M. F. accede a la sucursal disfrazado. E. C.

El ladrón del BBVA condenado a tres años y medio por el robo de los 40.000 euros

Reconoce su autoría en el atraco a la sucursal de la calle Abendaño y el Juzgado de lo Penal 1 le aplica una rebaja de la pena, que hubiera alcanzado los cinco años

Martes, 25 de septiembre 2018, 01:55

Aguardaba su nonagenaria madre en el pasillo de la primera planta. «¿Puedo entrar ya a abrazar a mi hijo? He venido desde Zaragoza». Fue cariñosamente frenada bajo una razón inexcusable. «Aún no señora, dentro están negociando un trato más ventajoso para él». ... Y no le mintieron. Con todo en contra -grabaciones, su ADN en un billete de 50 euros que olvidó sustraer-, M. F., uno de los pocos ladrones de bancos de la vieja escuela aún activos, se enfrentaba a una petición fiscal de cinco años de prisión por robar 40.210 euros del BBVA de la calle Abendaño en mayo del año pasado.

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Cometió el atraco a mano armada con una educación exquisita y sin pegar un tiro ni usar la violencia, verbal o física. De hecho, deslizan fuentes consultadas, «siempre se ha vanagloriado de no ser agresivo. Una vez le imputaron por un robo con violencia y se quejó al juez, quien acabó dándole la razon». Porque M.F., aragonés de 52 años, no conoce otro 'oficio' que el delictivo. Especializado en bancos, también ha 'diversificado' en ocasiones a otros objetivos más sencillos como los estancos. Así lo chiva su prolija hoja de servicios, con delitos «desde 1989».

No en vano, estos últimos treinta años los ha cubierto «entrando y saliento de prisión», alegan los medios consultados. Su letrada, llegada desde la capital maña, propuso ayer a la Fiscalía un trato. Su cliente reconocería que era el hombre tras la peluca y la barba postiza que irrumpió en la sucursal aquel 8 de mayo a cambio de una rebaja del castigo.

Como tampoco pudo probarse que el arma que portaba fuera real, hubo acuerdo de última hora. A eso de las doce del mediodía, la magistrada del Juzgado de lo Penal número 1 dictó la sentencia de conformidad. M. F. se declaró autor material del atraco. Aceptó también la devolución, en cuotas mensuales, del dinero sustraído, del que jamás nada se supo.

En tercer grado

Dada su buena voluntad, se pasó por alto que aquel día, este atracador a la antigua usanza se encontraba en régimen de tercer grado. Es decir, que cumplía el final de otra condena en un centro especializado maño en regimen de semilibertad.

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Aquel lunes de mayo cogió un coche -se desconoce si solo o con algún compinche-, cubrió los 240 kilómetros hasta el barrio de San Martín. Entró a la entidad bancaria a las 14.15 horas. Aguardó sentado su turno diez minutos. Desenfundó, metió el dinero de la caja fuerte en una bolsa de la compra reutilizable, pero le pudo la codicia. Pidió también dinero del mostrador y se hizo un corte al manipular lo que se conoce como reciclador de dinero (un depósito). Su sangre cayó sobre un billete que olvidó llevarse.

El posterior cruce de datos de la Ertzaintza con otras policías reveló su identidad real. M. F., «atracador de toda la vida» vecino de Zaragoza. Siete meses después del atraco le detuvieron en su ciudad. Una nueva muesca para su historial, por la que ayer sumó tres años y medio. Antes de volver a la cárcel, eso sí, le permitieron despedirse de su madre.

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