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Mikel Etxebarria, esquilador de Dima, se afana en 'pelar' a las 180 cabezas de Maider.

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Mikel Etxebarria, esquilador de Dima, se afana en 'pelar' a las 180 cabezas de Maider.

Maider se lleva la fama y Mikel carda la lana

DE SOL A SOL CON MAIDER ·

En plena época del esquilado, qué hacer con los vellones supone un quebradero de cabeza para los ganaderos alaveses. De materia prima a residuo, la pastora opta por convertirlos en compost

Jorge Barbó y RAFA GUTIÉRREZ

Domingo, 8 de mayo 2022, 02:38

Hay poquísimos momentos en los que uno se muestre más vulnerable que al cortarse el pelo, al afeitarte la barba. Al fin y al cabo es una de las únicas situaciones en las que te pones en manos, quedas a merced, de alguien armado con un objeto cortante. Por eso todos tenemos a nuestro barbero, a nuestro peluquero de confianza. También Maider, la pastora a la que seguimos, de sol a sol, durante todo un año de trabajo. Cuando toca, y ahora toca, pelar a sus 180 ovejas, ella recurre a Mikel Etxebarria, morrosko vizcaíno de Dima. 38 años, dos brazos como dos troncos, manos fuertes y unas espaldas recias tiene el buen hombre. Él es de los que cardan la lana y jamás se llevan la fama.

Para Mikel, la de peluquero ovino, la de esquilador, es una profesión vocacional. No se dedica a esto por herencia familiar, por aprenderlo de sus abuelos y sus padres. «Mi hermano es pastor, vi cómo trabajaban los esquiladores a los que llamaba y decidí aprender el oficio». Eligió bien. Es un tajo muy solicitado y con poquísima competencia en Euskadi. «En Araba y en Gipuzkoa no queda ninguno, en Bizkaia seremos unos ocho o nueve», calcula Mikel. «Y hay bastante gente joven que quiere aprender el oficio», asegura. Aquí no ocurre como en Extremadura o como en las Castillas, donde sus pastores tuvieron que traer en avión hace un par de años a esquiladores uruguayos (con los australianos, son la 'Champions' del vellón en el mundo pastoril) ante la preocupante falta de pastores del ramo.

  • 338 toneladas de lana basta se producen al año en Euskadi, según los datos del Ministerio de Agricultura. La mitad de ellos, en Álava.

Maider sabe perfectamente cuándo hay que recurrir a Mikel, cuándo a sus ovejas les toca pasar por la 'pelu'. «En cuanto el calor comienza a apretar, buscan la sombra y ves cómo empiezan a jadear, ellas lo agradecen muchísimo», explica la pastora. Y, sin embargo, más que por el bienestar de los animales –que también–, tal tijeretazo ovino responde a una cuestión de higiene. «Llega un momento que para el ordeño es imprescindible», asegura mientras en el establo, de fondo, suena el zumbido (pzzzzzzz) de la maquinilla y los vellones de lana recia se mezclan con la paja. La operación se repetirá en la época de los partos, allá por octubre, para cuando las ovejas de Maider volverán a tener unas melenas igual de frondosas que ahora. «La lana es una fuente de suciedad y, al esquilarlas, evitamos muchas infecciones», explica la ganadera.

Mikel sigue la técnica neozelandesa para esquilar a las ovejas, que permite sacar los vellones enteros e inmovilizar al animal.

Con la maquinilla, Mikel sigue la técnica neozelandesa con la que se consigue sacar los vellones de lana enteros, de cabo a rabo, y además se inmoviliza totalmente al animal. «Así no se mueven absolutamente nada», certifica con la maquinilla (más aparatosa pero, en el fondo, no tan distinta a la que utiliza un barbero) en ristre. Comienza por la tripa de la oveja, donde está la lana menos preciada, y después pasa al garrón izquierdo, con pasadas largas, ininterrumpidas y apuradas. Se ve en los cercos paralelos, perfectos, sin un mal corte que queda en la piel rasurada de los animales. Cualquiera se pondría en manos de Mikel.

Al raparlas, esos bichos mulliditos, con sus melenas asalvajadas, se convierten en seres algo grotescos, de apariencia vulnerable y algo extraterrestre. «Se quedan en nada», certifica la pastora al ver a sus ovejas rasuradas, en pelota picada. Alguna, a la sombra, parece temblar como un cascabel, igual que cuando uno se decide a salir de casa en mangas de camisa cuando cree que ya ha llegado el buen tiempo pero todavía refresca.

Kilo y medio por oveja

De cada oveja de Maider salen 1,5 kilos de lana. Al final de la jornada, cuando Mikel, exhausto, acaba con el lomo doblado, en el redil se apilan más de 270 kilos.

– Maider, ¿Y todoesto, a cuánto te lo pagan?

– ¡Ja!

La risotada de Maider es reveladora. «No nos dan nada por la lana, todo lo contrario: nos cuesta dinero deshacernos de ella. Ahora se ha convertido en un subproducto, en un residuo. La de oveja latxa es demasiado basta y toda la que se genera en Euskal Herria no tiene salida», explica la pastora. El problema de la gestión de la lana no es exclusivo de la explotación de Maider, qué va. Según los últimos datos de la Diputación de Álava, cada año se acumulan unas 157 toneladas, mullidas pero ásperas como ellas solas. Es la mitad de lana basta que se produce en toda Euskadi y, sí, es una cantidad indigesta.

Ante la dificultad de colocar el subproducto en el mercado (hasta ahora, aunque a precios bajísimos, los rusos sí estaban interesados en la lana de latxa), en Álava se han puesto en marcha distintas experiencias, como la que, con la diseñadora María Clé, trató de dar valor a esta materia primera. Pero es el sistema de la cooperativa Abere, con sede en Arkaute, el que ha demostrado ser más eficiente. Ideó un proyecto para convertirla en abono. Maider se sumó a la iniciativa. Todo ese montón de vellones se composta, se mezcla con la tierra, con el estiércol de la explotación, se voltea mediante maquinaria y en unos nueve meses habrá desaparecido. «Me parece la mejor opción, de alguna manera vuelve a la tierra, no se genera basura y se ahorra en todos los costes, también medioambientales, que acarrearía llevarla al vertedero», razona la pastora.

La pastora

Orgullosa pastora. Y por pura vocación. Maider dejó de enseñar el verbo 'to be' a sus alumnos a escuchar todo el santo día el «beee», el balido de sus 180 ovejas latxas. Filóloga inglesa de formación, decidió dejarlo todo, aprender pastoreo y poner en marcha en Legutio una pequeña explotación ovina, un proyecto de ganadería extensiva y restaurativa que compagina enfocado a la elaboración de sus propios quesos.

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