El laberinto más grande está a dos horas de Vitoria

La instalación se encuentra a cinco kilómetros de Santillana del Mar, lo que permite estirar la jornada en un municipio con tremendo encanto y que además es conocida como la localidad de las tres mentiras porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Pero esa es otra historia. Volvamos a lo que toca hoy, que no es otra cosa que perderse y encontrar el camino (algo por cierto, muy propio del verano). El laberinto supone «un intrincado entramado de cipreses», según describen los propietarios. Ocupa 5.625 metros cuadrados y tiene un nivel de dificultad «variable», lo que le convierte en «apto para toda la familia». Es de estilo victoriano y quienes lo han visitado aseguran que permite tener entretenidos a los pequeños (y a los mayores) entre una hora y hora y media, que es lo que se tarda en alcanzar el centro de la explanada y volver a la casilla de salida.

El recorrido está inspirado en aquellos que tanto hacían disfrutar a la nobleza inglesa durante la época victoriana y transcurre a lo largo de unos cinco kilómetros de pasillos de un metro de ancho y dos y medio de alto. Eso sí, no se asusten: nadie se ha quedado encerrado ni se han provocado cuadros de angustia entre los aventureros que se han adentrado en este rompecabezas verde. A la entrada se ofrece un teléfono móvil a los grupos para solventar cualquier incidencia y hay personal repartido por el laberinto para dar instrucciones a los más despistados. Incluso en los casos más complicados existe una salida de emergencia, aunque no suele ser utilizada, remarcan los dueños del complejo.

Los propios promotores de este complejo no contaban con alcanzar el éxito que ha tenido. En un principio, según ellos mismos han confesado, esperaban atender a unos treinta o cuarenta visitantes diarios. Pero en su primer año de andadura hubo jornadas en las que recorrieron sus pasadizos más de 800 curiosos. Todo ello ha hecho que con el paso del tiempo la instalación se haya profesionalizado y haya dejado de ser un negocio solo atendido por un padre y una hija.

El laberinto cuenta con merendero por si el visitante quiere llevarse la comida y con un bar para atender cualquier necesidad. Además, si se tiene mascota, los responsables de la atracción permiten hacer el recorrido con ella. Eso sí, el perro deberá ir atado con correa y, en el caso de las razas consideradas peligrosas, con bozal.

Muchos nervios al entrar y carcajadas y aplausos al salir suelen ser escenas habituales en este laberinto. ¿Te atreves?