Jueves, 25 de abril 2024, 00:44
Nicolás Sesma (1977) se acerca hoy a su ciudad natal, Vitoria, para hablar de una de las etapas más recientes de la historia española. 'Ni una, ni grande, ni libre' pretende hacer una interpretación generacional de la dictadura franquista. «Yo pertenezco a la generación que ... ya nació con la democracia, pero ya nos tocaba a nosotros también aportar nuestra visión sobre ello». Sesma que recibió el premio de Jóvenes Investigadores de la Asociación de Historia Contemporánea, estará hoy en el Aula de Cultura de EL CORREO en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa a las 19.00 horas.
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– ¿El franquismo hubiera sido la misma sin la oleada fascista que hubo por Europa?
– La Guerra Civil y la conquista del poder por parte de Franco no se pueden entender sin esa oleada fascista que hubo en toda Europa. De hecho, Franco no hubiese ganado la guerra sin la ayuda de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Estos dictadores vieron la oportunidad de expandir su influencia y de distraer la atención hacia otro lado, sobre todo, en el caso alemán.
– La historia suele estar repleta de mitos, ¿cuáles son los que rodean al franquismo? Si tuvieras que enumerar algunos, ¿cuáles dirías que son?
– Los mitos en torno al franquismo son prácticamente innumerables. El que probablemente más quiso promocionar la propaganda del régimen fue que Franco no quiso entrar en la Segunda Guerra Mundial, pero eso no fue así. El análisis que nos permite el análisis de la documentación que ha sobreVIvido hasta hoy, es que Franco y el régimen franquista quisieron entrar en la Segunda Guerra Mundial de todas las maneras posibles y que fue básicamente Hitler quien no vio ningún interés en la entrada de la España franquista. Otro gran mito que se mantiene es del desarrollo económico, que parece que sea también algo exclusivamente de la dictadura franquista, cuando en realidad lo que fue es la aplicación de la misma receta que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional estaban promocionando para todos los países del conjunto europeo, incluso global.
– ¿Y algún mito en concreto que rodee a Franco?
– Por un lado hay cierto mito que viene por parte del círculo antifranquista que lo ve como una persona mediocre y sin carisma. Yo creo que es un error, nunca hay que subestimar a un dictador. Hay que tratar de huir un poco de esa caricatura de Franco. Por otro lado tenemos también la otra vertiente del bando contrario que consideran a Franco el alfa y omega del régimen, que él lo decidía absolutamente todo, que todas las ideas provenían del dictador y que él controlaba desde el detalle más nimio hasta las grandes decisiones de Estado. Cualquiera que sepa cómo funciona un Estado, sabe muy bien que hasta que las decisiones recaigan sobre Franco, hay todo un trabajo previo y preparación. Y eso no se puede hacer sin una maquinaria colectiva.
– ¿Y cómo se alimentó la dictadura para estar tantos años al frente?
– Primero la victoria en la guerra civil. Ganar una guerra siempre te da un margen de maniobra bastante importante. Además de que masacró a sus enemigos, depuró la administración, el Estado y todo un ejército. Aniquiló a sus posibles enemigos o rivales. También es verdad que supo adaptarse bien a las distintas situaciones internacionales; supo amoldarse bien a la dinámica de la guerra fría, apretar los dientes y sobrevivir ante la presión internacional después de la Segunda Guerra Mundial. El éxito económico y los parámetros de consumo también fueron un factor de legitimación importante. El régimen tuvo mucha suerte en todas estas situaciones, pero es verdad que supo leer bien los escenarios, gestionarlas y hacer buena propaganda también.
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– ¿Franco consiguió generar un sentimiento de pertenencia del país durante su mandato?
– El régimen tenía un proyecto de homogeneización nacional, pero el proyecto fracasó. La diversidad española es algo que viene con la naturaleza del país. Desde el principio tenemos una imagen de la dictadura como un régimen que estableció un Estado completamente unitario, y en realidad no fue así. En los años 60 hay un gran renacer del regionalismo, de los nacionalismos periféricos, de los sentimientos identitarios en Cataluña, en País Vasco, incluso en Galicia y Aragón. Cualquier proyecto de homogeneización del país está condenado al fracaso, porque la diversidad en España es algo consustancial al propio territorio.
– Y qué explica que a día de hoy se siga tolerando mensajes franquistas y haya incluso seguidores o partidos como el de la Falange Española?
– Ahí hay muchos factores, pero resaltaría tres. En todos los países que han tenido dictaduras existe siempre un cierto sector nostálgico, no es algo exclusivo de España, ni mucho menos. En Portugal hay todavía nostálgicos de Salazar y en Italia ni digamos, porque los seguidores de Mussolini han llegado al poder. Después hay un componente también generacional, de provocación probablemente, que si se condena la dictadura ellos van a llevar la contraria y decir que estuvo muy bien. Tampoco podemos obviar el interés político. Muy basado en falsos mensajes e información lanzados en redes sociales. Lo que busca es un interés básicamente electoral y político de criticar el presente utilizando el pasado.
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– En cuanto a Franco, en su libro dice que no fue tonto, ¿por qué se cree que sí?
– Llamarle tonto era una forma casi de consuelo. Una crítica personal para reconfortarse por sufrirlo tantos años en el poder. El hecho de que no fuera un tonto o una persona incapaz cae por su propio peso. Es decir, una persona no está 40 años en el poder ni sobreviviría a todo ese tipo de situaciones si no cuenta con una cierta inteligencia política. Por lo que hacer caricatura de Franco presentándolo como alguien tonto o mediocre, en realidad de quien hace caricatura es del antifranquismo; si era tan tonto, ¿por qué se mantuvo tanto tiempo en el poder? ¿Por qué no se pudo derrocarlo? No está mal recordar que nunca hay que subestimar a los dictadores. La caricatura una vez muertos los dictadores es muy fácil de hacer, pero no sería honesta como diagnóstico.
– ¿Se da fin realmente a una dictadura si algunos de los que formaron parte de ella también lo hacen de la transición?
– Es una pregunta compleja. Al sistema dictatorial sí se le da fin. Hay toda una serie de elementos como la libertad para constituir partidos políticos,las elecciones libres y transparentes, la separación de poderes que lo corroboran. Pero, no es ningún regalo por parte de la clase política de la dictadura. La democracia se conquista en la calle, porque sí que había un proyecto de continuidad que no pudo ser viable porque la sociedad civil se opuso a ello.
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– ¿Realmente Juan Carlos I quiso apostar por una democracia?
– Es una pregunta que no tiene respuesta. No tenemos fuentes suficientes como para afirmar una cosa o la contraria. Probablemente lo que Juan Carlos I quería era que se restaurara la institución monárquica. ¿Con qué régimen político? Seguro que no le importaba demasiado, porque era consciente que tenía que hacer alguna clase de reformas, autorizar una serie de partidos o una serie de consultas electorales. El modelo del régimen no era su prioridad, sino la restauración de la institución monárquica.
– Menciona en su libro que la dictadura llegó a ser como un animal herido, ¿cómo llegó a esto?
Por voluntad de la propia sociedad. La oposición antifranquista de los años 60 y de los años 70 ya no era la misma que había al principio de la dictadura. Estaba compuesta por sectores muy variados. como el movimiento vecinal, el catolicismo de base, el nuevo sindicalismo... Siguen estando espacios clandestinos, pero llega un momento en el que en la nave del régimen comienzan a abrirse demasiadas vías de agua. Eso hace que la dictadura sea un animal herido, pero aún así todavía es capaz de defenderse e incluso de hacer bastante daño. (2:19) Por eso cuando aparecen esos frentes abiertos, comienzan otra vez a incrementar su represión de manera bastante importante; con los estados de excepción en 1969, con las condenas a muerte, con los últimos fusilamientos de septiembre del 75.... aún conservaba una gran capacidad de represión.
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