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Mairuelegorreta ha dejado de ser cueva para convertirse en sistema. El emblemático laberinto kárstico del Gorbea tiene 22 kilómetros de galerías, cinco pisos, un ... desnivel de 192 metros y seguramente tres entradas, lo que supone que es mucho más que la caverna más emblemática del territorio. Al Grupo Espeleológico Alavés-Arabako Espeleologi Taldea (GEA-AET), uno de los más veteranos de Euskadi y escuela de cientos amantes del mundo subterráneo, sólo le queda ponerse de acuerdo con buceadores especializados para confirmar sus sospechas de que además de la boca a la que se accede desde las canteras de Murua y por Artzegi I a 'Mairu' se puede entrar desde Pagoluzieta. Entonces la cuna de la exploración cavernaria alavesa pasará a tener 27,5 kilómetros y una profundidad vertiginosa de 245 metros.
Y cada metro y cada piso estarán cuidadosamente topografiados, formación por formación y centímetro a centímetro, y además digitalizados, gracias al esfuerzo desinteresado del reducido grupo de especialistas del GEA que mantienen viva la llama de la espeleología científica en el territorio. 'Mairu' no tiene secretos.
22,5 kilómetros de galerías están topografiados, divididos en cinco desniveles.
Tres bocas. Además de las bocas de Murua y Artzegi el sistema tiene entrada por Pagoluzieta. Cuando se confirme medirá 5 kilómetros más.
Cómo llegar. Se halla en el Macizo del Gorbeia. Se accede desde Murua a la boca más conocida, donde entra luz en sus primeros 70 metros de galerías.
Isaac Casas, Carlos Blanco, Félix Alangua, Ritxar Pérez y Marisa Muñoz han recorrido «cientos de veces» las galerías, plazas, coladas, cascadas, sifones, lagos o chimeneas que forman parte de este mundo escondido decorado por miles de estalagtitas y estalagmitas. Conocen al dedillo las 'calles' más famosas de la cueva. La plaza de toros -el lugar donde se celebran los populares festivales de folklore vasco-, Los Fueros, San Prudencio, la Zapatería, San Antonio y hasta 'El cuarto de hora' tienen su réplica cavernaria. Son los nombres que recibieron algunos de sus pasadizos más populares allá por 1900, cuando los exploradores Isidoro Fernández y Carlos Peyres se adentraron en las cuevas, seguramente con unas rudimentarias cuerdas, unas alpargatas y a saber qué casco de minero.
Han pasado 120 años de aquel bautizo; 105 desde que Luiz Heintz, el padre de la espeleología alavesa, realizara la primera y rústica topografía de la entrada y algunas de sus plazas y galerías; 60 desde que los fundadores del GEA, entre ellos Armando Llanos, volvieran a pintar sobre papel pozos, sifones y chimeneas y algo más de 30 de las más detalladas topografías a tinta.
Con la nueva imagen digitalizada que pone plano sobre plano y en diferentes colores los cinco pisos de galerías, 'Mairu' queda al descubierto. Un ojo experto es capaz de ver de golpe cada piedra, columna o chimenea de este templo de la escalada vasca. Tras este trabajo, la segunda mayor cueva de Álava, detras del Hayal de la Ponata de la Sierra Salvada (con más de 70 kilómetros topografiados), revela estalagmita a estalagmita cómo se formaron hace millones de años los ríos y montes de la orografía alavesa.
Los espeleólogos alaveses suman lustros de viajes a las entrañas de Gorbeia. Podrían recorrer a ciegas galerías como la de La Capilla, el Zarpazo, Peña Grande o el Pozo del Diablo. De las botas de goma, la ropa militar de segunda mano, los carburos, la cinta métrica, las pesadas cuerdas y las brújulas, estos expedicionarios de las entrañas de la tierra han pasado a los leds y a las mediciones por láser que quedan memorizadas. «Los taladros de batería permiten hacer escalada antes impensables. Gracias a eso ahora se ve todo con otros ojos y descubres siempre cosas nuevas», relata Carlos Blanco a quien el gusanillo de la espeleología le picó cuando tenía apenas 17 años.
Pero por mucha tecnología, material de escalada ultraligero y ropa técnica de última generación que se use, al final hay que arrastrarse, escalar y rapelar igual que hace cien años.
A Mairuelegorreta se puede ir a pasar el día sin necesidad de hacer campamento para pasar la noche. «La salida más larga te puede llevar como mucho 12-14 horas», relata Alangua. Lo suyo es pasión por el mundo subterráneo que de vez en cuando les regala momentos como los de descubrir los restos de un oso cavernario, huesos de glotones o la muela de un elefante que vivió hace 100.000 años en Salvada.
Uno de los últimos hitos espeleológicos de este grupo de veteranos ha sido el del momento en que se constató que Mairuelegorreta tiene otra entrada por lo que se consideraba una cueva aparte, la de Artzegi I.
Hace tres años los espeleobuceadores Aitor Lotina y Richard Laurent-especializados en recorrer ríos y lagos subterráneos- entraron por esa boca y llegaron hasta un punto en el que pensaron estaba la conexión con Mairu. Allí sobre una estalagmita dejaron un testigo (uno de los elásticos con los que sujetan bombonas de oxígeno al cuerpo). Años antes el GEA había usado fluoresceína (un tinte verde) para comprobar que el río que desaparace bajo un sifón que en la zona más alejada de la cueva en el sur este salía en Artzegi. «Pero nadie había pasado por esa conexión». «Costó mucho encontrar el elástico, pero fue un gran momento». Nacía el sistema de Mairuelegorreta. El siguente reto será buscar la conexión con Pagoluzieta.
El coronavirus ha paralizado las exploraciones. Así que Félix Alangua se ha armado de toda la paciencia del mundo y ha digitalizado las topografías a tinta que el GEA lleva haciendo de cada rincón de la cueva desde los años 80. El resultado es un completo plano con perfil, planta y alzado que refleja los diferentes paseos que se pueden hacer con todos sus ingredientes -columnas, coladas, lagos...- por niveles, piso a piso. De nuevo plazas como La Capilla quedan retratadas al detalle. Y además, algunas de estas estructuras van a poder recrearse pronto en tres dimensiones, lo que abre una nueva puerta a la espeleología virtual.
El GEA cumplirá 60 años en 2022. A él han pertenecido en algún momento de sus vidas cerca de 300 alaveses, pero hoy sólo una veintena de socios mantiene el grupo, que se financia con sus cuotas y algún encargo extra como el de buscar agua para el ganado en los ríos subterráneos de las sierras. Con la excepción de su presidente, Isaac Casas, el más joven, el GEA como otros tantos colectivos culturales y científicos necesita relevo generacional. «Esto requiere de ir una y otra vez al mismo sitio y topografiarlo, de cargar conmaterial, tomar notas, pasar muchas horas... Es compromiso», explica Carlos Blanco.
El GEA guarda en su sede de la calle Prado la joya de la topografía subterrénanea alavesa: más de 1.200 planos de las diferentes cavidades del territorio. Un trabajo ingente que ayuda a conocer mejor como se formaron los montes y ríos.
El conocimiento de la cueva ha ido evolucionando desde su primer estudio en 1900. Han sido varios los mapas realizados hasta el actual realizado por GEA.
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