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Imaginen que pudieran encontrar la fórmula que silenciara los pasos del vecino de arriba, los gritos del de al lado, o evitar sentir un escalofrío ... cada vez que bajaran la persiana del dormitorio por la gélida brisa que se cuela por el hueco de la persiana. Alguno se preguntará cómo es posible que nadie haya subsanado esas molestias o errores, que le han acompañado durante toda la vida. En ello está el Laboratorio de Control de Calidad en la Edificación, situado en Vitoria, que persigue la optimización de los materiales en suelos, ventanas, cubiertas y fachadas en busca de una mayor eficiencia energética y comodidad en la vivienda pública.
El centro de investigación, en el que colaboran la Universidad del País Vasco y el departamento de Vivienda del Gobierno vasco, analiza soluciones de mejoría de la calidad a través de la mecánica, la acústica, la térmica y la eficiencia energética a través de cada detalle que compone una vivienda. Cuenta con pabellones en los que se analiza el comportamiento de una ventana, a la que se le somete a altas presiones de agua hasta que se filtra, la diferencia de temperatura entre una galería y el resto de la vivienda y una gran variedad de aspectos. Los investigadores que trabajan en el complejo introducen materiales que se han empleado en los últimos años, y que «ya no son sostenibles por su configuración», para tratar de mejorar su rendimiento con productos más 'limpios' y respetuosos con el medio ambiente. Lo hacen, entre otros métodos, por medio de una especie de cápsulas especiales, en las que simulan diferentes situaciones durante un tiempo determinado para analizar su comportamiento a largo plazo. Algunos de los componentes incluso datan de las décadas de 1940 y 1950, a los que se buscan relevos menos agresivos con el entorno.
El laboratorio cuenta también con dos módulos de simulación (Eguzki e Ilargi) que permiten ver los efectos del sol y del clima al aire libre, tanto en las fachadas como en las cubiertas. Se trata de modelos de máxima especialización, de los que solo existen «diez en toda Europa», según explican los expertos que trabajan en el propio centro de estudios. Los prototipos les permiten analizar, por ejemplo, el desgaste y el rendimiento de las piezas en tiempo real y con un alto grado de detalle, gracias a las numerosas sondas que se le colocan en el exterior.
Pero más allá del desgaste continuo y las filtraciones, el laboratorio persigue reducir las incomodidades diarias de los vecinos, sobre todo desde el punto de vista de la acústica. Uno de los departamentos se dedica a analizar los efectos de una máquina realmente molesta, que simula un ruido casi inimaginable: una mezcla de un taconeo y un taladro al mismo tiempo y a gran velocidad. Las barras del ordenador se disparan a medida que el ruido rebota en la tarima, cuyo estruendo rebota en todo el pabellón. Una de las salas estudia precisamente eso, la reverberación de los diferentes sonidos que se prueban en el espacio contiguo, y que supone uno de los sistemas que mejor optimizan la calidad acústica.
Pero los diferentes pabellones, cápsulas y módulos del complejo se ponen después en común en un espacio virtual. La sala de calderas, por ejemplo, se encuentra conectada a un sistema informático que muestra su aplicación en un edificio real. De esta forma, el laboratorio comprueba el funcionamiento de toda la red térmica antes de construir todo el bloque para obtener posibles mejoras.
El laboratorio, que acumula más de 30 años de trayectoria, «realiza más de mil pruebas al año», tal y como explicó el consejero de Vivienda, Iñaki Arriola (PSE), quien ayer visitó las instalaciones de la calle Aguirrelanda. Los principales 'clientes' son el propio departamento del Gobierno vasco, las universidades o centros especializados en la rehabilitación, que supone una de las grandes apuestas de la construcción a día de hoy.
«Todos estos encargos de diferentes sectores acreditan su prestigio como uno de los mejores centros de estudio de España y Europa. Además, la búsqueda de la mayor calidad en vivienda pública también supone un beneficio indirecto en la construcción privada», concluyó Arriola.
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