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Mikel Elósegui y Chus Gistau han aprovechado esta calurosa jornada sabatina para alternar por Sansomendi. Ambos vacunados y ambos enmascarillados. Su elección ha sido secundada por cientos de vitorianos en este primer día sin la obligatoriedad de salir a la calle con el tapabocas. « ... Nos hemos acostumbrado a ir con ella. Esto aún no ha acabado y lo hacemos también por precaución», responden al unísono. Este barrio vitoriano, además, posiblemente ha sido el más golpeado por el virus llegado de China.
En la misma sintonía que los Elósegui-Gistau se han declarado las amigas Blanca Rosa Herrero y Raquel Blanco, de 74 y 70 años respectivamente. Sentadas en un banco de la calle Senda Valentín Foronda reconocen que «tenemos un poco de miedo aún». Y eso que las dos también pueden presumir de sentir la vacuna en sus venas. Pfizer y Moderna les tocó.
Este sentimiento de precaución es extensible a otros barrios de la capital alavesa donde más han sentido la virulencia del coronavirus. En la calle Paraguay, en El Pilar, Natalia Rodríguez avanza con la compra y la cara cubierta. «Soy auxiliar de enfermería en una residencia. Trabajo con personas mayores y por responsabilidad la llevo siempre. El 100% del tiempo», manifiesta esta sanitaria de 34 años.
Ya en la muga con Zaramaga, en Cofradía de Arriaga, nos encontramos con Michel Mendi, Isabel Akeng y Alejandra Akeng. Los tres tapados. «Estamos ya acostumbrados. Y para entrar a cualquier tienda es obligatorio que si no te pueden multar. Así que, de momento, la vamos a seguir llevando», confiesa él.
Pegado al cementerio de Santa Isabel, el veinteañero J. J. camina a paso ligero. La mascarilla, negra como todo su look, no le molesta pese a los 25 grados que marcan los termómetros. «La llevo por precaución. Ya es un acto reflejo el cogerla y ponérmela. Te da privacidad también», espeta. Su novia «pilló el covid, pero yo dí negativo».
La elección de seguir con ella, al menos al criterio de este plumilla, está siendo más amplio entre los más mayores. Buena cuenta de ello puede dar Jesús Maeztu. Ha salido a pasear a su perro Egur por el parque de Molinuevo con el tapabocas perfectamente colocado. «A ver, si voy por una calle en la que no hay nadie más, me la bajo».
Esa es la filosofía seguida en San Martín por los amigos «patateros» José Luis Díaz de Guereñu y Francisco Javier Ruiz de Eguino. 74 y 69 primaveras les contemplan. «La llevo por prudencia. Me la bajo y subo en función de la situación, pero no me la quito», ha relatado el primero. El segundo ofrece otra versión más terrenal. «Bueno, la verdad es que me la he puesto en casa y he bajado ya con ella a la calle sin darme cuenta».
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