto del convoy llevaría a pensar que se trata de algún lugar recóndito. La cosa es que Goicoechea, con responsabilidades en el ferrocarril de «La Robla», obtuvo permiso del Estado para acondicionar la instalación alavesa en desuso después del cierre del Vasco-Navarro en provecho de su nuevo ingenio ferroviario. El prototipo, construido por la empresa francesa Brissonneau at Lotz, llegó a Álava el 19 de diciembre de 1969 y su promotor comenzó pronto con los ensayos en Campezo. Una primera prueba se hizo en enero, otra en mayo y la definitiva, con presencia de ingenieros alemanes, americanos y franceses, se organizó para el 19 de junio de 1970, a la que corresponde la fotografía. Ese artilugio de rodadura elevada, ultraligero, indescarrilable, económico, capaz de alcanzar los 120 kilómetros por hora y de transportar pasajeros y mercancías, obtuvo la aprobación de sus selectos observadores. De hecho, el proyecto de tren vertebrado siguió adelante con la idea de su pronta puesta en circulación. Pero la máquina eléctrica llamada a revolucionar el transporte férreo que amenazaba incluso la supremacía del Talgo entró finalmente en vía muerta, se quedó en la de Santa Cruz de Campezo.
1961
El Servicio de Transporte Urbano de Vitoria (hoy Tuvisa) arrancó con un primer autobús Pegaso carrozado por Inauto. Coincidiendo con las fiestas en agosto de 1961 salió a la calle aquel llamativo coche con asientos y capacidad reducida identificado con el número 1 para cubrir la línea Vitoria-Abechuco-Gamarra (en la foto transita por Postas-Dato). Su puesta en marcha causó más de un desvelo al alcalde Luis Ibarra y al delegado de Circulación Jesús Santamaría por la novedad y el esmero en acertar con los trayectos, paradas y precios. Se trataba de comunicar la nueva zona residencial al otro lado del río Zadorra, el joven barrio de Zaramaga, el polígono industrial de Gamarra y el parque acuático del mismo nombre con el centro de una capital de 73.000 habitantes. Desde el primer día tuvo gran acogida. Unos años antes, en 1925, ya hubo un primer intento por favorecer el movimiento de los vitorianos en una ciudad aún pequeña. En la década de los 50, el popular transportista Cachorro también lo intentó por su cuenta pero la creciente demanda exigía atención municipal y regular. Con base en la plaza General Loma, el inaugural urbano a Abechuco emprendía su camino a y cuarto y a menos cuarto desde las 7:15 a las 22:15 horas y el de Gamarra, a y media y en punto de 7:30 a 22:30. Ofrecía diversas paradas y el billete valía dos pesetas si se completaba el recorrido o la mitad si el pasajero se apeaba entre dos puntos.
1964
Quienes esperan lo hacen a la llegada del pelotón que participó en el II Gran Premio El Correo Español-El Pueblo Vasco para juveniles y aficionados de segunda categoría disputado el domingo 5 de julio de 1964. Aguardan expectantes, curiosos, junto a la tapia de Santa Isabel, en la calle portal de Arriaga. La pancarta de meta estaba ubicada precisamente frente a la entrada principal del cementerio, de ahí que entre los espectadores del final de la prueba hubiera tres hermanos fossores (en la foto). En aquellos años, la congregación –entre media docena y una decena de frailes– se ocupó del camposanto contratada por el Ayuntamiento. No solo acompañaban en procesión a los difuntos hasta la sepultura, sino que también atendían las demás labores cotidianas de la necrópolis. Eran muy apreciados. La carrera ofreció un desenlace apasionante pues se dilucidó al sprint entre seis ciclistas que se escaparon en Ayurdín. Después de 69 kilómetros y 1:50:02 horas de pedaleo, ganó Juan Andrés Esnaola con Manuel Galilea y José Antonio Mur en segunda y tercera posición respectivamente. La marcha partió de Beato Tomás de Zumárraga, frente a «La Meta», y discurrió por Ali, Crispijana, Nanclares, Montevite, Aprícano, Urbina, Catadiano, Izarra, alto de La Piedad, Murguía, Letona, Mendiguren, Aránguiz, Abechuco, Arriaga y Vitoria. La carrera estuvo de lo más entretenida y también accidentada por una caída en el kilómetro 4 y la bajada de la barrera en un paso a nivel.
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