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Es la hora del descanso entre clase y clase y los alumnos salen al pasillo –y qué pasillo– para, en corrillos, comentar la lección o, quizás, poner de vuelta y media entre bisbiseos a ese profesor tan malencarado. Es cierto que aquí nadie aprovecha esos pocos minutos de asueto para echar un 'piti', ni mucho menos un 'peta', ni se ven en las paredes carteles llamando a una 'manifa', ni hay por ningún sitio 'flyers' invitando a un fiestón con 2x1 en chupitos el jueves por la noche; en su lugar, perfectamente ordenados, por ahí está el boletín salesiano o el de los misioneros 'Selva y Sabana'.
Quizás este sitio no se ajuste al ambiente universitario arquetípico. Pero esta es una facultad. No sólo eso: es la más antigua, internacional y devota de todas las facultades de Vitoria. Teología acaba de arrancar las clases en el bellísimo Seminario de Pedro de Asúa en un curso inaudito tras años de progresivo descenso en el número de alumnos. El centro educativo y religioso celebra «el mejor dato de matriculaciones en las últimas dos décadas», aseguran sus responsables. No mienten. Y no sólo porque tal cosa sea pecado.
La llegada de nuevas congregaciones a la Diócesis ha provocado un aumento exponencial de alumnos. Con la matriculación todavía abierta, este curso asisten a las clases 140 personas. Para poner la cifra en perspectiva es necesario remontarse a dos décadas atrás, cuando apenas cursaban aquí «una decena», certifica el Secretario de la facultad, Manuel Gómez-Tavira.
Sin embargo, incluso más que del excelente dato, de la pura cifra, el responsable académico parece sentirse incluso más orgulloso de la diversidad que se respira en estos pasillos. En efecto, hay carmelitas, pasionistas, mercedarios, peregrinas... formándose aquí. Pero no es esa heterogeneidad de la que presumen aquí. Ya le gustaría tener a cualquier universidad de campanillas la proporción de estudiantes internacionales que toman apuntes en estas aulas.
«Hay alumnos de Camerún, Congo, Gabón, Nigeria, Honduras, Nicaragua, México, Perú, Bolivia, Venezuela, Uruguay, Argentina, India, China, Inglaterra, Polonia, Italia y, sí, también España», destaca Gómez-Tavira, un tipo cercano, con grandes gafas de pasta de diseño, que si no fuera por el alzacuellos pasaría por un 'profe' especialmente enrollado del MIT.
En estos pasillos con azulejos en añil y amarillo los vaqueros ajustados y las sudaderas se mezclan con absoluta naturalidad con las sotanas largas hasta el tobillo y las túnicas con capucha, los alzacuellos, las sandalias y también algún que otro cíngulo. En un aula, Jon Ruiz de Arcaute comparte impresiones frente a su portátil con tres frailes con el hábito tras la clase de teología espiritual, que tiene toda la pinta de ser una de las 'huesos' de la carrera, con permiso de la asignatura de metafísica. «Se respira muy buen ambiente aquí, mucha diversidad. Soy químico y quizás es algo distinto a mi universidad», reconoce Luis Méndez, de 42 años y uno de los 24 seminaristas que este curso estudian en Vitoria, tanto en el seminario Redemptoris Mater (del Camino Neocatecumental, el movimiento formado por Kiko Argüello que recaló en Vitoria en 2018) como en el Diocesano.
24
seminaristas estudian este año en los seminarios Redemptoris Mater y Diocesano de Vitoria.
«Creo que toda esta variedad que tenemos en la Facultad enriquece, en las clases se propicia el debate, los distintos puntos de vista». Habla Mónica Eguíluz, funcionaria de profesión, que compagina su trabajo con la carrera de teología. «Es verdad que la gente se sorprende cuando les digo lo que estudio, pero lo hago por un anhelo de conocer, por dar razón a lo que yo creo, a mi fe», explica tras su clase en el aula José Zunzunegui. El nombre de este espacio está dedicado al precursor de esta institución académica y religiosa. Allí, en la pizarra, se puede leer «superar el antropocentrismo» no se sabe si escrito como imperativo o como mera recomendación.
Aunque es cierto que cada vez son menos los laicos que acuden como oyentes a las clases, Mónica y tantos otros demuestran que esta no es solo una 'uni' para formar a los curas y monjas del futuro. Con alguna salvedad, en el primer año se imparten clases muy similares a las de cualquier facultad de filosofía, con asignaturas como antropología filosófica, metafísica, o teoría del conocimiento. Y como cualquier otra institución académica superior, el título que obtendrán los alumnos al acabar el Bachiller (de cinco años, equivalente al grado) tiene rango universitario.
De hecho, el de Vitoria sigue siendo uno de los centros más prestigiosos para cursar los estudios de Teología de todo el país desde su creación, en 1968, incluso antes de la creación de la UPV/EHU (1980). Ya desde entonces, tras el Concilio Vaticano II, funciona como sede compartida con Burgos para formar, juntas, la Facultad del Norte de España.
Además de ser este el mejor curso de la historia reciente del centro educativo, el 2024-2025 está marcado por el nombramiento por parte del obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde (también vicecanciller de la Facultad), del navarro José Ángel Echeverría en relevo del histórico José Antonio Badiola. Echeverría, como su antecesor un reputado estudioso de gran talla intelectual, llega a la institución con la intención de «volver a abrirla al resto de la ciudad, que vuelva a tener visibilidad y presencia en nuestra sociedad», destaca. A pesar de que Teología mantiene vínculos de colaboración con entidades culturales como la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, el nuevo decano aspira a establecer colaboraciones también con otras instituciones como la universidad pública, con la que «en la actualidad, no hay relaciones», reconoce.
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